/ jueves 17 de marzo de 2022

Dos Años en Suspenso por el Virus

Dos años exactos fue la duración del distanciamiento social, el tiempo que patrones y/o directores escolares enviaron a los trabajadores o educandos, respectivamente, a sus hogares, siguiendo las recomendaciones de la autoridad sanitaria y con un gran sentido de responsabilidad social para, en la medida de lo posible, cuidarnos entre todos. Hoy, con la reanudación presencial de actividades escolares, estimo, se ha cerrado un ciclo en nuestra vida individual y colectiva: el ciclo pandémico, y no porque el virus se haya ido, sino porque ya hay herramientas para enfrentarlo.

De vuelta a la realidad (¿a la nueva realidad?) hay personas felices, pero también hay quienes preferían las clases de manera telemática, por diversas razones: gastos, comodidad, traslados, entre otras.

El virus llegó para quedarse; la ventaja que hoy tenemos, con respecto a hace un par de años, es el conocimiento, tanto empírico como científico, que nos empodera y nos permite tomar decisiones. Al menos ese es el deber ser.

Sabemos que hay vacunas, más o menos efectivas, y que tenemos acceso a ellas de manera gratuita; corresponde a cada uno de nosotros decidir si nos vacunamos o no. Lo mismo con el resto de las medidas: el uso o no del cubrebocas; la adopción o no del distanciamiento social, en la medida de lo posible; el lavado frecuente de manos o no hacerlo; entre otras.

Hago votos porque, como sociedad, hayamos aprendido la durísima lección.

Francamente, tengo dudas, ya que se dice que el ser humano es el único animal que suele tropezarse dos veces con la misma piedra.

Hoy parece raro ver una escuela llena de niños; adolescentes que ya van en su último año de preparatoria y, sin embargo, acaban de conocer personalmente a sus compañeros; universidades que, de nuevo, retoman la rutina suspendida por un bienio. Seguramente la tardanza para retomar el ritmo de las actividades será menor, pero existe.

Estoy seguro, convencido y, además, de acuerdo en que la tecnología llegó para quedarse, pues acerca a los distantes abaratando costos; sin embargo, parece que, en ocasiones abusamos de ella, pues es increíble que, en algunos lugares de trabajo, los compañeros que se encuentran a menos de cinco metros de distancia, separados por un par de cubículos, se comuniquen por chat, en lugar del habla. Increíble, pero real. Espero que se modifique este hábito adquirido, pues, para determinados casos, como el referido, es mucho más efectiva la comunicación oral.

Así, pues, a dos años del confinamiento general, con la apertura de escuelas puede decirse que terminó la contingencia, al menos en esta fase, ya que se sabe que China volvió al confinamiento a treinta millones de personas por un rebrote. Al tiempo y hago votos para que todo esté bajo control y volvamos a la calidad de seres humanos, sociales y políticos por naturaleza y que los monitores sean instrumentales y excepcionales. El contacto humano es esencial.

germanrodriguez32@hotmail.com

Dos años exactos fue la duración del distanciamiento social, el tiempo que patrones y/o directores escolares enviaron a los trabajadores o educandos, respectivamente, a sus hogares, siguiendo las recomendaciones de la autoridad sanitaria y con un gran sentido de responsabilidad social para, en la medida de lo posible, cuidarnos entre todos. Hoy, con la reanudación presencial de actividades escolares, estimo, se ha cerrado un ciclo en nuestra vida individual y colectiva: el ciclo pandémico, y no porque el virus se haya ido, sino porque ya hay herramientas para enfrentarlo.

De vuelta a la realidad (¿a la nueva realidad?) hay personas felices, pero también hay quienes preferían las clases de manera telemática, por diversas razones: gastos, comodidad, traslados, entre otras.

El virus llegó para quedarse; la ventaja que hoy tenemos, con respecto a hace un par de años, es el conocimiento, tanto empírico como científico, que nos empodera y nos permite tomar decisiones. Al menos ese es el deber ser.

Sabemos que hay vacunas, más o menos efectivas, y que tenemos acceso a ellas de manera gratuita; corresponde a cada uno de nosotros decidir si nos vacunamos o no. Lo mismo con el resto de las medidas: el uso o no del cubrebocas; la adopción o no del distanciamiento social, en la medida de lo posible; el lavado frecuente de manos o no hacerlo; entre otras.

Hago votos porque, como sociedad, hayamos aprendido la durísima lección.

Francamente, tengo dudas, ya que se dice que el ser humano es el único animal que suele tropezarse dos veces con la misma piedra.

Hoy parece raro ver una escuela llena de niños; adolescentes que ya van en su último año de preparatoria y, sin embargo, acaban de conocer personalmente a sus compañeros; universidades que, de nuevo, retoman la rutina suspendida por un bienio. Seguramente la tardanza para retomar el ritmo de las actividades será menor, pero existe.

Estoy seguro, convencido y, además, de acuerdo en que la tecnología llegó para quedarse, pues acerca a los distantes abaratando costos; sin embargo, parece que, en ocasiones abusamos de ella, pues es increíble que, en algunos lugares de trabajo, los compañeros que se encuentran a menos de cinco metros de distancia, separados por un par de cubículos, se comuniquen por chat, en lugar del habla. Increíble, pero real. Espero que se modifique este hábito adquirido, pues, para determinados casos, como el referido, es mucho más efectiva la comunicación oral.

Así, pues, a dos años del confinamiento general, con la apertura de escuelas puede decirse que terminó la contingencia, al menos en esta fase, ya que se sabe que China volvió al confinamiento a treinta millones de personas por un rebrote. Al tiempo y hago votos para que todo esté bajo control y volvamos a la calidad de seres humanos, sociales y políticos por naturaleza y que los monitores sean instrumentales y excepcionales. El contacto humano es esencial.

germanrodriguez32@hotmail.com