/ lunes 6 de julio de 2020

¿A Dónde Vamos a Parar?



30 mil muertos y contando, mismos que López Gatell reconoce ante el Washington Post que pueden ser hasta el triple las víctimas del COVID 19. En tanto, en una realidad alterna, muchos cierran los ojos ante la catástrofe.

90 mil muertos sería una verdadera crisis humanitaria.

Pero apegándonos a las cifras oficiales: 30 mil muertos son inaceptables. Somos el 5to país en número de decesos hasta el momento, y seguimos contando cadáveres como bolitas del ábaco. Lo más triste es que el 25% de esas defunciones somos personal sanitario o nuestras familias, y si eso fuera poco, la secretaría de salud de Guanajuato está corriendo a quienes exigen sus insumos de protección personal, y el gobernador de Puebla, se pone a restregarnos el juramento Hipocrático, donde dicho sea de paso, no dice en ninguna de sus líneas “serás héroe o mártir”.

Ni qué decir de los comentarios de otros médicos de escritorio como el del secretario de salud de Chiapas en contra del gremio que nos quiere mandar a vender tacos, o de quienes de plano asumen que no son médicos para que no les pregunten nada relacionado con la crisis de salud que padecemos.

Los políticos deberían hacer gárgaras con astringosol antes de siquiera mencionar a doctores y enfermeras para evitar contagiarnos con su peste ideológica más mortal que la pandemia per se.

Por eso invitó a todos los médicos de escritorio que dan órdenes desde una oficina climatizada por chat o correos institucionales, a dejar su home office y sumarse a los roles de guardia en el triage respiratorio y los covitarios. Una guardia a la semana de 8 horas. Al fin que ya está bien domada la pandemia y aplanada la curva. El buen juez por su casa empieza, ¿no es cierto?

Pero no, prefieren ver y criticar desde atrás del burladero al torero que se está jugando la vida.

En el mundo real, en el que no les pertenece a los políticos, ni a los médicos de escritorio sino a los doctores y enfermeras de a deveras, me dijo una amiga de Celaya que lo único bueno de entrar al covitario con tu equipo de protección personal completo es que nadie te reconoce y te puedes ahogar en tus lágrimas sin que se den cuenta que llevas el alma herida. “Así no da tanta pena ponerse a chillar cuando el corazón se quiebra”, me confesó.

Los gobernadores, por cierto, tienen además problemas de seguridad muy graves que resolver como para ponerse a dar cátedras del Juramento Hipocrático. Si les agrada tanto la filosofía helénica deberían comenzar leyendo La República de Platón o la Ética a Nicomaco de Sócrates si poquita vergüenza y dignidad tuvieran.

Con esta doble moral, que no es nueva, pero parece empeorar más cada sexenio: ¿A dónde vamos a parar? Dijera el Buki.

Yo le agregaría: los que no seamos una bolita más del ábaco y tengamos la suerte de cargar a los peregrinos en diciembre, para ajustar cuentas pendientes en las urnas el próximo año.

El descontento del personal sanitario y los usuarios de los sistemas de salud opaca cualquier logro.

Sin el derecho a vivir del personal sanitario, de los contagiados de COVID 19 y de los niños y adultos con cáncer o enfermedades catastróficas, todo lo demás es efímero.



30 mil muertos y contando, mismos que López Gatell reconoce ante el Washington Post que pueden ser hasta el triple las víctimas del COVID 19. En tanto, en una realidad alterna, muchos cierran los ojos ante la catástrofe.

90 mil muertos sería una verdadera crisis humanitaria.

Pero apegándonos a las cifras oficiales: 30 mil muertos son inaceptables. Somos el 5to país en número de decesos hasta el momento, y seguimos contando cadáveres como bolitas del ábaco. Lo más triste es que el 25% de esas defunciones somos personal sanitario o nuestras familias, y si eso fuera poco, la secretaría de salud de Guanajuato está corriendo a quienes exigen sus insumos de protección personal, y el gobernador de Puebla, se pone a restregarnos el juramento Hipocrático, donde dicho sea de paso, no dice en ninguna de sus líneas “serás héroe o mártir”.

Ni qué decir de los comentarios de otros médicos de escritorio como el del secretario de salud de Chiapas en contra del gremio que nos quiere mandar a vender tacos, o de quienes de plano asumen que no son médicos para que no les pregunten nada relacionado con la crisis de salud que padecemos.

Los políticos deberían hacer gárgaras con astringosol antes de siquiera mencionar a doctores y enfermeras para evitar contagiarnos con su peste ideológica más mortal que la pandemia per se.

Por eso invitó a todos los médicos de escritorio que dan órdenes desde una oficina climatizada por chat o correos institucionales, a dejar su home office y sumarse a los roles de guardia en el triage respiratorio y los covitarios. Una guardia a la semana de 8 horas. Al fin que ya está bien domada la pandemia y aplanada la curva. El buen juez por su casa empieza, ¿no es cierto?

Pero no, prefieren ver y criticar desde atrás del burladero al torero que se está jugando la vida.

En el mundo real, en el que no les pertenece a los políticos, ni a los médicos de escritorio sino a los doctores y enfermeras de a deveras, me dijo una amiga de Celaya que lo único bueno de entrar al covitario con tu equipo de protección personal completo es que nadie te reconoce y te puedes ahogar en tus lágrimas sin que se den cuenta que llevas el alma herida. “Así no da tanta pena ponerse a chillar cuando el corazón se quiebra”, me confesó.

Los gobernadores, por cierto, tienen además problemas de seguridad muy graves que resolver como para ponerse a dar cátedras del Juramento Hipocrático. Si les agrada tanto la filosofía helénica deberían comenzar leyendo La República de Platón o la Ética a Nicomaco de Sócrates si poquita vergüenza y dignidad tuvieran.

Con esta doble moral, que no es nueva, pero parece empeorar más cada sexenio: ¿A dónde vamos a parar? Dijera el Buki.

Yo le agregaría: los que no seamos una bolita más del ábaco y tengamos la suerte de cargar a los peregrinos en diciembre, para ajustar cuentas pendientes en las urnas el próximo año.

El descontento del personal sanitario y los usuarios de los sistemas de salud opaca cualquier logro.

Sin el derecho a vivir del personal sanitario, de los contagiados de COVID 19 y de los niños y adultos con cáncer o enfermedades catastróficas, todo lo demás es efímero.

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