/ sábado 8 de diciembre de 2018

De la voz a la tinta

Nada pertenece al pasado, dice Jung en su libro, Símbolos de transformación. De ser cierto, somos un eco generacional de conductas, que de ser personales al paso del tiempo se vuelven parte del inconsciente colectivo. Tenemos oculto lo que negamos, hasta que un día aparece

El referente de la palabra traición es global, porque ese acto existe como parte de la condición humana. En ese sentido cuando dice Heráclito, que somos lo que creamos, no podemos imaginar una conducta espontánea, sin causa y sin origen. Ya mi querido poeta, Tito Lucrecio Caro, en su larga poema, “De la naturaleza de las cosas”, escrito hace mas de dos mil años, nos ofrece una pauta del comportamiento humano, y en sus primeras líneas afirma: “porque de la nada, nada puede hacerse”. Es decir, somos pasado, y éste se convierte en presente sin una invocación de por medio.


El beso de judas. Caravaggio



A partir de ese razonamiento podemos preguntarnos ¿Somos traidores por naturaleza, o nuestra naturaleza nos traiciona? Puntualicemos, la palabra traición viene latín traditĭo. Algunos autores la explican como aquella falta que quebranta la lealtad o fidelidad que se debería guardar hacia alguien o algo. Consiste en renegar, ya sea con una acción o con un dicho, de un compromiso de lealtad. De cierto, los romanos sabían de lo que hablaban: Julio Cesar, decía “amo la traición, pero odio al traidor”, su espalda le confirmó ese entendimiento cuando Bruto lo doblegó con una puñalada, para según los historiadores, salvar a la Republica de Roma. Desde luego, el tema de la relación entre Julio Cesar y Bruto, era la lealtad. Igualmente pasó con el linaje imperial romano como Tiberio, Calígula, Claudio, Nerón quienes se distinguieron por su afán conspirativo en busca del poder.

La traición es un acto motivado, consciente, racional, por eso se considera como uno de los actos humanos mas despreciables y repulsivos. La traición no tiene fronteras ni tiempos. En el libro de los jueces (16:18), se expresa uno de los motivos: el dinero. “Viendo Dalila que él le había declarado todo {lo que había} en su corazón, mandó llamar a los príncipes de los filisteos, diciendo: Venid una vez más, porque él me ha declarado todo {lo que hay} en su corazón. Entonces los príncipes de los filisteos vinieron a ella y trajeron el dinero en sus manos”.

Paradójicamente, sobre el acto de traición prácticamente se estructura el tema del cristianismo. En el antiguo testamento, Salmos 41:9, refiere, “Aun mi íntimo amigo en quien yo confiaba, el que de mi pan comía, contra mí ha levantado su calcañar”.

En el Salmo 55:12-14, se revela el sentido que agravia la relación de confianza, de lealtad personal: “Porque no es un enemigo el que me reprocha, si así fuera, podría soportar{lo;} ni es uno que me odia el que se ha alzado contra mí, si así fuera, podría ocultarme de él; sino tú, que eres mi igual, mi compañero, mi íntimo amigo; nosotros que juntos teníamos dulce comunión, {que} con la multitud andábamos en la casa de Dios”.

Finalmente, la sentencia estrujante que siembra el escudo entre los seres humanos frente a la posibilidad de traición se manifiesta en el Salmo 118:8: Es mejor refugiarse en el Señor que confiar en el hombre.

Los Salmos se empezaron a escribir hace dos mil doscientos años aproximadamente, pero las culturas anteriores ya hablaban y se traicionaban como en el siglo XXI de nuestra era.

La traición política, también tiene sus antecedentes en Reyes 11:14, y miró, y he aquí el rey estaba de pie junto a la columna, según la costumbre, y los capitanes y los trompetas estaban al lado del rey; y todo el pueblo del país se regocijaba y tocaba trompetas. Entonces Atalía rasgó sus vestidos, y gritó: ¡Traición, traición!”

La amistad rota se destaca en el libro, Lamentaciones (1:2): “amargamente llora en la noche, y las lágrimas {corren} por sus mejillas; no hay quien la consuele entre todos sus amantes. Todos sus amigos la han traicionado, se le han convertido en enemigos”.

Sin lugar a dudas, el acto de traición de Judas a Jesús el Nazareno, es lo que da sentido al sacrificio o la redención de Jesús por la humanidad. Por eso el acto en sí mismo se convierte en un hecho despreciable, dado que traiciona los valores mas apreciados desde el punto de vista humano, como la bondad, la generosidad, la empatía con los más débiles y con los desposeídos. Solo la encarnación de los valores contrarios puede ser capaz de traicionar al redentor. El apóstol Lucas (22:3-6), refiere: Entonces Satanás entró en Judas, llamado Iscariote, que pertenecía al número de los doce.

La historia de la traición de Judas, da origen a un sentido de fidelidad religiosa, que fortalece el sentido moral de la lealtad. Pero que igualmente permea a toda la sociedad para evitar uno de los actos considerados mas ruines de la conducta. Mateo, (26:14-16) narra: “entonces uno de los doce, llamado Judas Iscariote, fue a los principales sacerdotes, y dijo: ¿Qué estáis dispuestos a darme para que yo os lo entregue? Y ellos le pesaron treinta piezas de plata”.

El apóstol Marcos (14:18-20), en su narrativa, cuenta el episodio que marcará el suceso que definirá el ejemplo nítido de la traición en la cultura occidental: “y estando sentados comiendo, Jesús dijo: En verdad os digo que uno de vosotros me entregará; el que come conmigo. Ellos comenzaron a entristecerse y a decirle uno por uno: ¿Acaso soy yo? Y El les dijo: uno de los doce, el que moja conmigo en el plato.

Otro de los apóstoles, Lucas (22:47-48), refiere el acto que se convertirá en icono de la traición, el beso: “mientras todavía estaba El hablando, he aquí, {llegó} una multitud, y el que se llamaba Judas, uno de los doce, iba delante de ellos, y se acercó a Jesús para besarle. Pero Jesús le dijo: Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del Hombre?”

Es en el Nuevo Testamento, donde la traición es uno de los puntos de partida de una estructura filosófica y religiosa. De hecho se desarrolla un sistema de pensamiento basado en la lealtad y en la traición. Los apóstoles Mateo (10:21), Marcos (13.12) y Lucas (21:16) retoman una idea citada por el Profeta Jeremías (12:6), y se refieren a ello de la siguiente manera: “y el hermano entregará a la muerte al hermano, y el padre al hijo; y los hijos se levantarán contra los padres, y les causarán la muerte”. La delación o traición entre las familias por motivos religiosos, encubriría la ambición y el deseo de poder y dinero, que el imperio romano facilitaría para terminar con los grupos emergentes del cristianismo.

Por eso no es casualidad que en una de las obras literarias, de importancia universal, Dante condene a los traidores al último círculo infernal, al lado de Satán. Allí estaban tres de los mayores traidores de la historia universal: Bruto, Casio y, desde luego, Judas Iscariote.

Borges, uno de los literatos cuya extraordinaria inteligencia y conocimiento sobre la historia, escribe uno de sus relatos mas estremecedores: “Las tres versiones de Judas”, en el cual “un estudioso bíblico llega a la revolucionaria, paradójica y herética conclusión de que el verdadero Jesús no es otro que Judas”.

Cito un párrafo: “Dios totalmente se hizo hombre hasta la infamia, hombre hasta la reprobación y el abismo. Para salvarnos, pudo elegir cualquiera de los destinos que traman la perpleja red de la historia; pudo ser Alejandro o Pitágoras o Rurik o Jesús; eligió un ínfimo destino: fue Judas”. En la entrega siguiente, le pondré en sus manos este relato.

Nada pertenece al pasado, dice Jung en su libro, Símbolos de transformación. De ser cierto, somos un eco generacional de conductas, que de ser personales al paso del tiempo se vuelven parte del inconsciente colectivo. Tenemos oculto lo que negamos, hasta que un día aparece

El referente de la palabra traición es global, porque ese acto existe como parte de la condición humana. En ese sentido cuando dice Heráclito, que somos lo que creamos, no podemos imaginar una conducta espontánea, sin causa y sin origen. Ya mi querido poeta, Tito Lucrecio Caro, en su larga poema, “De la naturaleza de las cosas”, escrito hace mas de dos mil años, nos ofrece una pauta del comportamiento humano, y en sus primeras líneas afirma: “porque de la nada, nada puede hacerse”. Es decir, somos pasado, y éste se convierte en presente sin una invocación de por medio.


El beso de judas. Caravaggio



A partir de ese razonamiento podemos preguntarnos ¿Somos traidores por naturaleza, o nuestra naturaleza nos traiciona? Puntualicemos, la palabra traición viene latín traditĭo. Algunos autores la explican como aquella falta que quebranta la lealtad o fidelidad que se debería guardar hacia alguien o algo. Consiste en renegar, ya sea con una acción o con un dicho, de un compromiso de lealtad. De cierto, los romanos sabían de lo que hablaban: Julio Cesar, decía “amo la traición, pero odio al traidor”, su espalda le confirmó ese entendimiento cuando Bruto lo doblegó con una puñalada, para según los historiadores, salvar a la Republica de Roma. Desde luego, el tema de la relación entre Julio Cesar y Bruto, era la lealtad. Igualmente pasó con el linaje imperial romano como Tiberio, Calígula, Claudio, Nerón quienes se distinguieron por su afán conspirativo en busca del poder.

La traición es un acto motivado, consciente, racional, por eso se considera como uno de los actos humanos mas despreciables y repulsivos. La traición no tiene fronteras ni tiempos. En el libro de los jueces (16:18), se expresa uno de los motivos: el dinero. “Viendo Dalila que él le había declarado todo {lo que había} en su corazón, mandó llamar a los príncipes de los filisteos, diciendo: Venid una vez más, porque él me ha declarado todo {lo que hay} en su corazón. Entonces los príncipes de los filisteos vinieron a ella y trajeron el dinero en sus manos”.

Paradójicamente, sobre el acto de traición prácticamente se estructura el tema del cristianismo. En el antiguo testamento, Salmos 41:9, refiere, “Aun mi íntimo amigo en quien yo confiaba, el que de mi pan comía, contra mí ha levantado su calcañar”.

En el Salmo 55:12-14, se revela el sentido que agravia la relación de confianza, de lealtad personal: “Porque no es un enemigo el que me reprocha, si así fuera, podría soportar{lo;} ni es uno que me odia el que se ha alzado contra mí, si así fuera, podría ocultarme de él; sino tú, que eres mi igual, mi compañero, mi íntimo amigo; nosotros que juntos teníamos dulce comunión, {que} con la multitud andábamos en la casa de Dios”.

Finalmente, la sentencia estrujante que siembra el escudo entre los seres humanos frente a la posibilidad de traición se manifiesta en el Salmo 118:8: Es mejor refugiarse en el Señor que confiar en el hombre.

Los Salmos se empezaron a escribir hace dos mil doscientos años aproximadamente, pero las culturas anteriores ya hablaban y se traicionaban como en el siglo XXI de nuestra era.

La traición política, también tiene sus antecedentes en Reyes 11:14, y miró, y he aquí el rey estaba de pie junto a la columna, según la costumbre, y los capitanes y los trompetas estaban al lado del rey; y todo el pueblo del país se regocijaba y tocaba trompetas. Entonces Atalía rasgó sus vestidos, y gritó: ¡Traición, traición!”

La amistad rota se destaca en el libro, Lamentaciones (1:2): “amargamente llora en la noche, y las lágrimas {corren} por sus mejillas; no hay quien la consuele entre todos sus amantes. Todos sus amigos la han traicionado, se le han convertido en enemigos”.

Sin lugar a dudas, el acto de traición de Judas a Jesús el Nazareno, es lo que da sentido al sacrificio o la redención de Jesús por la humanidad. Por eso el acto en sí mismo se convierte en un hecho despreciable, dado que traiciona los valores mas apreciados desde el punto de vista humano, como la bondad, la generosidad, la empatía con los más débiles y con los desposeídos. Solo la encarnación de los valores contrarios puede ser capaz de traicionar al redentor. El apóstol Lucas (22:3-6), refiere: Entonces Satanás entró en Judas, llamado Iscariote, que pertenecía al número de los doce.

La historia de la traición de Judas, da origen a un sentido de fidelidad religiosa, que fortalece el sentido moral de la lealtad. Pero que igualmente permea a toda la sociedad para evitar uno de los actos considerados mas ruines de la conducta. Mateo, (26:14-16) narra: “entonces uno de los doce, llamado Judas Iscariote, fue a los principales sacerdotes, y dijo: ¿Qué estáis dispuestos a darme para que yo os lo entregue? Y ellos le pesaron treinta piezas de plata”.

El apóstol Marcos (14:18-20), en su narrativa, cuenta el episodio que marcará el suceso que definirá el ejemplo nítido de la traición en la cultura occidental: “y estando sentados comiendo, Jesús dijo: En verdad os digo que uno de vosotros me entregará; el que come conmigo. Ellos comenzaron a entristecerse y a decirle uno por uno: ¿Acaso soy yo? Y El les dijo: uno de los doce, el que moja conmigo en el plato.

Otro de los apóstoles, Lucas (22:47-48), refiere el acto que se convertirá en icono de la traición, el beso: “mientras todavía estaba El hablando, he aquí, {llegó} una multitud, y el que se llamaba Judas, uno de los doce, iba delante de ellos, y se acercó a Jesús para besarle. Pero Jesús le dijo: Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del Hombre?”

Es en el Nuevo Testamento, donde la traición es uno de los puntos de partida de una estructura filosófica y religiosa. De hecho se desarrolla un sistema de pensamiento basado en la lealtad y en la traición. Los apóstoles Mateo (10:21), Marcos (13.12) y Lucas (21:16) retoman una idea citada por el Profeta Jeremías (12:6), y se refieren a ello de la siguiente manera: “y el hermano entregará a la muerte al hermano, y el padre al hijo; y los hijos se levantarán contra los padres, y les causarán la muerte”. La delación o traición entre las familias por motivos religiosos, encubriría la ambición y el deseo de poder y dinero, que el imperio romano facilitaría para terminar con los grupos emergentes del cristianismo.

Por eso no es casualidad que en una de las obras literarias, de importancia universal, Dante condene a los traidores al último círculo infernal, al lado de Satán. Allí estaban tres de los mayores traidores de la historia universal: Bruto, Casio y, desde luego, Judas Iscariote.

Borges, uno de los literatos cuya extraordinaria inteligencia y conocimiento sobre la historia, escribe uno de sus relatos mas estremecedores: “Las tres versiones de Judas”, en el cual “un estudioso bíblico llega a la revolucionaria, paradójica y herética conclusión de que el verdadero Jesús no es otro que Judas”.

Cito un párrafo: “Dios totalmente se hizo hombre hasta la infamia, hombre hasta la reprobación y el abismo. Para salvarnos, pudo elegir cualquiera de los destinos que traman la perpleja red de la historia; pudo ser Alejandro o Pitágoras o Rurik o Jesús; eligió un ínfimo destino: fue Judas”. En la entrega siguiente, le pondré en sus manos este relato.

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