/ domingo 30 de agosto de 2020

El Compositor y el Virtuoso

A la memoria del Dr. Salvador Guerra Jiménez.

“El violín es el símbolo principal, el arco es algo personal pero el violín es el alma de la humanidad”

Yehudi Menuhim.

Muchacho inquieto y protagonista se desenvolvía alegre por las calles de Viena. En 1794 cuando Beethoven lo escuchó tocar el violín por primera vez tenía catorce años. El compositor le escribió: “Continúe por el camino que ya ha hecho un recorrido tan admirable y magnífico (…) mis mejores deseos para su felicidad, estimado muchacho, y regrese pronto para que pueda oír nuevamente su límpida y magnífica ejecución.”

Veinte años menor que Beethoven, Franz Clement se convirtió uno de sus pocos amigos. Franz estaba dotado de una memoria musical formidable, era además, un músico completo. Una ocasión interpretó a la perfección complejos fragmentos del oratorio “La Creación” de Haydn después de oír la obra en solamente dos ensayos. Asimismo, sin tener la partitura al frente hizo una versión al piano de la misma.

Clement correspondió las esperanzas del insigne músico. Beethoven no podía perder ese talento y aprovechó la oportunidad en 1806 cuando Clement le pidió componer un concierto para una función de beneficio. Lo aceptó porque él era uno de los pocos músicos de Viena que apreciaba. Beethoven no era violinista, por lo que hizo a un lado su arrogante personalidad para confiar en la experiencia y habilidad de Clement con innumerables consultas para figurarlo en el pentagrama.

Como era frecuente, la obra quedó terminada en el último minuto, no hubo tiempo para un ensayo con toda la orquesta. El debut no fue convincente pero tampoco un fracaso. Para evitarlo, Clement, protagonista al fin, sin consentimiento del autor y para mantener el interés del público, tocó una sonata de su propia hechura entre el primero y segundo movimiento ¡utilizando una sola cuerda del violín que sostenía al revés! La exhibición ególatra de Clement no fue la que salvó el concierto ni la causa de la reacción tibia del público.

La obra, el Concierto para violín y orquesta en re mayor opus 6l y el único para violín que Beethoven compuso, se interpretó un año después con mejor aceptación para caer en el olvido con escasos conciertos durante 40 años. El violinista Joseph Joachim lo rescató bajo la batuta de Félix Mendelsshon.

Años después de la muerte de Beethoven, el Concierto para violín y orquesta en re mayor opus 61 es un diamante entre, a mi parecer, los más bellos conciertos para violín. El Num. 1 BWV 1042 de Bach; el 5 K219 de Mozart; el 1 Op.. 6 de Paganini; el Op. 64 de Mendelsshon; el Op. 77 de Brahms; el Op. 26 de Bruch y el Op. 35 de Tchaikovsky,

A la memoria del Dr. Salvador Guerra Jiménez.

“El violín es el símbolo principal, el arco es algo personal pero el violín es el alma de la humanidad”

Yehudi Menuhim.

Muchacho inquieto y protagonista se desenvolvía alegre por las calles de Viena. En 1794 cuando Beethoven lo escuchó tocar el violín por primera vez tenía catorce años. El compositor le escribió: “Continúe por el camino que ya ha hecho un recorrido tan admirable y magnífico (…) mis mejores deseos para su felicidad, estimado muchacho, y regrese pronto para que pueda oír nuevamente su límpida y magnífica ejecución.”

Veinte años menor que Beethoven, Franz Clement se convirtió uno de sus pocos amigos. Franz estaba dotado de una memoria musical formidable, era además, un músico completo. Una ocasión interpretó a la perfección complejos fragmentos del oratorio “La Creación” de Haydn después de oír la obra en solamente dos ensayos. Asimismo, sin tener la partitura al frente hizo una versión al piano de la misma.

Clement correspondió las esperanzas del insigne músico. Beethoven no podía perder ese talento y aprovechó la oportunidad en 1806 cuando Clement le pidió componer un concierto para una función de beneficio. Lo aceptó porque él era uno de los pocos músicos de Viena que apreciaba. Beethoven no era violinista, por lo que hizo a un lado su arrogante personalidad para confiar en la experiencia y habilidad de Clement con innumerables consultas para figurarlo en el pentagrama.

Como era frecuente, la obra quedó terminada en el último minuto, no hubo tiempo para un ensayo con toda la orquesta. El debut no fue convincente pero tampoco un fracaso. Para evitarlo, Clement, protagonista al fin, sin consentimiento del autor y para mantener el interés del público, tocó una sonata de su propia hechura entre el primero y segundo movimiento ¡utilizando una sola cuerda del violín que sostenía al revés! La exhibición ególatra de Clement no fue la que salvó el concierto ni la causa de la reacción tibia del público.

La obra, el Concierto para violín y orquesta en re mayor opus 6l y el único para violín que Beethoven compuso, se interpretó un año después con mejor aceptación para caer en el olvido con escasos conciertos durante 40 años. El violinista Joseph Joachim lo rescató bajo la batuta de Félix Mendelsshon.

Años después de la muerte de Beethoven, el Concierto para violín y orquesta en re mayor opus 61 es un diamante entre, a mi parecer, los más bellos conciertos para violín. El Num. 1 BWV 1042 de Bach; el 5 K219 de Mozart; el 1 Op.. 6 de Paganini; el Op. 64 de Mendelsshon; el Op. 77 de Brahms; el Op. 26 de Bruch y el Op. 35 de Tchaikovsky,