/ domingo 25 de octubre de 2020

Concierto Emperador

Recomendado el conde Waldstein y una invitación para estudiar composición con Joseph Haydn, Ludwid van Beethoven llegó a Viena en 1792 en donde había alrededor de trecientos pianistas que se ganaban la vida enseñando a más de seis mil alumnos. Ejecutantes que competían como gladiadores para lograr ser los primeros en excelsitud y fama. Entre tanto pianista, Beethoven pasó desapercibido, lo que espoleó su orgullo. No pasó mucho tiempo para que los vieneses se dieran cuenta que había llegado un virtuoso extraordinario, No obstante, el haber sido ignorado a su llegada era preso de resquemores, temía que algunos imitaran las peculiaridades de su estilo o que se apropiaran de sus composiciones”. Tenía el propósito “de avergonzar” a sus oponentes.

Una vez establecido en la capital europea de la música, su fama trascendió fronteras. El concierto para piano y orquesta No. 1 op. 15, compuesto y dirigido por él mismo, fue estrenado en Praga en 1798. Cabe hacer notar que el concierto No. 2 en Sí bemol mayor fue terminado antes que el 1, pero fue revisado para una interpretación posterior, también en Praga, quedando con el No. 2.

Beethoven compuso cinco conciertos para piano y solo uno para violín que comenté en esta columna el 30 de agosto. El quinto concierto conocido como “Emperador” op. 73, el compositor jamás hubiera elegido ese nombre que enaltecería a Napoleón con quien rompió su relación cuando se autonombró emperador. Refiriéndose a Bonaparte dijo: “Es una lástima que yo no conozca tan bien el arte de la guerra como comprendo el arte de la música, en ese caso yo lo conquistaría a él”.

Los ejércitos de Napoleón invadieron Viena el 12 de mayo de 1809 cuando Ludwid iniciaba este que sería el último concierto para piano, Su casa estaba situada en medio de la batalla, lo que no le permitía trabajar. Así narró sus problemas: “Hemos pasado por grandes penurias. Debo decir que desde el 4 de mayo es bien poco lo que he traído al mundo que guarde relación; apenas un fragmento aquí y allá […] ¡qué vida perturbadora y salvaje me rodea! No hay más que tambores, cañones, hombres y miseria por todas partes”. Alfred Einstein notó en el concierto la “apoteosis del concepto militar.” Más tarde, Maynard Solomon lo llamó “los ritmos guerreros, los motivos victoriosos, las melodías avasallantes y el carácter afirmativo”.

Es interesante que teniendo entonces 39 años (murió a los 56 a,) jamás compusiera otro concierto, siendo este la culminación de su obra donde enfrenta las fuerzas del solista y la orquesta en dramática oposición creando una obra colosal diferente al estilo que le conocemos.

Recomendado el conde Waldstein y una invitación para estudiar composición con Joseph Haydn, Ludwid van Beethoven llegó a Viena en 1792 en donde había alrededor de trecientos pianistas que se ganaban la vida enseñando a más de seis mil alumnos. Ejecutantes que competían como gladiadores para lograr ser los primeros en excelsitud y fama. Entre tanto pianista, Beethoven pasó desapercibido, lo que espoleó su orgullo. No pasó mucho tiempo para que los vieneses se dieran cuenta que había llegado un virtuoso extraordinario, No obstante, el haber sido ignorado a su llegada era preso de resquemores, temía que algunos imitaran las peculiaridades de su estilo o que se apropiaran de sus composiciones”. Tenía el propósito “de avergonzar” a sus oponentes.

Una vez establecido en la capital europea de la música, su fama trascendió fronteras. El concierto para piano y orquesta No. 1 op. 15, compuesto y dirigido por él mismo, fue estrenado en Praga en 1798. Cabe hacer notar que el concierto No. 2 en Sí bemol mayor fue terminado antes que el 1, pero fue revisado para una interpretación posterior, también en Praga, quedando con el No. 2.

Beethoven compuso cinco conciertos para piano y solo uno para violín que comenté en esta columna el 30 de agosto. El quinto concierto conocido como “Emperador” op. 73, el compositor jamás hubiera elegido ese nombre que enaltecería a Napoleón con quien rompió su relación cuando se autonombró emperador. Refiriéndose a Bonaparte dijo: “Es una lástima que yo no conozca tan bien el arte de la guerra como comprendo el arte de la música, en ese caso yo lo conquistaría a él”.

Los ejércitos de Napoleón invadieron Viena el 12 de mayo de 1809 cuando Ludwid iniciaba este que sería el último concierto para piano, Su casa estaba situada en medio de la batalla, lo que no le permitía trabajar. Así narró sus problemas: “Hemos pasado por grandes penurias. Debo decir que desde el 4 de mayo es bien poco lo que he traído al mundo que guarde relación; apenas un fragmento aquí y allá […] ¡qué vida perturbadora y salvaje me rodea! No hay más que tambores, cañones, hombres y miseria por todas partes”. Alfred Einstein notó en el concierto la “apoteosis del concepto militar.” Más tarde, Maynard Solomon lo llamó “los ritmos guerreros, los motivos victoriosos, las melodías avasallantes y el carácter afirmativo”.

Es interesante que teniendo entonces 39 años (murió a los 56 a,) jamás compusiera otro concierto, siendo este la culminación de su obra donde enfrenta las fuerzas del solista y la orquesta en dramática oposición creando una obra colosal diferente al estilo que le conocemos.