/ sábado 17 de noviembre de 2018

…al Sol

Será porque escribo y me gustaría vivir de y no solamente estoy pensando en nuevos métodos para llevar a la gente a la lectura. Desde lo muy tradicional dar clases de literatura (y hacerlo con apoyos audiovisuales, encuerándole el ánimo y la segunda memoria de mis experiencias de lectura, exprimiendo lo más sabroso de las bibliotecas, organizando debates, construyendo vasos de comunicaciones desde y hacia la vida cotidiana de cada uno de mis amigos…) digo, desde los más tradicionales, hasta los más heterodoxos. Y precisamente estos son los más divertidos de contar. Quizá porque algunas veces (como ya se verá más abajo) llega a aparecer un loco que los realice.

La excusa más común con las que se cuentan las personas es la falta de tiempo. Muchas veces hasta es verdad. Sin embargo, en una ciudad como la que habitamos en la que invertimos centenares de horas-año en transportarnos, debe de haber espacios muertos. Más allá de los que brindan los “auto libros” (intento tan loable como fracasado de contarnos las obras) debemos encontrar otros medios para difundir la literatura. El ejemplo ya no lo han puesto los grandes vándalos afeadores del paisaje urbano, los llamados grafiteros y los publicistas. Si en las “bardas” (muros) o en esos letrerotes que se han dado en llamar grandes espectaculares, se imprimirán los mejores haikus del mundo, todos los conoceríamos. Lo mismo sucedería si se llamaran bardas aburridamente grises, los puentes sin historia, siempre y cuando la tipografía de ampliarla lo suficiente para hacerla permisible a la velocidad del viaje.

Otra de mis propuestas es la fila de los bancos (o cualquier otro lugar donde haya que formarse); si al principio se entrega una pequeña lectura que se recoja al final, se cultiva al usuario del servicio, además de amenizarle la espera. El folletín sería un buen reforzador de la fidelidad del cliente. ¿Qué pasó con la mujer que se había comprado unas uñas postizas expresamente para sacarle los ojos a la cuñada?

Eso en cuanto al tiempo.

En lo que se refiere al desinterés por lo leído, el problema se puede resumir con el directorio blanco; en sus páginas están los números telefónicos de las personas que me gustan, que tienen cosas importantes que decirme, que en un momento dado podrían salvarme la vida. Sin embargo, va a ir por unas ciegas.

En los libros habría que empezar por una franqueza contratas y una guía de dificultades que generara un organismo independiente de la editorial y las librerías que lo comercializan. (Me ofrezco yo). Esto aboliría el síndrome que se enuncia así: “Leer es aburrido”.

El más reciente intento que conozco, lo conozco porque lo propuse yo; se trata de un grupo de escritores reunidos para leer sus oraciones más obscenas. Lo propuse en una reunión de la casa de la cultura con el grupo de amigos (que no tuvo eco), ahora alguien que lo leen, donde con frecuencia se presentan verdaderas obras a precio “barato”.

Por lo pronto aquí lo dejo con esta reflexión. Conéctese y dialogue con Juan Manuel Ramírez Palomares, él lo guiara, estoy seguro… al Sol.

Trapitos… al Sol

No deja de ser ilustrativo que los políticos que hoy se quejan de los medios, su influencia al reportar problemas en su municipio o región. Ayer militaban en la oposición panista. Más paradójico resulta que por un lado está la queja y recriminación a los medios por su crítica, y por otro lado esta una inocultable vocación de gobernar tratando de aprovechar el importante nivel de penetración, pretendiendo valerse de ellos para mantener índices de popularidad.

Ayer apenas fueron candidatos mediáticos y hoy son gobernantes mediáticos o funcionarios de “medio cachete”. Los nuevos hombres de la administración están convencidos de que la mejor manera de fortalecerse en centrar su esfuerzo en el lanzamiento de las campañas publicitarias y la ejecución de acciones de impacto; aunque se quejan amargamente del ejército, de la crítica a través de los mismos medios que obsesivamente pretenden acaparar con todo lo cuestionable, carente de racionalidad y de viabilidad en el largo plazo, esa idea de convertir el efectivísimo mediático en el eje de un funcionario y la popularidad personal en su principal soporte, es la que impera en la policita actual porque la coyuntura, le ha dado resultados a quienes han adoptado como estrategia, bueno hasta el viejo PRI ha decidido jugar en ese juego… al Sol.

Será porque escribo y me gustaría vivir de y no solamente estoy pensando en nuevos métodos para llevar a la gente a la lectura. Desde lo muy tradicional dar clases de literatura (y hacerlo con apoyos audiovisuales, encuerándole el ánimo y la segunda memoria de mis experiencias de lectura, exprimiendo lo más sabroso de las bibliotecas, organizando debates, construyendo vasos de comunicaciones desde y hacia la vida cotidiana de cada uno de mis amigos…) digo, desde los más tradicionales, hasta los más heterodoxos. Y precisamente estos son los más divertidos de contar. Quizá porque algunas veces (como ya se verá más abajo) llega a aparecer un loco que los realice.

La excusa más común con las que se cuentan las personas es la falta de tiempo. Muchas veces hasta es verdad. Sin embargo, en una ciudad como la que habitamos en la que invertimos centenares de horas-año en transportarnos, debe de haber espacios muertos. Más allá de los que brindan los “auto libros” (intento tan loable como fracasado de contarnos las obras) debemos encontrar otros medios para difundir la literatura. El ejemplo ya no lo han puesto los grandes vándalos afeadores del paisaje urbano, los llamados grafiteros y los publicistas. Si en las “bardas” (muros) o en esos letrerotes que se han dado en llamar grandes espectaculares, se imprimirán los mejores haikus del mundo, todos los conoceríamos. Lo mismo sucedería si se llamaran bardas aburridamente grises, los puentes sin historia, siempre y cuando la tipografía de ampliarla lo suficiente para hacerla permisible a la velocidad del viaje.

Otra de mis propuestas es la fila de los bancos (o cualquier otro lugar donde haya que formarse); si al principio se entrega una pequeña lectura que se recoja al final, se cultiva al usuario del servicio, además de amenizarle la espera. El folletín sería un buen reforzador de la fidelidad del cliente. ¿Qué pasó con la mujer que se había comprado unas uñas postizas expresamente para sacarle los ojos a la cuñada?

Eso en cuanto al tiempo.

En lo que se refiere al desinterés por lo leído, el problema se puede resumir con el directorio blanco; en sus páginas están los números telefónicos de las personas que me gustan, que tienen cosas importantes que decirme, que en un momento dado podrían salvarme la vida. Sin embargo, va a ir por unas ciegas.

En los libros habría que empezar por una franqueza contratas y una guía de dificultades que generara un organismo independiente de la editorial y las librerías que lo comercializan. (Me ofrezco yo). Esto aboliría el síndrome que se enuncia así: “Leer es aburrido”.

El más reciente intento que conozco, lo conozco porque lo propuse yo; se trata de un grupo de escritores reunidos para leer sus oraciones más obscenas. Lo propuse en una reunión de la casa de la cultura con el grupo de amigos (que no tuvo eco), ahora alguien que lo leen, donde con frecuencia se presentan verdaderas obras a precio “barato”.

Por lo pronto aquí lo dejo con esta reflexión. Conéctese y dialogue con Juan Manuel Ramírez Palomares, él lo guiara, estoy seguro… al Sol.

Trapitos… al Sol

No deja de ser ilustrativo que los políticos que hoy se quejan de los medios, su influencia al reportar problemas en su municipio o región. Ayer militaban en la oposición panista. Más paradójico resulta que por un lado está la queja y recriminación a los medios por su crítica, y por otro lado esta una inocultable vocación de gobernar tratando de aprovechar el importante nivel de penetración, pretendiendo valerse de ellos para mantener índices de popularidad.

Ayer apenas fueron candidatos mediáticos y hoy son gobernantes mediáticos o funcionarios de “medio cachete”. Los nuevos hombres de la administración están convencidos de que la mejor manera de fortalecerse en centrar su esfuerzo en el lanzamiento de las campañas publicitarias y la ejecución de acciones de impacto; aunque se quejan amargamente del ejército, de la crítica a través de los mismos medios que obsesivamente pretenden acaparar con todo lo cuestionable, carente de racionalidad y de viabilidad en el largo plazo, esa idea de convertir el efectivísimo mediático en el eje de un funcionario y la popularidad personal en su principal soporte, es la que impera en la policita actual porque la coyuntura, le ha dado resultados a quienes han adoptado como estrategia, bueno hasta el viejo PRI ha decidido jugar en ese juego… al Sol.

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