/ lunes 3 de junio de 2019

A Seis Meses  

Una cosa es la popularidad y otra muy distinta el rendimiento”. Philip Kerr.

En cualquier medio encontramos individuos o grupos que buscan hacerse notar en la comunidad, que su actuación en alguno o algunos aspectos de su vida se haga público. Son actos naturales a semejanza de animales de especies avanzadas como algunos vertebrados. Otras ocasiones por la satisfacción de mostrarse en determinada actividad así sea que tengan valores o no para merecerlo. También hay actitudes admirables para promover programas de servicio desinteresado en población vulnerable. “No solo es poner el huevo, también hay que cacarearlo” dice el refrán popular.

En política, esto compagina con una frase de moda: la transparencia, deber ineludible cuando se manejan recursos ajenos, donde se debe mostrar y demostrar que se van a aplicar o han sido utilizados razonadamente y con eficiencia. Sin embargo, en numerosos casos el método es para del insano cultivo del ego freudiano, de conseguir el aplauso para aplicar políticas y/o programas nacidos del capricho personal. Situación que debilita subrepticiamente la rectitud con que debe conducirse todo dirigente público.

Hay hechos y circunstancias que han llevado a nuestro primer mandatario a una popularidad inaudita. Merecedor de apoyo y aplauso es el combate a la crónica corrupción e impunidad que sufre nuestro lastimado país. No obstante, y según mi parecer, la popularidad basada en la meritoria intención de acabar latrocinios ancestrales ha distorsionado la figura respetuosa que debe tener el presidente de la república. La voluntad de un solo hombre se está convirtiendo en ley. Hoy, la mayoría de diputados y senadores están sujetos a los dictados del ejecutivo federal. Estamos retrocediendo a los tiempos de la “dictadura perfecta” del priismo de Mario Vargas Llosa.

Cuidado, todo lo que sube, tiene que bajar, me decía un amigo piloto aviador. En los primeros 100 días del presidente AMLO, Forbes encontró un 80% de aprobación popular y a seis meses en 70%. De las Heras Demotecnia, maneja el término “desaprobación”, que en el primer semestre pasó del 14 al 21%. La reacción no se hizo esperar, se ha incrementado el señalamiento del presidente y funcionarios de culpar al pasado de todos los males y ocultamente a la falta de resultados objetivos. Otro recurso para detener la caída de su popularidad, es el amago contra funcionarios pasados y la detención de un par de “peces gordos”.

Creo que a seis meses deberíamos tener mucho más que denunciar un sucedido cottupto y un “vamos a…”

Una cosa es la popularidad y otra muy distinta el rendimiento”. Philip Kerr.

En cualquier medio encontramos individuos o grupos que buscan hacerse notar en la comunidad, que su actuación en alguno o algunos aspectos de su vida se haga público. Son actos naturales a semejanza de animales de especies avanzadas como algunos vertebrados. Otras ocasiones por la satisfacción de mostrarse en determinada actividad así sea que tengan valores o no para merecerlo. También hay actitudes admirables para promover programas de servicio desinteresado en población vulnerable. “No solo es poner el huevo, también hay que cacarearlo” dice el refrán popular.

En política, esto compagina con una frase de moda: la transparencia, deber ineludible cuando se manejan recursos ajenos, donde se debe mostrar y demostrar que se van a aplicar o han sido utilizados razonadamente y con eficiencia. Sin embargo, en numerosos casos el método es para del insano cultivo del ego freudiano, de conseguir el aplauso para aplicar políticas y/o programas nacidos del capricho personal. Situación que debilita subrepticiamente la rectitud con que debe conducirse todo dirigente público.

Hay hechos y circunstancias que han llevado a nuestro primer mandatario a una popularidad inaudita. Merecedor de apoyo y aplauso es el combate a la crónica corrupción e impunidad que sufre nuestro lastimado país. No obstante, y según mi parecer, la popularidad basada en la meritoria intención de acabar latrocinios ancestrales ha distorsionado la figura respetuosa que debe tener el presidente de la república. La voluntad de un solo hombre se está convirtiendo en ley. Hoy, la mayoría de diputados y senadores están sujetos a los dictados del ejecutivo federal. Estamos retrocediendo a los tiempos de la “dictadura perfecta” del priismo de Mario Vargas Llosa.

Cuidado, todo lo que sube, tiene que bajar, me decía un amigo piloto aviador. En los primeros 100 días del presidente AMLO, Forbes encontró un 80% de aprobación popular y a seis meses en 70%. De las Heras Demotecnia, maneja el término “desaprobación”, que en el primer semestre pasó del 14 al 21%. La reacción no se hizo esperar, se ha incrementado el señalamiento del presidente y funcionarios de culpar al pasado de todos los males y ocultamente a la falta de resultados objetivos. Otro recurso para detener la caída de su popularidad, es el amago contra funcionarios pasados y la detención de un par de “peces gordos”.

Creo que a seis meses deberíamos tener mucho más que denunciar un sucedido cottupto y un “vamos a…”