/ domingo 31 de marzo de 2019

Comunicación

Los hombres sabios hablan porque tienen algo que decir; los necios porque tienen que decir algoPlatón.



Hay elementos y actitudes del reino animal y de los humanos que no podemos prescindir. Características que conforme progresa la complejidad biológica, los organismos son más intrincados, hasta llegar a la apasionante complejidad del sistema nerviosos central. Y más todavía cuando entramos a lo inmaterial, al análisis del pensamiento y la razón.


Una de esos distintivos es la comunicación, que básicamente se define como la acción de intercambiar información. Los seres unicelulares reaccionan o “responden” a cambios físicos o químicos del medio ambiente y en algunos casos, a la emisión de substancias procedentes de otro organismo semejante. Es una reacción o “respuesta” provocada por un emisor. El uso del término comunicar en los organismos simples es para mejor comprensión del fenómeno, ya que, si entramos a las finuras del lenguaje, no casan con la pulcritud del mismo. Avanzando en la escala zoológica para llegar a los animales que poseen, aunque sea de lo más rudimentario, el órgano cerebral, es donde sí hay posibilidad de intercambiar mensajes, pero no ideas, estas son condiciones exclusivas de la especie humana.


De tal manera que el intercambio de información entre dos o más participantes es transmitir ideas, o sea la opinión entre un emisor y uno o más receptores que procesan y decodifican palabras recogidas de la vía oral o escrita para interpretar un determinado mensaje. Solo entonces habrá una respuesta consiente, manifiesta o no, que se almacena en la memoria del que recibió el envío. Es, en dos palabras “compartir ideas” definido por su raíz latina communicatio que significa compartir. Pero ahí no termina, hay algo más, la interpretación que los sentidos corporales admiten como mensaje. Un perfume, una melodía, una mirada o un apretón de manos pueden implícitamente notificar sentimientos de diferente naturaleza.


Centrando el objetivo de estas líneas en la comunicación verbal, muchos tienen conocimiento basto de una ciencia o un juicio y, no obstante, carecen de la capacidad de expresarse de forma fluida, concluyente y hasta elegante capaz de trasmitir mejor las ideas o de expresar emociones que produzcan convicción o persuasión del oyente. Con excepción de los animales que experimentalmente se han clonado, no hay ser que sea exactamente igual uno a otro. Aún más en los humanos, cada uno tenemos nuestros cualidades, virtudes o defectos. Unos tendrán facilidad para crear o interpretar música, otros para desenvolverse en el atletismo, etc. pero como todo en la vida, hay que cultivarlo, ya que, el estudio y la práctica moverán hacia la excelencia. Como apunta el canadiense Brian Tracy: “La comunicación es una habilidad que puedes aprender. Es como montar en una bicicleta o teclear. Si estás dispuesto a trabajarlo, puedes mejorar rápidamente la calidad de cada parte de tu vida”.


Una condición del buen comunicador es utilizar el lenguaje al nivel del escuchante. Despojarse de términos que no son comprensibles para el auditorio. Un buen orador tiene las palabras justas y comprensibles para transmitir su mensaje sin que pierda su prestigio intelectual o desvíe el tema que trata. De todas maneras, hay pautas gramaticales de sintaxis, dicción, puntuación u otras que tanto en lenguaje de alto nivel como el sencillo deben conservarse. Adicionalmente, el medio ambiente y la apariencia personal del orador colaboran para mejorar el impacto de quienes lo oyen.


En la actualidad estamos viviendo un caso inédito, el presidente López ha roto todas las reglas que se supone debe tener un buen comunicador. Un análisis de uno de sus críticos que tuvo la curiosidad de contabilizar sus desatinos verbales concluyó que en los primeros 100 días de gobierno pronunció el vocablo “este” 856,345 veces, palabra parásita sin ningún significado para el tema que trata; “Ehh y Ahh”: 129’384,738 (?); “vamos a”: 9’765,498 de ocasiones y la palabra “infraestructura”, solamente 13 veces. Algo que no necesita la paciencia de quien registró los dislates está a la vista en cualquiera de sus presentaciones mañaneras, que tienen muy poco de “conferencias de prensa”. En sus pausadas y prolongadas intervenciones, apenas dice un promedio entre 45 y 50 vocablos por minuto y de cada en cuando articula frases de no más de 10 palabras.


Lo insólito es que, a pesar de todo, el presidente, nuestro presidente de la república, es catalogado como muy buen comunicador. La explicación está en que ha sabido utilizar la inconformidad causada por la corrupción y la impunidad (palabras que también ha repetido una y otra vez) que venimos arrastrando desde hace muchos años y que en el sexenio inmediato anterior se agudizó, no porque hubiera mayor corrupción, fue porque estamos en la era de la comunicación y cada día es más difícil ocultar las corruptelas.


Mi parecer es que las mañaneras son muy desgastantes y en poco tiempo perderán el atractivo morboso que quien le gusta escuchar que todo lo pasado estuvo mal y que la 4T mágicamente convertirá al país en modelo de eficiencia y honestidad.




Los hombres sabios hablan porque tienen algo que decir; los necios porque tienen que decir algoPlatón.



Hay elementos y actitudes del reino animal y de los humanos que no podemos prescindir. Características que conforme progresa la complejidad biológica, los organismos son más intrincados, hasta llegar a la apasionante complejidad del sistema nerviosos central. Y más todavía cuando entramos a lo inmaterial, al análisis del pensamiento y la razón.


Una de esos distintivos es la comunicación, que básicamente se define como la acción de intercambiar información. Los seres unicelulares reaccionan o “responden” a cambios físicos o químicos del medio ambiente y en algunos casos, a la emisión de substancias procedentes de otro organismo semejante. Es una reacción o “respuesta” provocada por un emisor. El uso del término comunicar en los organismos simples es para mejor comprensión del fenómeno, ya que, si entramos a las finuras del lenguaje, no casan con la pulcritud del mismo. Avanzando en la escala zoológica para llegar a los animales que poseen, aunque sea de lo más rudimentario, el órgano cerebral, es donde sí hay posibilidad de intercambiar mensajes, pero no ideas, estas son condiciones exclusivas de la especie humana.


De tal manera que el intercambio de información entre dos o más participantes es transmitir ideas, o sea la opinión entre un emisor y uno o más receptores que procesan y decodifican palabras recogidas de la vía oral o escrita para interpretar un determinado mensaje. Solo entonces habrá una respuesta consiente, manifiesta o no, que se almacena en la memoria del que recibió el envío. Es, en dos palabras “compartir ideas” definido por su raíz latina communicatio que significa compartir. Pero ahí no termina, hay algo más, la interpretación que los sentidos corporales admiten como mensaje. Un perfume, una melodía, una mirada o un apretón de manos pueden implícitamente notificar sentimientos de diferente naturaleza.


Centrando el objetivo de estas líneas en la comunicación verbal, muchos tienen conocimiento basto de una ciencia o un juicio y, no obstante, carecen de la capacidad de expresarse de forma fluida, concluyente y hasta elegante capaz de trasmitir mejor las ideas o de expresar emociones que produzcan convicción o persuasión del oyente. Con excepción de los animales que experimentalmente se han clonado, no hay ser que sea exactamente igual uno a otro. Aún más en los humanos, cada uno tenemos nuestros cualidades, virtudes o defectos. Unos tendrán facilidad para crear o interpretar música, otros para desenvolverse en el atletismo, etc. pero como todo en la vida, hay que cultivarlo, ya que, el estudio y la práctica moverán hacia la excelencia. Como apunta el canadiense Brian Tracy: “La comunicación es una habilidad que puedes aprender. Es como montar en una bicicleta o teclear. Si estás dispuesto a trabajarlo, puedes mejorar rápidamente la calidad de cada parte de tu vida”.


Una condición del buen comunicador es utilizar el lenguaje al nivel del escuchante. Despojarse de términos que no son comprensibles para el auditorio. Un buen orador tiene las palabras justas y comprensibles para transmitir su mensaje sin que pierda su prestigio intelectual o desvíe el tema que trata. De todas maneras, hay pautas gramaticales de sintaxis, dicción, puntuación u otras que tanto en lenguaje de alto nivel como el sencillo deben conservarse. Adicionalmente, el medio ambiente y la apariencia personal del orador colaboran para mejorar el impacto de quienes lo oyen.


En la actualidad estamos viviendo un caso inédito, el presidente López ha roto todas las reglas que se supone debe tener un buen comunicador. Un análisis de uno de sus críticos que tuvo la curiosidad de contabilizar sus desatinos verbales concluyó que en los primeros 100 días de gobierno pronunció el vocablo “este” 856,345 veces, palabra parásita sin ningún significado para el tema que trata; “Ehh y Ahh”: 129’384,738 (?); “vamos a”: 9’765,498 de ocasiones y la palabra “infraestructura”, solamente 13 veces. Algo que no necesita la paciencia de quien registró los dislates está a la vista en cualquiera de sus presentaciones mañaneras, que tienen muy poco de “conferencias de prensa”. En sus pausadas y prolongadas intervenciones, apenas dice un promedio entre 45 y 50 vocablos por minuto y de cada en cuando articula frases de no más de 10 palabras.


Lo insólito es que, a pesar de todo, el presidente, nuestro presidente de la república, es catalogado como muy buen comunicador. La explicación está en que ha sabido utilizar la inconformidad causada por la corrupción y la impunidad (palabras que también ha repetido una y otra vez) que venimos arrastrando desde hace muchos años y que en el sexenio inmediato anterior se agudizó, no porque hubiera mayor corrupción, fue porque estamos en la era de la comunicación y cada día es más difícil ocultar las corruptelas.


Mi parecer es que las mañaneras son muy desgastantes y en poco tiempo perderán el atractivo morboso que quien le gusta escuchar que todo lo pasado estuvo mal y que la 4T mágicamente convertirá al país en modelo de eficiencia y honestidad.