/ martes 18 de diciembre de 2018

Charlas

La semana pasada fue de festejos: Conchitas y Lupitas por doquier y el mundo venerando en primer lugar a mis madrecitas Conchita y Gualupita.

Viví el día 8. En el templo de San Francisco, me tocó el momento cumbre de recibir a la Purísima que llegaba de su paseo anual por las calles aledañas. El campanario vuelto loco tocaba el total de sus campanas dándole la bienvenida a nuestra Patrona, la solemnidad que dan las bandas de guerra, la multitud cantando alabanzas que llenaban el ambiente, gritos de porras, serpentinas, confetis de papel aluminio en colores blanco y azul inundando el entorno, danzas, mariachis, los feligreses unidos en un solo corazón. Mucho, pero mucho muy emocionante.

Logré entrar al templo. Cuando quienes cargan la imagen en sus andas se detienen en el pórtico para anunciarle a nuestra Madre que llega de nuevo a su casa, La veo enmarcada en la puerta principal, cubriendo todo el espacio, brillando al conjuro de las luces, recibiendo las emotivas muestras de amor de quienes ocupábamos la nave de la iglesia, de nuevo los vítores, aplausos, gritos, tambores y cornetas, llantos de emoción, en eso me fijé bien, sobre todo de personas adultas y edad avanzada que traemos la historia de nuestro camino bendecido por Ella.

Vino la misa y después el festejo en el atrio, saboreando atole y buñuelos al compás de los tambores indígenas que hacían bailar a las danzas y a la gente.

Día 8, antesala de las fiestas del día 12 celebradas a no más a 3 cuadras.

¡Qué decir del entusiasmo y del amor derramado en la veneración de la Madre de los Mexicanos y Emperatriz de América, mi Gualupita, el día 12!

Cada año, desde muy temprano, el área de la Alameda se convierte en un paseo citadino donde no hay distingos sociales: damas encopetadas confundidas en la multitud tirando al piso, no hay de otra, las cáscaras de cacahuates, mandarinas y cañas, ricos manjares navideños, gentes comiendo en una mesa colectiva charlando con el del otro lado que se limpia la boca con tortillas, las peregrinaciones llegando a dar alegría con sus cantos y músicas, los Juan Diego de todas edades luciendo su vestido blanco de manta, así, hasta que el frío de la noche nos obliga a refugiarnos en casa. Familias enteras alabando a nuestra Madrecita.

Ya se escucha en estos días el palpitar de las posadas de las que charlamos el martes pasado, los barrios preparan sus carros alegóricos, se habla de la feria, la navidad con sus villancicos llama al amor.

En casa hay movimiento inusitado, se hacen los preparativos: unos irán a visitar a sus familiares a otras latitudes mientras otros anuncian su llegada venidos de diferentes lugares, todos tendremos reunión familiar.

Las manos santas de las abuelitas tejen las ilusiones del nacimiento, aparecen las figuras guardadas por casi un año, los nietos serán los encargados de traer el musgo, el heno y las piedras del monte que se venden en papel de estraza pintado de azules, grises, amarillos, verdes como debe ser un verdadero monte, logrando el milagro de hacer de un cuento una realidad.

Los padres y los hijos trabajan a tambor batiente cuchileados por las abuelitas a quienes se les hacen tarde los minutos para ir colocando el pesebre, el matrimonio formado por José y María, todavía sin ser la Sagrada Familia porque falta el mero mero, el niños Dios que vendrá la noche del día 24, a los animales de la adoración del recién nacido y… ¡por favor! los Santos Reyes Magos venidos de oriente, un poquito lejos del pesebre. Tienen que caminar ¡p´os que caray!.

Los jóvenes revisarán los focos de las series de luces que adornarán el entorno, limpiarán las figuras extraídas del arcón de los tesoros, acarrearán arena del río para hacer caminos, buscarán el espejo roto que el año pasado se hizo lago, la mirruñas de patos que nadarán en sus aguas.

¡Tanto amor hay en la navidad, que se acepta todo, el corazón se ablanda! En las cenas se ven platos antojadizos y platos que no lo son tanto pero el disfrute es el mismo porque hay alegría, amor, abrazos, buenos deseos.

Abramos nuestro corazón: si sabemos que un acto nuestro puede dar felicidad a una familia, hagámoslo. Si lo hacemos en el nombre de Dios, seguramente nosotros seremos los más felices del momento.

El día 24 se integra la Sagrada Familia: entre arrullos, cantos y porras, se acuesta en su cuna la figura del Niño Dios. Pareciera que es la orden para que las figuras de los Santos Reyes inicien su camino silencioso de adoración hacia el pesebre que ocupa el Rey de Reyes, dejando la huella de sus pasos en la arena del camino al compás de las manos de padres y abuelitos que viviendo su propia ilusión les dan impulso durante la noche.

Los niños, asombrados de dicho caminar, visitan y visitan el nacimiento deseando que ya sea 6 de enero.

El año nuevo es un día más de fiesta, pero sabemos que a fin de cuentas es un día que pasa como todos con excepción de la felicidad mundial que se vive al pasar de un año a otro, ¡Ya la hicimos! es lo que queremos manifestar.

¡Por fín! llega el 6 de enero, día de las ilusiones de chicos y de la emoción de los grandes. El dulce cuentoque año tras año se forja en la mentalidad y en el alma de los niños creyentes quienes a su tiempo vivirán la fecha con sus hijos. El círculo del Amor Nacido que nos da vida.

Repetiremos el deseo del mundo: SEAN FELICES Y MAS EN ESTA NAVIDAD.

La semana pasada fue de festejos: Conchitas y Lupitas por doquier y el mundo venerando en primer lugar a mis madrecitas Conchita y Gualupita.

Viví el día 8. En el templo de San Francisco, me tocó el momento cumbre de recibir a la Purísima que llegaba de su paseo anual por las calles aledañas. El campanario vuelto loco tocaba el total de sus campanas dándole la bienvenida a nuestra Patrona, la solemnidad que dan las bandas de guerra, la multitud cantando alabanzas que llenaban el ambiente, gritos de porras, serpentinas, confetis de papel aluminio en colores blanco y azul inundando el entorno, danzas, mariachis, los feligreses unidos en un solo corazón. Mucho, pero mucho muy emocionante.

Logré entrar al templo. Cuando quienes cargan la imagen en sus andas se detienen en el pórtico para anunciarle a nuestra Madre que llega de nuevo a su casa, La veo enmarcada en la puerta principal, cubriendo todo el espacio, brillando al conjuro de las luces, recibiendo las emotivas muestras de amor de quienes ocupábamos la nave de la iglesia, de nuevo los vítores, aplausos, gritos, tambores y cornetas, llantos de emoción, en eso me fijé bien, sobre todo de personas adultas y edad avanzada que traemos la historia de nuestro camino bendecido por Ella.

Vino la misa y después el festejo en el atrio, saboreando atole y buñuelos al compás de los tambores indígenas que hacían bailar a las danzas y a la gente.

Día 8, antesala de las fiestas del día 12 celebradas a no más a 3 cuadras.

¡Qué decir del entusiasmo y del amor derramado en la veneración de la Madre de los Mexicanos y Emperatriz de América, mi Gualupita, el día 12!

Cada año, desde muy temprano, el área de la Alameda se convierte en un paseo citadino donde no hay distingos sociales: damas encopetadas confundidas en la multitud tirando al piso, no hay de otra, las cáscaras de cacahuates, mandarinas y cañas, ricos manjares navideños, gentes comiendo en una mesa colectiva charlando con el del otro lado que se limpia la boca con tortillas, las peregrinaciones llegando a dar alegría con sus cantos y músicas, los Juan Diego de todas edades luciendo su vestido blanco de manta, así, hasta que el frío de la noche nos obliga a refugiarnos en casa. Familias enteras alabando a nuestra Madrecita.

Ya se escucha en estos días el palpitar de las posadas de las que charlamos el martes pasado, los barrios preparan sus carros alegóricos, se habla de la feria, la navidad con sus villancicos llama al amor.

En casa hay movimiento inusitado, se hacen los preparativos: unos irán a visitar a sus familiares a otras latitudes mientras otros anuncian su llegada venidos de diferentes lugares, todos tendremos reunión familiar.

Las manos santas de las abuelitas tejen las ilusiones del nacimiento, aparecen las figuras guardadas por casi un año, los nietos serán los encargados de traer el musgo, el heno y las piedras del monte que se venden en papel de estraza pintado de azules, grises, amarillos, verdes como debe ser un verdadero monte, logrando el milagro de hacer de un cuento una realidad.

Los padres y los hijos trabajan a tambor batiente cuchileados por las abuelitas a quienes se les hacen tarde los minutos para ir colocando el pesebre, el matrimonio formado por José y María, todavía sin ser la Sagrada Familia porque falta el mero mero, el niños Dios que vendrá la noche del día 24, a los animales de la adoración del recién nacido y… ¡por favor! los Santos Reyes Magos venidos de oriente, un poquito lejos del pesebre. Tienen que caminar ¡p´os que caray!.

Los jóvenes revisarán los focos de las series de luces que adornarán el entorno, limpiarán las figuras extraídas del arcón de los tesoros, acarrearán arena del río para hacer caminos, buscarán el espejo roto que el año pasado se hizo lago, la mirruñas de patos que nadarán en sus aguas.

¡Tanto amor hay en la navidad, que se acepta todo, el corazón se ablanda! En las cenas se ven platos antojadizos y platos que no lo son tanto pero el disfrute es el mismo porque hay alegría, amor, abrazos, buenos deseos.

Abramos nuestro corazón: si sabemos que un acto nuestro puede dar felicidad a una familia, hagámoslo. Si lo hacemos en el nombre de Dios, seguramente nosotros seremos los más felices del momento.

El día 24 se integra la Sagrada Familia: entre arrullos, cantos y porras, se acuesta en su cuna la figura del Niño Dios. Pareciera que es la orden para que las figuras de los Santos Reyes inicien su camino silencioso de adoración hacia el pesebre que ocupa el Rey de Reyes, dejando la huella de sus pasos en la arena del camino al compás de las manos de padres y abuelitos que viviendo su propia ilusión les dan impulso durante la noche.

Los niños, asombrados de dicho caminar, visitan y visitan el nacimiento deseando que ya sea 6 de enero.

El año nuevo es un día más de fiesta, pero sabemos que a fin de cuentas es un día que pasa como todos con excepción de la felicidad mundial que se vive al pasar de un año a otro, ¡Ya la hicimos! es lo que queremos manifestar.

¡Por fín! llega el 6 de enero, día de las ilusiones de chicos y de la emoción de los grandes. El dulce cuentoque año tras año se forja en la mentalidad y en el alma de los niños creyentes quienes a su tiempo vivirán la fecha con sus hijos. El círculo del Amor Nacido que nos da vida.

Repetiremos el deseo del mundo: SEAN FELICES Y MAS EN ESTA NAVIDAD.

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