/ domingo 13 de diciembre de 2020

Beethoven en el 250 Aniversario de su Nacimiento

“La personalidad es al hombre lo que el perfume es a la flor”. Charles M. Schwab A la memoria de Ramón mi hermano, beethoviano por excelencia.

La psicología concluye que las actitudes, pensamientos y sentimientos cimientan la personalidad, dinamismo de las diferencias de cada individuo. Un repertorio que determina actuar de diferente manera según a las circunstancias. Conducta que las experiencias de la vida modifican sin perder un patrón genético modelado por los primeros años de la vida.

Ludwid van Beethoven poseía rasgos y cualidades que alinearon una personalidad un tanto ríspida. Un distintivo que según el parecer de compañeros, críticos y moralistas de su tiempo lo figuraron como un hombre que perturbaba o causaba repelencia por la frecuente mordacidad de sus respuestas. Forma de ser que se eclipsaba por una seducción cautivadora, un hechizo encantador, atrayente, embrujador.

Su niñez lo dejó marcado por un padre alcohólico, autoritario e irresponsable desagraviado por el amor de su madre. Adversidad donde creció y no obstante se convirtió en un hombre de actitudes altas y nobles. Detrás de esa cara adusta, de mentón recogido, contenía gran generosidad, el afán de compartir la creación de sus aptitudes y talento musical. Sello manifiesto en la fuerza de su obra, la energía desbordante de la quinta Sinfonía o la paz del espíritu y goce de la naturaleza que inspira la Sinfonía Pastoral. Descubrir, no las melodías, sino como son utilizadas bajo un impulso rítmico, matemático al mismo tiempo de melodías líricas con inexorable progresión rítmica que escuchamos en la arquitectura dramática del allegretto de la “séptima”; en el dramatismo de la sonata num. 8 en Do, Pathétique, o en el ímpetu del concierto para piano “Emperador”.

En este mes que culmina un año de celebrar el 250 aniversario del nacimiento de Beethoven (16 de diciembre de 1770) hago breve memoria de uno de los compositores más geniales de la historia. Al igual que Haydn y Mozart, buena parte de sus composiciones pertenecen al periodo clásico y otras a la etapa del romanticismo del siglo XIX en la que destaca el 4º tiempo de su sinfonía cumbre en la que incorpora la voz humana entonando la “Oda de la alegría”, del dramaturgo Friedrich Schiller. Un canto de amor a la humanidad, exaltación a la fraternidad entre los pueblos que sublima el dolor, la alegría y la esperanza en inmutable idealismo.

Los que caemos en el hechizo de las obras de Beethoven, motivamos a escuchar música que haga menos pesado un año de frustraciones y confinamiento, de dolor de haber perdido a un hermano o de haber sufrido con severidad la enfermedad y resistir las secuelas la #$%&/()=?* Covid-19.

“La personalidad es al hombre lo que el perfume es a la flor”. Charles M. Schwab A la memoria de Ramón mi hermano, beethoviano por excelencia.

La psicología concluye que las actitudes, pensamientos y sentimientos cimientan la personalidad, dinamismo de las diferencias de cada individuo. Un repertorio que determina actuar de diferente manera según a las circunstancias. Conducta que las experiencias de la vida modifican sin perder un patrón genético modelado por los primeros años de la vida.

Ludwid van Beethoven poseía rasgos y cualidades que alinearon una personalidad un tanto ríspida. Un distintivo que según el parecer de compañeros, críticos y moralistas de su tiempo lo figuraron como un hombre que perturbaba o causaba repelencia por la frecuente mordacidad de sus respuestas. Forma de ser que se eclipsaba por una seducción cautivadora, un hechizo encantador, atrayente, embrujador.

Su niñez lo dejó marcado por un padre alcohólico, autoritario e irresponsable desagraviado por el amor de su madre. Adversidad donde creció y no obstante se convirtió en un hombre de actitudes altas y nobles. Detrás de esa cara adusta, de mentón recogido, contenía gran generosidad, el afán de compartir la creación de sus aptitudes y talento musical. Sello manifiesto en la fuerza de su obra, la energía desbordante de la quinta Sinfonía o la paz del espíritu y goce de la naturaleza que inspira la Sinfonía Pastoral. Descubrir, no las melodías, sino como son utilizadas bajo un impulso rítmico, matemático al mismo tiempo de melodías líricas con inexorable progresión rítmica que escuchamos en la arquitectura dramática del allegretto de la “séptima”; en el dramatismo de la sonata num. 8 en Do, Pathétique, o en el ímpetu del concierto para piano “Emperador”.

En este mes que culmina un año de celebrar el 250 aniversario del nacimiento de Beethoven (16 de diciembre de 1770) hago breve memoria de uno de los compositores más geniales de la historia. Al igual que Haydn y Mozart, buena parte de sus composiciones pertenecen al periodo clásico y otras a la etapa del romanticismo del siglo XIX en la que destaca el 4º tiempo de su sinfonía cumbre en la que incorpora la voz humana entonando la “Oda de la alegría”, del dramaturgo Friedrich Schiller. Un canto de amor a la humanidad, exaltación a la fraternidad entre los pueblos que sublima el dolor, la alegría y la esperanza en inmutable idealismo.

Los que caemos en el hechizo de las obras de Beethoven, motivamos a escuchar música que haga menos pesado un año de frustraciones y confinamiento, de dolor de haber perdido a un hermano o de haber sufrido con severidad la enfermedad y resistir las secuelas la #$%&/()=?* Covid-19.