/ lunes 21 de octubre de 2019

El día que Masiosare Ganó la Batalla

Podría parecer antipatriota justificar la rendición en Culiacán de las fuerzas del estafo frente al crimen organizado, independientemente de filias y fobias políticas, pero no hubo otra opción frente a una estrategia de seguridad desastrosa.

El ejército, marina, policía y guardia nacional cumplieron con su misión en Sinaloa, pero sus altos mandos les quedaron pequeños y los hicieron ver como cobardes pese a que soportaron durante horas el fuego enemigo sin la llegada de apoyos con equipos de respuesta inmediata. Aún así, la orden de rendirse vino de arriba y en el ejército las órdenes no se discuten.

Soldados, policías federales y miembros de la Guardia Nacional cumplieron con su deber.

En la novela “Por quién doblan las campanas” Hemingway explica cómo las guerras se pierden no desde el campo de batalla, sino detrás de los escritorios, en la burocracia que toma decisiones erráticas y sin coordinación entre la estrategia, los recursos económicos (siempre el cochino dinero que nada vale) y la logística. Así fue como el ejército republicano dejó pasar el factor sorpresa de una ofensiva que sería decisiva en la Guerra Civil Española. Al final la operación se llevó a cabo por inercia, aún sabiendo que sería un fracaso una vez que se había perdido ese factor sorpresa. Y doblaron las campanas por ellos.

Hay acciones que les presentan puntos de inflexión a los gobiernos. Así como el 68 lo fue para el viejo PRI y Ayotzinapa la Kryptonita del nuevo PRIAN, Culiacán se lo marcará a la 4T.

Se cuida a la gente preservando el estado de derecho, no doblando las manos frente a los criminales.

En México puedes ser el capo de tuti capos y ser liberado, pero si te equivocas en tu declaración fiscal eres parte del crimen organizado y te haces acreedor a unos tehuacanazos por la nariz, toques en los testículos, y hasta un novio en un penal de alta seguridad en lo que demuestras tu inocencia.

Si acaso existía algún anteproyecto de combate al crimen (porque un plan buen trazado es evidente que no hay), este anteproyecto acaba de perder el rumbo y por lo tanto urge replantear la estrategia que había sido más mediática que técnica y hasta el día anterior a cuando masiosare, un extraño enemigo, puso en jaque al estado mexicano en Culiacán, había consistido en culpar a las administraciones anteriores.

Hoy tiene que aceptar esta administración, ya con 11 meses en el gobierno, que un grupo de Boy scouts hubiese hecho mejor papel, y no lo digo por nuestros soldados, marinos y policías, sino por el Aguayón Mafafas (zorro del desierto de los Leones) y el (castor) Juan Garrison que dieron la orden de capturar al hijo del Chapo, tal vez esperando asestar un golpe mediático, cosa que por cierto lograron porque fue primera plana la ineficiencia del Estado Mexicano en los periódicos del mundo.

Me queda claro, luego de armar un rompecabezas con la poca información que se tiene y que ha fluido a cuentagotas, que no hubo otra opción que soltar al objetivo asegurado: se tenían de rehenes a población civil y a familiares de militares, policías y políticos. Haber claudicado para evitar una masacre de inocentes fue la decisión menos peor, pero la causalidad principal del fracaso fue un operativo planeado con las patas desde el gabinete de seguridad de la 4T (que más bien parecen personajes de los Polivoces y Mr Bean) y quienes tendrán que cargar con el estigma de la derrota, no las fuerzas armadas ni las policiacas que se limitaron a cumplir órdenes en un sistema de mando totalmente vertical.

Y conste que no escribo sentado en un mullido sillón desde la Ciudad de México, lo hago también en el frente de batalla, desde un lugar duramente golpeado por el crimen, pero por lo mismo, también, si no se van a hacer bien las cosas, les suplico que mejor no nos ayuden Juan Garrison ni Aguayón Mafafas y nos dejen así. Definitivamente estamos más seguros sin su intervención. Ya veremos qué hacemos para cuidarnos, seguramente no salir de casa y paralizar la economía, para que no sea por nosotros los próximos por quien doblen las campanas.

Podría parecer antipatriota justificar la rendición en Culiacán de las fuerzas del estafo frente al crimen organizado, independientemente de filias y fobias políticas, pero no hubo otra opción frente a una estrategia de seguridad desastrosa.

El ejército, marina, policía y guardia nacional cumplieron con su misión en Sinaloa, pero sus altos mandos les quedaron pequeños y los hicieron ver como cobardes pese a que soportaron durante horas el fuego enemigo sin la llegada de apoyos con equipos de respuesta inmediata. Aún así, la orden de rendirse vino de arriba y en el ejército las órdenes no se discuten.

Soldados, policías federales y miembros de la Guardia Nacional cumplieron con su deber.

En la novela “Por quién doblan las campanas” Hemingway explica cómo las guerras se pierden no desde el campo de batalla, sino detrás de los escritorios, en la burocracia que toma decisiones erráticas y sin coordinación entre la estrategia, los recursos económicos (siempre el cochino dinero que nada vale) y la logística. Así fue como el ejército republicano dejó pasar el factor sorpresa de una ofensiva que sería decisiva en la Guerra Civil Española. Al final la operación se llevó a cabo por inercia, aún sabiendo que sería un fracaso una vez que se había perdido ese factor sorpresa. Y doblaron las campanas por ellos.

Hay acciones que les presentan puntos de inflexión a los gobiernos. Así como el 68 lo fue para el viejo PRI y Ayotzinapa la Kryptonita del nuevo PRIAN, Culiacán se lo marcará a la 4T.

Se cuida a la gente preservando el estado de derecho, no doblando las manos frente a los criminales.

En México puedes ser el capo de tuti capos y ser liberado, pero si te equivocas en tu declaración fiscal eres parte del crimen organizado y te haces acreedor a unos tehuacanazos por la nariz, toques en los testículos, y hasta un novio en un penal de alta seguridad en lo que demuestras tu inocencia.

Si acaso existía algún anteproyecto de combate al crimen (porque un plan buen trazado es evidente que no hay), este anteproyecto acaba de perder el rumbo y por lo tanto urge replantear la estrategia que había sido más mediática que técnica y hasta el día anterior a cuando masiosare, un extraño enemigo, puso en jaque al estado mexicano en Culiacán, había consistido en culpar a las administraciones anteriores.

Hoy tiene que aceptar esta administración, ya con 11 meses en el gobierno, que un grupo de Boy scouts hubiese hecho mejor papel, y no lo digo por nuestros soldados, marinos y policías, sino por el Aguayón Mafafas (zorro del desierto de los Leones) y el (castor) Juan Garrison que dieron la orden de capturar al hijo del Chapo, tal vez esperando asestar un golpe mediático, cosa que por cierto lograron porque fue primera plana la ineficiencia del Estado Mexicano en los periódicos del mundo.

Me queda claro, luego de armar un rompecabezas con la poca información que se tiene y que ha fluido a cuentagotas, que no hubo otra opción que soltar al objetivo asegurado: se tenían de rehenes a población civil y a familiares de militares, policías y políticos. Haber claudicado para evitar una masacre de inocentes fue la decisión menos peor, pero la causalidad principal del fracaso fue un operativo planeado con las patas desde el gabinete de seguridad de la 4T (que más bien parecen personajes de los Polivoces y Mr Bean) y quienes tendrán que cargar con el estigma de la derrota, no las fuerzas armadas ni las policiacas que se limitaron a cumplir órdenes en un sistema de mando totalmente vertical.

Y conste que no escribo sentado en un mullido sillón desde la Ciudad de México, lo hago también en el frente de batalla, desde un lugar duramente golpeado por el crimen, pero por lo mismo, también, si no se van a hacer bien las cosas, les suplico que mejor no nos ayuden Juan Garrison ni Aguayón Mafafas y nos dejen así. Definitivamente estamos más seguros sin su intervención. Ya veremos qué hacemos para cuidarnos, seguramente no salir de casa y paralizar la economía, para que no sea por nosotros los próximos por quien doblen las campanas.

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