/ domingo 29 de noviembre de 2020

Cubrebocas

“Mirar el bien común es mucho más que la suma de lo que es bueno para las personas”, Papa Francisco, hace tres días.

Ante el repunte de la virosis y los frustrados esfuerzos por mitigarla, en parte de la población persiste la rebeldía al uso de la mascarilla que evita o reduce notablemente la transmisión del SARS-CoV 2. Negarse a adoptar pautas que mejoran las condiciones de vida comunal es la negación de gente que rechaza o que le importa un bledo la salud ajena.

Numerosos son los casos por no estar convencidos del daño que ocasiona el no portar la mascarilla. Explicable mientras el presidente de la república y su fiel secuaz el Dr. H. López Gatell desdeñan el uso de la pequeña prenda que resguarda al portador y a quienes le rodean. El devoto de AMLO, subsecretario de prevención y protección de la Salud no honra su investidura ni la Escuela de Salud Pública de la U. John Hopkins, la de más prestigio del mundo en materia de epidemiología donde se preparó profesionalmente. Lo inexplicable de personas que suponen del saber de enfermedades infecciosas, es menospreciar la medida protectora.

En 1982, durante un curso de instructor aeromédico impartido por el Centro Nacional de Medicina de Aviación y la OACI a un pequeño grupo de médicos de Centroamérica y el Caribe, en una tertulia el colega cubano chasqueó que aún había Polio en nuestro país por campañas deficientes de vacunación. Con malicia le pregunté ¿si en Cuba alguien se niega a que sus hijos reciban el biológico, que procede? ¡A prisión! respondió con ímpetu, por estar atentando contra la salud de los demás. Tenía razón, por su naturaleza, ninguna vacuna es efectiva 100%, sin embargo, si se llega a inmunizar más del 95% de la población, la efectividad llega al 99.9%. Con diferentes números lo mismo sucede con el cubrebocas.

En algunos Estados las autoridades se excusan de no obligar y sancionar a quienes no usan la mascarilla protectora porque atentan contra la libertad personal. En la Colección de garantías individuales num. 4 de la SCJ, en el primer capítulo encontré: “La libertad en una cualidad esencial del hombre y no puede coartarse mientras no afecte la libertad de otros. […] las normas constitucionales también pueden restringir la libertad…” Amparándose en este principio la autoridad puede sancionar a quien no utilice la mascarilla en la vía y espacios públicos.

Aún falta tiempo para la aplicación de la vacuna a toda la población, en tanto siguen relajándose las medidas para contener la Covid-19. Si partimos que hace un siglo la gripa española mató entre 40 y 50 millones de las cuales el 75% acontecieron durante la segunda oleada, ¿qué debemos esperar si no se exige con rigor el uso del cubrebocas?

“Mirar el bien común es mucho más que la suma de lo que es bueno para las personas”, Papa Francisco, hace tres días.

Ante el repunte de la virosis y los frustrados esfuerzos por mitigarla, en parte de la población persiste la rebeldía al uso de la mascarilla que evita o reduce notablemente la transmisión del SARS-CoV 2. Negarse a adoptar pautas que mejoran las condiciones de vida comunal es la negación de gente que rechaza o que le importa un bledo la salud ajena.

Numerosos son los casos por no estar convencidos del daño que ocasiona el no portar la mascarilla. Explicable mientras el presidente de la república y su fiel secuaz el Dr. H. López Gatell desdeñan el uso de la pequeña prenda que resguarda al portador y a quienes le rodean. El devoto de AMLO, subsecretario de prevención y protección de la Salud no honra su investidura ni la Escuela de Salud Pública de la U. John Hopkins, la de más prestigio del mundo en materia de epidemiología donde se preparó profesionalmente. Lo inexplicable de personas que suponen del saber de enfermedades infecciosas, es menospreciar la medida protectora.

En 1982, durante un curso de instructor aeromédico impartido por el Centro Nacional de Medicina de Aviación y la OACI a un pequeño grupo de médicos de Centroamérica y el Caribe, en una tertulia el colega cubano chasqueó que aún había Polio en nuestro país por campañas deficientes de vacunación. Con malicia le pregunté ¿si en Cuba alguien se niega a que sus hijos reciban el biológico, que procede? ¡A prisión! respondió con ímpetu, por estar atentando contra la salud de los demás. Tenía razón, por su naturaleza, ninguna vacuna es efectiva 100%, sin embargo, si se llega a inmunizar más del 95% de la población, la efectividad llega al 99.9%. Con diferentes números lo mismo sucede con el cubrebocas.

En algunos Estados las autoridades se excusan de no obligar y sancionar a quienes no usan la mascarilla protectora porque atentan contra la libertad personal. En la Colección de garantías individuales num. 4 de la SCJ, en el primer capítulo encontré: “La libertad en una cualidad esencial del hombre y no puede coartarse mientras no afecte la libertad de otros. […] las normas constitucionales también pueden restringir la libertad…” Amparándose en este principio la autoridad puede sancionar a quien no utilice la mascarilla en la vía y espacios públicos.

Aún falta tiempo para la aplicación de la vacuna a toda la población, en tanto siguen relajándose las medidas para contener la Covid-19. Si partimos que hace un siglo la gripa española mató entre 40 y 50 millones de las cuales el 75% acontecieron durante la segunda oleada, ¿qué debemos esperar si no se exige con rigor el uso del cubrebocas?