/ lunes 25 de febrero de 2019

Aciertos o Barbaridades

La crisis moral de las democracias

Tolerancia, relativismo y positivismo, son tres temas, de los cuales, esta vez tratare de tocar para ver y ubicarme lo más cercano a la realidad que actualmente estamos viviendo a consecuencia de un cambio de sistema de política gubernamental implementado por el actual presidente de la republica, quien a la fecha, no ha dado color ni ha especificado claramente, cuál será la política o el programa real a seguir causando sobre todo, incertidumbre con la cual limita totalmente la participación, la comprensión y acción, e incluso de su mismo equipo de trabajo. Esperamos que pronto encontremos el rumbo y podamos por fin avanzar.

“La democracia se mantiene o cae con los valores que encarna”, advierte Juan Pablo II (Evangelium vitae, n. 70). Y precisamente ahora está ampliamente extendida la impresión de que en Occidente las sociedades democráticas atraviesan una crisis de valores. Resultan pertinentes, pues, varias preguntas. ¿Están degenerando, desde el punto de vista ético, las democracias? ¿Es un problema independiente del sistema democrático o fomentado de algún modo por éste? ¿Los insatisfactorios resultados morales privan de legitimidad a las democracias? ¿Qué hacer para rectificar? Son temas que se plantearon en un simposio internacional organizado por The Phoenix Institute y el capítulo italiano de la Fundación Konrad Adenauer, con el título general “La crisis moral de las democracias occidentales”.

Uno de los ponentes, Frans Alting Von Geusau, de la Universidad de Leiden (Holanda), centró la cuestión señalando cuál es el sujeto primordial de los problemas. “La crisis moral tiene que ver con la conducta y los hábitos de los seres humanos, no con las características de un sistema político”. Así, descartó que se pueda, al estilo marxista, atribuir la responsabilidad de los males a las “estructuras”. Esto no significa que los comportamientos de las personas no puedan adquirir una dimensión social o política. De hecho, la han adquirido, de modo que las democracias se encuentran con un problema real. En la actualidad, el problema básico puede formularse así: “La crisis moral, caracterizada por una actitud moral de permisivismo, pone en peligro la realización del sabio principio político del pluralismo”.

El pluralismo no es relativista. En semejante situación, el pluralismo parece tener un aspecto negativo, al conducir a un permisivismo indeseable. Pero, por otra parte, ¿cómo poner diques al permisivismo sin traicionar el contenido positivo del pluralismo? “Sólo puede alcanzarse en las democracias basadas en la convicción de que todo orden político humano es necesariamente imperfecto”. Consecuencia: “El pluralismo no puede convertirse en una ideología o una religión. Si lo hiciera, destruiría sus propios principios”.

El pluralismo como fin en sí resulta, por tanto, absurdo. Pues deriva de algo superior que lo justifica, ante todo “el reconocimiento de la dignidad y la libertad de la persona humana como principio trascendente al orden político”. Este principio implica otros: los de libertad, igualdad y tolerancia. Tres conceptos donde las confusiones son frecuentes.

Confusiones sobre la tolerancia. De esta distinción se extraen consecuencias importantes. Primera, “sostener la libertad de conciencia no debe considerarse como una cuestión de tolerancia. En segundo lugar, “garantizar la igualdad tampoco es una cuestión de tolerancia”. La igualdad pide más, pues significa que las personas, con independencia de su condición inalterable (raza, sexo, origen), tienen los mismos derechos y merecen las mismas oportunidades. Por tanto, “el problema de la tolerancia y, en dependencia de él, la crítica al permisivismo aparece sólo cuando se trata de los comportamientos humanos”. Ciertamente, no es fácil distinguir dónde termina la tolerancia y empieza el permisivismo. En cualquier caso, Von Geusau subraya que la permisión de conductas condenables no es un problema específico de las sociedades democráticas. La diferencia es que las democracias disponen de más recursos para manejarlo.

La democracia vive de convicciones. También Michael Novak (American Enterprise Institute) defendió a la democracia de las acusaciones de relativismo. Insistió sobre todo en mostrar que el relativismo no es condición necesaria de la sociedad pluralista, contra lo que a veces se afirma. Al contrario, para que la democracia funcione, dijo, son necesarias algunas convicciones que impiden al orden político transformarse en una dictadura de la voluntad.

Ante la extensión actual del relativismo, Novak considera que la primera y principal lección de la historia reciente es que la verdad importa, y que nos importa a todos, al margen de las creencias. Dónde desemboca el relativismo, además, el pluralismo político necesita partir de una primera convicción, no del relativismo total. Novak ejemplifica lo que se puede llegar a justificar cuando se defiende el relativismo a ultranza: “Muchas personalidades apasionadas de nuestro tiempo diseminan con gran ardor el vulgar relativismo, una ‘incredulidad de rostro alegre’. Para ellos, no hay verdad sino opinión: mi opinión, tu opinión. Abandonan la defensa del intelecto. Y si la inteligencia no arraiga sobre la realidad, sólo quedan preferencias: la voluntad es todo. Es la voluntad de poder, sin ningún respeto a la verdad”.

Ecología de la libertad. Queda una cuarta lección: “La libertad no puede crecer -ni siquiera sobrevivir- en cualquier atmósfera o clima. En el fatigoso viaje de la historia humana, las sociedades libres son increíblemente escasas. La ecología de la libertad es más frágil que la biosfera de la tierra. La libertad necesita hábitos limpios y sanos, familias robustas, buenas costumbres, y el valiente respeto de un ser humano por otro. La libertad necesita bosques tropicales de actos pequeños de virtud, nudos de lealtad, amores intensos y compromisos inmortales. La libertad necesita instituciones especiales y, éstas, a su vez, requieren gente con ciertos hábitos morales”, queremos individuos que se autogobiernen para restringir el gobierno inmoral. Deseamos autogobierno, autodominio, autocontrol”. ¿ERES DE LOS QUE PIENSAN? Caso contrario no leas lo anterior.

¿Acierto o Barbaridad? Mi correo para todocomentario es: cuervito48@hotmail.com

La crisis moral de las democracias

Tolerancia, relativismo y positivismo, son tres temas, de los cuales, esta vez tratare de tocar para ver y ubicarme lo más cercano a la realidad que actualmente estamos viviendo a consecuencia de un cambio de sistema de política gubernamental implementado por el actual presidente de la republica, quien a la fecha, no ha dado color ni ha especificado claramente, cuál será la política o el programa real a seguir causando sobre todo, incertidumbre con la cual limita totalmente la participación, la comprensión y acción, e incluso de su mismo equipo de trabajo. Esperamos que pronto encontremos el rumbo y podamos por fin avanzar.

“La democracia se mantiene o cae con los valores que encarna”, advierte Juan Pablo II (Evangelium vitae, n. 70). Y precisamente ahora está ampliamente extendida la impresión de que en Occidente las sociedades democráticas atraviesan una crisis de valores. Resultan pertinentes, pues, varias preguntas. ¿Están degenerando, desde el punto de vista ético, las democracias? ¿Es un problema independiente del sistema democrático o fomentado de algún modo por éste? ¿Los insatisfactorios resultados morales privan de legitimidad a las democracias? ¿Qué hacer para rectificar? Son temas que se plantearon en un simposio internacional organizado por The Phoenix Institute y el capítulo italiano de la Fundación Konrad Adenauer, con el título general “La crisis moral de las democracias occidentales”.

Uno de los ponentes, Frans Alting Von Geusau, de la Universidad de Leiden (Holanda), centró la cuestión señalando cuál es el sujeto primordial de los problemas. “La crisis moral tiene que ver con la conducta y los hábitos de los seres humanos, no con las características de un sistema político”. Así, descartó que se pueda, al estilo marxista, atribuir la responsabilidad de los males a las “estructuras”. Esto no significa que los comportamientos de las personas no puedan adquirir una dimensión social o política. De hecho, la han adquirido, de modo que las democracias se encuentran con un problema real. En la actualidad, el problema básico puede formularse así: “La crisis moral, caracterizada por una actitud moral de permisivismo, pone en peligro la realización del sabio principio político del pluralismo”.

El pluralismo no es relativista. En semejante situación, el pluralismo parece tener un aspecto negativo, al conducir a un permisivismo indeseable. Pero, por otra parte, ¿cómo poner diques al permisivismo sin traicionar el contenido positivo del pluralismo? “Sólo puede alcanzarse en las democracias basadas en la convicción de que todo orden político humano es necesariamente imperfecto”. Consecuencia: “El pluralismo no puede convertirse en una ideología o una religión. Si lo hiciera, destruiría sus propios principios”.

El pluralismo como fin en sí resulta, por tanto, absurdo. Pues deriva de algo superior que lo justifica, ante todo “el reconocimiento de la dignidad y la libertad de la persona humana como principio trascendente al orden político”. Este principio implica otros: los de libertad, igualdad y tolerancia. Tres conceptos donde las confusiones son frecuentes.

Confusiones sobre la tolerancia. De esta distinción se extraen consecuencias importantes. Primera, “sostener la libertad de conciencia no debe considerarse como una cuestión de tolerancia. En segundo lugar, “garantizar la igualdad tampoco es una cuestión de tolerancia”. La igualdad pide más, pues significa que las personas, con independencia de su condición inalterable (raza, sexo, origen), tienen los mismos derechos y merecen las mismas oportunidades. Por tanto, “el problema de la tolerancia y, en dependencia de él, la crítica al permisivismo aparece sólo cuando se trata de los comportamientos humanos”. Ciertamente, no es fácil distinguir dónde termina la tolerancia y empieza el permisivismo. En cualquier caso, Von Geusau subraya que la permisión de conductas condenables no es un problema específico de las sociedades democráticas. La diferencia es que las democracias disponen de más recursos para manejarlo.

La democracia vive de convicciones. También Michael Novak (American Enterprise Institute) defendió a la democracia de las acusaciones de relativismo. Insistió sobre todo en mostrar que el relativismo no es condición necesaria de la sociedad pluralista, contra lo que a veces se afirma. Al contrario, para que la democracia funcione, dijo, son necesarias algunas convicciones que impiden al orden político transformarse en una dictadura de la voluntad.

Ante la extensión actual del relativismo, Novak considera que la primera y principal lección de la historia reciente es que la verdad importa, y que nos importa a todos, al margen de las creencias. Dónde desemboca el relativismo, además, el pluralismo político necesita partir de una primera convicción, no del relativismo total. Novak ejemplifica lo que se puede llegar a justificar cuando se defiende el relativismo a ultranza: “Muchas personalidades apasionadas de nuestro tiempo diseminan con gran ardor el vulgar relativismo, una ‘incredulidad de rostro alegre’. Para ellos, no hay verdad sino opinión: mi opinión, tu opinión. Abandonan la defensa del intelecto. Y si la inteligencia no arraiga sobre la realidad, sólo quedan preferencias: la voluntad es todo. Es la voluntad de poder, sin ningún respeto a la verdad”.

Ecología de la libertad. Queda una cuarta lección: “La libertad no puede crecer -ni siquiera sobrevivir- en cualquier atmósfera o clima. En el fatigoso viaje de la historia humana, las sociedades libres son increíblemente escasas. La ecología de la libertad es más frágil que la biosfera de la tierra. La libertad necesita hábitos limpios y sanos, familias robustas, buenas costumbres, y el valiente respeto de un ser humano por otro. La libertad necesita bosques tropicales de actos pequeños de virtud, nudos de lealtad, amores intensos y compromisos inmortales. La libertad necesita instituciones especiales y, éstas, a su vez, requieren gente con ciertos hábitos morales”, queremos individuos que se autogobiernen para restringir el gobierno inmoral. Deseamos autogobierno, autodominio, autocontrol”. ¿ERES DE LOS QUE PIENSAN? Caso contrario no leas lo anterior.

¿Acierto o Barbaridad? Mi correo para todocomentario es: cuervito48@hotmail.com