/ martes 6 de marzo de 2018

EL DIOSERO … con mi hermana Gloria

EL DIOSERO

                 … con  mi hermana Gloria

Carlos Martínez Inda

Queridos amigos: hoy me sale como explosión emocional platicarles de un pequeño libro que me saltó solito a mis manos. Me lo obsequió mi hermana Gloria el día de mi santo de 1986.

Estoy en el proceso de desbaratar mi diminuta biblioteca y me siento triste por ello, por no poder conservarla. Me acerqué a la sección de libros que me han hecho favor de obsequiarme, los más con dedicatoria y me encuentro inexplicablemente salido de su lugar el libro que ella me dio y la única razón que entra a mi caletre es que mi hermana quiso hacerse presente para consolarme en esos, mis momentos de nostalgia.

Lo comencé a hojear y los recuerdos se me vinieron en tropel, platiqué un ratito con ella a través de las páginas del libro y fue entonces que me decidí a darle un espacio en estas charlas como constancia de la alegría de tener el libro y a ella, en mis manos.

El libro es un enjambre de bellos cuentos salidos de la pluma de Francisco Rojas González, laureado escritor y antropólogo, historias desarrolladas en las distintas regiones del país, enseñándonos la vida y costumbres de los núcleos indígenas en su propio ambiente. Quiso el autor llamarle al libro “El diosero” probablemente por titularse así uno de los cuentos que contiene el libro.

Pero… volvamos al principio… ¿por qué desbaratar mi biblioteca?

El nido que cobijó la felicidad familiar durante muchos años, testigo del crecimiento y desarrollo de mis hijos, ya nos quedó grande para mi Becos y yo; cumpliendo la ley de la vida, nos hemos quedado solos como hace 72 años que comenzamos a tejer nuestras ilusiones y hace 65 años cuando sembramos los cimientos de la familia. Decidimos, pues, buscar y cambiarnos a un nuevo nido, pequeño, sólo para dos tórtolos enamorados.

En el nuevo hogar cabe si acaso el 10% de mis querencias intelectuales. ¿Seleccionar libros? Imposible, me voy llevando los que recuerdo que me hicieron felices en nuestra conversación y esto con un cernidor muy fino. Los demás, algunos han encontrado herederos y el destino de los otros ya Dios les encontrará dueño.

Explicado el motivo de la desbaratada y el porqué del libro, me preparo a charlar con ustedes. Coloco en un aparato reproductor el disco de Reynolds Peña y su orquesta llamado “Fiesta Caribeña”, el que por cierto te recomiendo y al compás de “Chachita” y “El cumbanchero” mis dedos comienzan a charlar con el libro, con Gloria mi hermana y contigo…

Indico: entrecomillo los textos copiados del libro.

Doce cuentos forman el tomo. Relatos exquisitos difíciles de seleccionar. Me decido por el llamado “Las vacas de Quiviquinta” que relata las experiencias de un matrimonio de un núcleo indígena de coras.

Él se llama Esteban Luna, “mozo lozano y bien puesto”; ella se llama Martina, “joven también, un poco rolliza pero sana y frescachona, que sonreía a la caricia filial de una pequeñuela, pendiente de labios y manecitas de un pecho carnudo, abundante y moreno como cantarito de barro.”

Pero… “los perros de Quiviquinta tenían hambre…iban en manadas gruñendo a la luna, ladrando al sol, porque los perros de Quiviquinta tenían hambre… y también tenían hambre los hombres, la mujeres y los niños de Quiviquinta porque en las trojes se había agotado el grano…las milpas amarillearon antes del jiloteo y el agua hizo charcas en la raíz de la mata… el agua de las nubes y el agua llovida de los ojos en lágrimas.”

Le decía Esteban a Martina: “Lo malo es que para el año que entra ni semilla tendremos, dichosa ella –señalando a la niña- que tiene mucho de donde y de qué comer…”Mañana me voy para Acaponeta en busca de trabajo…” “No Esteban, protestó ella… qué haríamos sin ti ella y yo…”

En voz alta, pensaba Evaristo: “… la están pasando regular quienes tienen animalitos… nosotros ya echamos a la olla el gallo…a´i andan las gallinas sólidas y viudas, escarbando la tierra… el huevito de tierra que dejan es para Martina, ella está criando y hay que sustanciarla a como dé lugar… siento haber vendido la vaquilla… a estas horas ya estaría parida y dando leche…” “…todo fue para habilitarnos el apero… mercar la coa… alquilaste dos yuntas… y pagaste pioncitos para la escarda…” habló ella.

“Es jueves, día de plaza en Quiviquinta. Esteban y Martina, limpiecitos de cuerpo y ropa van al mercado… obedeciendo a una costumbre...;  al pasar por la casa de don Remigio, miran… cómo un peón ordeña una vaca enclenque…” y Esteban comenta: ”Bien´haigan los ricos…no pasarán hambres… tiene tres vacas… tendrán modo de sembrar el año que entra…”

La niña llora…Martina… alza su blusa hasta el cuello y deja al aire los categóricos, los hermosos pechos morenos, trémulos como  un par de odres a reventar. La niña se prende a uno de ellos… Martina, casta como una matrona bíblica, deja mamar a la hija…”

Como cosa rara en el pueblo, aparece un automóvil que se detiene en las cercanías de la plaza… del que se apea una pareja… él alto, fuerte, de aspecto próspero y gesto orgulloso; ella menuda, debilucha…tímida…se detienen en seco frente a Esteban y Martina…quien se echa el rebozo sobre sus senos…pero ellos ya la habían visto…

“Ésa, yo quiero ésa, está magnifica…” dice la mujer a su pareja…el hombre se entusiasma y hace el ofrecimiento ”Eh, tú, ¿no quieres irte con nosotros? Te llevaremos de nodriza a Tepic para que nos críes a nuestro hijito?... veinte pesos mensuales, buena comida, buena cama, buen trato”. Martina queda embobada…¡NO! responde Esteban… veinticinco pesos cada mes, dice el hombre… ¡NO! dice Esteban… y el otro revira: cincuenta pesos e inesperadamente se oye la voz de Martina: “¿Da setenta y cinco pesos? y me lleva a media leche?”

Esteban quiere terciar en la oferta pero no lo dejan “Setenta y cinco de leche entera… ¿quieres”. Esteban  se quedó de una pieza, trata de intervenir pero Martina le tapa la boca con su  mano.

“¡Quiero!” –responde ella y luego al marido mientras le entrega a su hijita- anda, la crías con leche de cabra mediada con arroz… a los niños pobres todo les asienta, Yo y ella estamos obligadas a ayudarte.”

Martina con gesto que quiere ser alegre dice para quien quiera oír “Si don Remigio tienes sus vacas de donde sacar el avío para el año que entra, tú, Esteban, también tienes la tuya… y más rendidora. Sembraremos el año que entra toda la parcela, porque yo conseguiré el avío.”

“Estas indias coras -acota el hombre- tienen fama de ser muy buenas lecheras”.

Gracias mi Gloriosa por haberte hecho presente… te abrazo con amor…

Mi correo: abuelitocarlos@hotmail. 

Si Dios lo permite, nos encontraremos el próximo martes

EL DIOSERO

                 … con  mi hermana Gloria

Carlos Martínez Inda

Queridos amigos: hoy me sale como explosión emocional platicarles de un pequeño libro que me saltó solito a mis manos. Me lo obsequió mi hermana Gloria el día de mi santo de 1986.

Estoy en el proceso de desbaratar mi diminuta biblioteca y me siento triste por ello, por no poder conservarla. Me acerqué a la sección de libros que me han hecho favor de obsequiarme, los más con dedicatoria y me encuentro inexplicablemente salido de su lugar el libro que ella me dio y la única razón que entra a mi caletre es que mi hermana quiso hacerse presente para consolarme en esos, mis momentos de nostalgia.

Lo comencé a hojear y los recuerdos se me vinieron en tropel, platiqué un ratito con ella a través de las páginas del libro y fue entonces que me decidí a darle un espacio en estas charlas como constancia de la alegría de tener el libro y a ella, en mis manos.

El libro es un enjambre de bellos cuentos salidos de la pluma de Francisco Rojas González, laureado escritor y antropólogo, historias desarrolladas en las distintas regiones del país, enseñándonos la vida y costumbres de los núcleos indígenas en su propio ambiente. Quiso el autor llamarle al libro “El diosero” probablemente por titularse así uno de los cuentos que contiene el libro.

Pero… volvamos al principio… ¿por qué desbaratar mi biblioteca?

El nido que cobijó la felicidad familiar durante muchos años, testigo del crecimiento y desarrollo de mis hijos, ya nos quedó grande para mi Becos y yo; cumpliendo la ley de la vida, nos hemos quedado solos como hace 72 años que comenzamos a tejer nuestras ilusiones y hace 65 años cuando sembramos los cimientos de la familia. Decidimos, pues, buscar y cambiarnos a un nuevo nido, pequeño, sólo para dos tórtolos enamorados.

En el nuevo hogar cabe si acaso el 10% de mis querencias intelectuales. ¿Seleccionar libros? Imposible, me voy llevando los que recuerdo que me hicieron felices en nuestra conversación y esto con un cernidor muy fino. Los demás, algunos han encontrado herederos y el destino de los otros ya Dios les encontrará dueño.

Explicado el motivo de la desbaratada y el porqué del libro, me preparo a charlar con ustedes. Coloco en un aparato reproductor el disco de Reynolds Peña y su orquesta llamado “Fiesta Caribeña”, el que por cierto te recomiendo y al compás de “Chachita” y “El cumbanchero” mis dedos comienzan a charlar con el libro, con Gloria mi hermana y contigo…

Indico: entrecomillo los textos copiados del libro.

Doce cuentos forman el tomo. Relatos exquisitos difíciles de seleccionar. Me decido por el llamado “Las vacas de Quiviquinta” que relata las experiencias de un matrimonio de un núcleo indígena de coras.

Él se llama Esteban Luna, “mozo lozano y bien puesto”; ella se llama Martina, “joven también, un poco rolliza pero sana y frescachona, que sonreía a la caricia filial de una pequeñuela, pendiente de labios y manecitas de un pecho carnudo, abundante y moreno como cantarito de barro.”

Pero… “los perros de Quiviquinta tenían hambre…iban en manadas gruñendo a la luna, ladrando al sol, porque los perros de Quiviquinta tenían hambre… y también tenían hambre los hombres, la mujeres y los niños de Quiviquinta porque en las trojes se había agotado el grano…las milpas amarillearon antes del jiloteo y el agua hizo charcas en la raíz de la mata… el agua de las nubes y el agua llovida de los ojos en lágrimas.”

Le decía Esteban a Martina: “Lo malo es que para el año que entra ni semilla tendremos, dichosa ella –señalando a la niña- que tiene mucho de donde y de qué comer…”Mañana me voy para Acaponeta en busca de trabajo…” “No Esteban, protestó ella… qué haríamos sin ti ella y yo…”

En voz alta, pensaba Evaristo: “… la están pasando regular quienes tienen animalitos… nosotros ya echamos a la olla el gallo…a´i andan las gallinas sólidas y viudas, escarbando la tierra… el huevito de tierra que dejan es para Martina, ella está criando y hay que sustanciarla a como dé lugar… siento haber vendido la vaquilla… a estas horas ya estaría parida y dando leche…” “…todo fue para habilitarnos el apero… mercar la coa… alquilaste dos yuntas… y pagaste pioncitos para la escarda…” habló ella.

“Es jueves, día de plaza en Quiviquinta. Esteban y Martina, limpiecitos de cuerpo y ropa van al mercado… obedeciendo a una costumbre...;  al pasar por la casa de don Remigio, miran… cómo un peón ordeña una vaca enclenque…” y Esteban comenta: ”Bien´haigan los ricos…no pasarán hambres… tiene tres vacas… tendrán modo de sembrar el año que entra…”

La niña llora…Martina… alza su blusa hasta el cuello y deja al aire los categóricos, los hermosos pechos morenos, trémulos como  un par de odres a reventar. La niña se prende a uno de ellos… Martina, casta como una matrona bíblica, deja mamar a la hija…”

Como cosa rara en el pueblo, aparece un automóvil que se detiene en las cercanías de la plaza… del que se apea una pareja… él alto, fuerte, de aspecto próspero y gesto orgulloso; ella menuda, debilucha…tímida…se detienen en seco frente a Esteban y Martina…quien se echa el rebozo sobre sus senos…pero ellos ya la habían visto…

“Ésa, yo quiero ésa, está magnifica…” dice la mujer a su pareja…el hombre se entusiasma y hace el ofrecimiento ”Eh, tú, ¿no quieres irte con nosotros? Te llevaremos de nodriza a Tepic para que nos críes a nuestro hijito?... veinte pesos mensuales, buena comida, buena cama, buen trato”. Martina queda embobada…¡NO! responde Esteban… veinticinco pesos cada mes, dice el hombre… ¡NO! dice Esteban… y el otro revira: cincuenta pesos e inesperadamente se oye la voz de Martina: “¿Da setenta y cinco pesos? y me lleva a media leche?”

Esteban quiere terciar en la oferta pero no lo dejan “Setenta y cinco de leche entera… ¿quieres”. Esteban  se quedó de una pieza, trata de intervenir pero Martina le tapa la boca con su  mano.

“¡Quiero!” –responde ella y luego al marido mientras le entrega a su hijita- anda, la crías con leche de cabra mediada con arroz… a los niños pobres todo les asienta, Yo y ella estamos obligadas a ayudarte.”

Martina con gesto que quiere ser alegre dice para quien quiera oír “Si don Remigio tienes sus vacas de donde sacar el avío para el año que entra, tú, Esteban, también tienes la tuya… y más rendidora. Sembraremos el año que entra toda la parcela, porque yo conseguiré el avío.”

“Estas indias coras -acota el hombre- tienen fama de ser muy buenas lecheras”.

Gracias mi Gloriosa por haberte hecho presente… te abrazo con amor…

Mi correo: abuelitocarlos@hotmail. 

Si Dios lo permite, nos encontraremos el próximo martes

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