/ viernes 22 de julio de 2022

Como Rosa…Isela

Solamente con los datos en la mente, sin papeles escritos que evidencian la podredumbre en seguridad, la “cuatro ojos” no ve la inseguridad del país se fija con su miopía solamente en los soldaditos de carne que vigilan en palacio, porque a veces corriendo arriba ante jadeos de zapatos con tacón grueso que le aumentan los ruidos de sus oídos y de los pasillos y que rápido se le incorporan otros para las madrugadas o los madruguetes que le darán al inquilino del zócalo. Esas reuniones se asemejan a los de la chofis en Guanajuato, tan faltos de sostén de datos reales porque lee un aumento de comercio pero no ha recorrido las ciudades en círculos cerrados donde se manifiestan las inconformidades de la extorsión con cortinas metálicas cerradas, locales vacíos que una vez rebosantes de mercancía abarataban la vida y se burlaban de la carestía, locales que atrajeron con su oferta ligera y sus modas actuales y que visten a los monederos escasos, locales minoristas que apapachan al que no es simplemente palacio como esas manos en las curules que desbordan joyas en los cuellos y ropajes de marca y lujo. De pocas fotos pero llenos de café y galletas para la amargura de las lenguas, se la pasan distrayendo los micrófonos con cantidades vanas, con engañosos datos del que se sienta en el escritorio a bostezar a manotear falsos papeles con falsas verdades. Si las administraciones duermen temprano, la vigilancia no, las vistas nocturnas deben ser en demasía ante las diurnas porque en la oscuridad se oculta la maldad diaria y las banquetas ahora son como las de la Colombia de hace años, en la que la sangre se barre para que menos la vean y se justifique la ignorancia; ¡se busca hasta en contenedores de basura al delincuente! pero a gritos que hasta los perros corren, los pájaros vuelan espantados como las moscas ante el palo con papel periódico amarrado y ante este actuar la verdad se puede ocultar. El viento se lleva el papel de los lugares abandonados pero las evidencias quedan, las cortinas no vuelven a subir, las mercancías emigran , los servicios se van a donde las amenazas telefónicas no llegan y la lluvia de plomo no caiga, a las plazas cercanas pero con barricadas para colar al que deambula, ciudades que brillan, que guardan la seguridad bajo llave para que a nadie se le ocurra llevársela, es un tesoro que arropa al comercio a los servicios al transporte, la seguridad debe marchar por las calles de día y de noche a la hora de cenar o en la comida; se siente en las miradas de los que platican, de los que rompen un pan para sopear el chocolate o la sopa de pasta. El balde de la delincuencia es muy pesado para mujeres como Huett o la cuatrojos, pero están ahí porque los hombres que han pasado lo vacían haciendo trampa para cargarlo, engañan que lo cargan lleno que se la saben todas pero son mimos de la seguridad, por eso es la encomienda de que una mujer en nuestro estado esté, agarre y acarree aunque sea en cántaros ese difícil líquido de la delincuencia, si, a cantaros llenos; las mujeres de la revolución vaciaban así los jagüeyes de los ranchos, así también hay que secar las calles de gritos y dolor y ahora con tinas llenas cargadas hasta el borde hay que encerrar en cisternas enrejadas lo malo lo indeseable; esas cisternas que se llenan en el Salvador con un Bukele inflexible, con un ideal de servicio a la dignidad, a la sociedad desfavorecida y que busca en las noches borrar las noticias espinosas y transformar en sueños blanditos y sedosos para no seguir temblando como antes.

Solamente con los datos en la mente, sin papeles escritos que evidencian la podredumbre en seguridad, la “cuatro ojos” no ve la inseguridad del país se fija con su miopía solamente en los soldaditos de carne que vigilan en palacio, porque a veces corriendo arriba ante jadeos de zapatos con tacón grueso que le aumentan los ruidos de sus oídos y de los pasillos y que rápido se le incorporan otros para las madrugadas o los madruguetes que le darán al inquilino del zócalo. Esas reuniones se asemejan a los de la chofis en Guanajuato, tan faltos de sostén de datos reales porque lee un aumento de comercio pero no ha recorrido las ciudades en círculos cerrados donde se manifiestan las inconformidades de la extorsión con cortinas metálicas cerradas, locales vacíos que una vez rebosantes de mercancía abarataban la vida y se burlaban de la carestía, locales que atrajeron con su oferta ligera y sus modas actuales y que visten a los monederos escasos, locales minoristas que apapachan al que no es simplemente palacio como esas manos en las curules que desbordan joyas en los cuellos y ropajes de marca y lujo. De pocas fotos pero llenos de café y galletas para la amargura de las lenguas, se la pasan distrayendo los micrófonos con cantidades vanas, con engañosos datos del que se sienta en el escritorio a bostezar a manotear falsos papeles con falsas verdades. Si las administraciones duermen temprano, la vigilancia no, las vistas nocturnas deben ser en demasía ante las diurnas porque en la oscuridad se oculta la maldad diaria y las banquetas ahora son como las de la Colombia de hace años, en la que la sangre se barre para que menos la vean y se justifique la ignorancia; ¡se busca hasta en contenedores de basura al delincuente! pero a gritos que hasta los perros corren, los pájaros vuelan espantados como las moscas ante el palo con papel periódico amarrado y ante este actuar la verdad se puede ocultar. El viento se lleva el papel de los lugares abandonados pero las evidencias quedan, las cortinas no vuelven a subir, las mercancías emigran , los servicios se van a donde las amenazas telefónicas no llegan y la lluvia de plomo no caiga, a las plazas cercanas pero con barricadas para colar al que deambula, ciudades que brillan, que guardan la seguridad bajo llave para que a nadie se le ocurra llevársela, es un tesoro que arropa al comercio a los servicios al transporte, la seguridad debe marchar por las calles de día y de noche a la hora de cenar o en la comida; se siente en las miradas de los que platican, de los que rompen un pan para sopear el chocolate o la sopa de pasta. El balde de la delincuencia es muy pesado para mujeres como Huett o la cuatrojos, pero están ahí porque los hombres que han pasado lo vacían haciendo trampa para cargarlo, engañan que lo cargan lleno que se la saben todas pero son mimos de la seguridad, por eso es la encomienda de que una mujer en nuestro estado esté, agarre y acarree aunque sea en cántaros ese difícil líquido de la delincuencia, si, a cantaros llenos; las mujeres de la revolución vaciaban así los jagüeyes de los ranchos, así también hay que secar las calles de gritos y dolor y ahora con tinas llenas cargadas hasta el borde hay que encerrar en cisternas enrejadas lo malo lo indeseable; esas cisternas que se llenan en el Salvador con un Bukele inflexible, con un ideal de servicio a la dignidad, a la sociedad desfavorecida y que busca en las noches borrar las noticias espinosas y transformar en sueños blanditos y sedosos para no seguir temblando como antes.