/ lunes 11 de mayo de 2020

Buscando sobrevivir

No es sorpresa ni mucho menos inconsciencia el que muchos negocios, particularmente los pequeños, estén abriendo sus puertas de manera gradual y sin “permiso” del gobierno para poder operar y es que esto responde a una cuestión muy sencilla; operan (dentro de lo que cabe) o truenan.

La realidad que vivimos varios no es la suerte de muchos tantos más, no todos pueden hacer el bendito home office o tomarse unas vacaciones obligadas mientras la contingencia pasa y es que la realidad mexicana es muy distinta a lo largo y ancho de nuestro territorio.

Algo que resultaría una obviedad es que entre más personas en situación de pobreza tenga un país, más difícil será poder aplicar medidas restrictivas de distanciamiento social, de confinamiento y de trabajo remoto, sin embargo, parece ser que en nuestro país no le damos el peso suficiente a esta variable, o por lo menos así lo veo yo.

¿Qué pasa con todas esas personas que no tienen la posibilidad de trabajar vía remota, cerrar sus negocios o dejar de trabajar para cumplir con las indicaciones de las autoridades? La respuesta es muy fría, están desamparados. No hay acciones concretas para atender y satisfacer las necesidades básicas (casa, vestido y sustento) de millones de mexicanos y lo peor de todo, juzgamos desde nuestros privilegios al ver a gente trabajando en las calles, pero no vemos más allá. No logramos ver que más de 70 millones de personas están dentro de la línea de pobreza y/o viven al día, es decir, necesitan trabajar para poder llevar alimento a sus casas y medicinas a sus enfermos, no hablo de la preocupación de no tener para pagar un préstamo o un crédito, hablo de una verdadera cuestión de vida o muerte.

¿El ingreso universal (que tanto mencionan a Ricardo Anaya) es la solución? La respuesta es no. Un ingreso universal el cual rondaría los 3 mil pesos no es ni de cerquitas la solución a este gran problema, así que no le echemos tantas flores al excandidato. Seguramente hemos escuchado o leído muchas acciones que podrían tomarse para poder pasar, aunque sea de “panzaso”, esta crisis, sin embargo, lo que es una realidad es que de todas a todas se necesita que tanto sector privado como público hagan mancuerna para salir adelante. El gobierno no puede exigir a una empresa más de lo que esté dentro de la capacidad de esta, si se presiona de más la empresa va a tronar y dejará de proveer un ingreso a sus empleados, estos a su vez no tendrán los recursos necesarios para consumir y satisfacer sus necesidades vitales.

Desgraciadamente en esta vida no se puede todo, eso lo tenemos claro. Y, como economista, sé que es imposible satisfacer todas las necesidades de todas las personas, pero, ¿y si somos solidarios, podríamos aspirar a algo así? Claro.

El sector público habla mucho sobre apechugar, incluso ha tomado acciones como la reducción de sueldos, suspensión de aguinaldos, prestaciones, contratos, adquisiciones y muchas cosas más pero, en realidad la economía no funciona así, al contrario, lo único que haces al reducir sustancialmente el gasto gubernamental es ponerle freno de mano a la economía. Si las personas nos estamos quedando sin trabajo e ingresos ¿quién va a consumir? el gobierno ¿y si éste deja de consumir? ¿quién lo hará ahora? sólo se profundizará más la crisis económica.

Para los gobiernos es muy fácil decir y mandar, pero la realidad en las calles es otra, si la señora de las gorditas no vende no come; si el mesero que trabaja para pagar sus estudios ya no tiene no estudia, y así una reacción en cadena donde si un negocio truena es seguro que arrastrará a más de alguno.

Sabemos muy bien que no endeudarse fue uno de los principales compromisos de AMLO pero, como dice el dicho, “es de sabios cambiar de opinión” y que mejor si es para beneficio (real) de millones de mexicanos. Algo que debemos saber de las crisis es que estas no se logran pasar en uno o dos años, las crisis tienen repercusiones que afectarán a futuras generaciones, millones de mexicanos que formarán parte de la población en situación de pobreza y pobreza extrema, avances que se han tenido a lo largo de décadas se verán mermados o borrados en su totalidad si no actuamos pronto y a lo grande.

Por último, todas las decisiones que sean tomadas por parte de nuestros gobernantes deberán ser analizadas de manera meticulosa y se tienen que considerar todos los escenarios posibles para poder tratar de mitigar esta problemática a la que nos enfrentamos, así pues, los invito a que desde nuestra trinchera (sea sector público o privado) hagamos lo que esté en nuestras manos para ayudar a quien lo necesite.

No es sorpresa ni mucho menos inconsciencia el que muchos negocios, particularmente los pequeños, estén abriendo sus puertas de manera gradual y sin “permiso” del gobierno para poder operar y es que esto responde a una cuestión muy sencilla; operan (dentro de lo que cabe) o truenan.

La realidad que vivimos varios no es la suerte de muchos tantos más, no todos pueden hacer el bendito home office o tomarse unas vacaciones obligadas mientras la contingencia pasa y es que la realidad mexicana es muy distinta a lo largo y ancho de nuestro territorio.

Algo que resultaría una obviedad es que entre más personas en situación de pobreza tenga un país, más difícil será poder aplicar medidas restrictivas de distanciamiento social, de confinamiento y de trabajo remoto, sin embargo, parece ser que en nuestro país no le damos el peso suficiente a esta variable, o por lo menos así lo veo yo.

¿Qué pasa con todas esas personas que no tienen la posibilidad de trabajar vía remota, cerrar sus negocios o dejar de trabajar para cumplir con las indicaciones de las autoridades? La respuesta es muy fría, están desamparados. No hay acciones concretas para atender y satisfacer las necesidades básicas (casa, vestido y sustento) de millones de mexicanos y lo peor de todo, juzgamos desde nuestros privilegios al ver a gente trabajando en las calles, pero no vemos más allá. No logramos ver que más de 70 millones de personas están dentro de la línea de pobreza y/o viven al día, es decir, necesitan trabajar para poder llevar alimento a sus casas y medicinas a sus enfermos, no hablo de la preocupación de no tener para pagar un préstamo o un crédito, hablo de una verdadera cuestión de vida o muerte.

¿El ingreso universal (que tanto mencionan a Ricardo Anaya) es la solución? La respuesta es no. Un ingreso universal el cual rondaría los 3 mil pesos no es ni de cerquitas la solución a este gran problema, así que no le echemos tantas flores al excandidato. Seguramente hemos escuchado o leído muchas acciones que podrían tomarse para poder pasar, aunque sea de “panzaso”, esta crisis, sin embargo, lo que es una realidad es que de todas a todas se necesita que tanto sector privado como público hagan mancuerna para salir adelante. El gobierno no puede exigir a una empresa más de lo que esté dentro de la capacidad de esta, si se presiona de más la empresa va a tronar y dejará de proveer un ingreso a sus empleados, estos a su vez no tendrán los recursos necesarios para consumir y satisfacer sus necesidades vitales.

Desgraciadamente en esta vida no se puede todo, eso lo tenemos claro. Y, como economista, sé que es imposible satisfacer todas las necesidades de todas las personas, pero, ¿y si somos solidarios, podríamos aspirar a algo así? Claro.

El sector público habla mucho sobre apechugar, incluso ha tomado acciones como la reducción de sueldos, suspensión de aguinaldos, prestaciones, contratos, adquisiciones y muchas cosas más pero, en realidad la economía no funciona así, al contrario, lo único que haces al reducir sustancialmente el gasto gubernamental es ponerle freno de mano a la economía. Si las personas nos estamos quedando sin trabajo e ingresos ¿quién va a consumir? el gobierno ¿y si éste deja de consumir? ¿quién lo hará ahora? sólo se profundizará más la crisis económica.

Para los gobiernos es muy fácil decir y mandar, pero la realidad en las calles es otra, si la señora de las gorditas no vende no come; si el mesero que trabaja para pagar sus estudios ya no tiene no estudia, y así una reacción en cadena donde si un negocio truena es seguro que arrastrará a más de alguno.

Sabemos muy bien que no endeudarse fue uno de los principales compromisos de AMLO pero, como dice el dicho, “es de sabios cambiar de opinión” y que mejor si es para beneficio (real) de millones de mexicanos. Algo que debemos saber de las crisis es que estas no se logran pasar en uno o dos años, las crisis tienen repercusiones que afectarán a futuras generaciones, millones de mexicanos que formarán parte de la población en situación de pobreza y pobreza extrema, avances que se han tenido a lo largo de décadas se verán mermados o borrados en su totalidad si no actuamos pronto y a lo grande.

Por último, todas las decisiones que sean tomadas por parte de nuestros gobernantes deberán ser analizadas de manera meticulosa y se tienen que considerar todos los escenarios posibles para poder tratar de mitigar esta problemática a la que nos enfrentamos, así pues, los invito a que desde nuestra trinchera (sea sector público o privado) hagamos lo que esté en nuestras manos para ayudar a quien lo necesite.