/ lunes 14 de enero de 2019

El efecto mariposa

El período de transición por el que atraviesa México ha provocado diversas reacciones. A pesar de las esperanzas en que las situación cambie de forma favorable, algunas de las primeras decisiones no han sido del todo bien vistas. Para nadie es desconocido que López Obrador recibe a un México en terapia intensiva, pero debe transitar en el rediseño de las instituciones con una estrategia bien definida, propia de un estadista y no de un tahúr.

Por desgracia, nuestra democracia está socavada por caminos subterráneos, sótanos y alcantarillas, sobre cuyas conexiones nadie reflexiona hasta que se ve afectado. Uno no repara en la inseguridad hasta que pierde a alguien querido, en la corrupción hasta que le toca “ponerse la del Puebla”, o en los despojos patrimoniales a la nación como el huachicoleo hasta cuando se detiene el abasto de combustibles. Necesitamos descender solo una escalera del sótano para sentirnos aludidos, agredidos, damnificados. Es en este momento cuando los juicios comúnmente aceptados (como que la corrupción es cultural), ya no se sostienen. La inevitable atrofia del sentido común a través de generaciones, que convierte a países enteros en discapacitados, tarde o temprano pasa factura.

Como mi automóvil funciona con diésel, no me he visto mayormente afectado por el desabasto de gasolinas magna y premium (por ahora), y tuve la oportunidad de constatar que las calles de las ciudades vecinas del Bajío se ven más tristes que caravanas de camellos deshidratados. Eso ocasiona la parálisis de la economía también: en Michoacán se les está pudriendo el aguacate, en Guanajuato no llegan los suministros para la industria automotriz, de la Ciudad de México no salen los acostumbrados turistas de fin de semana a los estados vecinos. Todo es merma, situación que no se veía desde la epidemia de la Influenza AH1N1.

El actual desabasto de combustibles que nos ha heredado la corrupción en las más altas esferas de la mayor empresa del país debe ser un llamado a la introspección de la sociedad donde uno de nuestros aforismos es “el que no transa no avanza”.

También el actual gobierno debe replantear sus estrategias, no se puede continuar dirigiendo al ensayo y error, ya que si se tratara de una guerra contra otro país (hasta el más pequeño de Centroamérica), ya la hubiésemos perdido desde hace más de dos semanas por la mala planeación que se le ha visto en sus primeros días de gobierno.

El período de transición por el que atraviesa México ha provocado diversas reacciones. A pesar de las esperanzas en que las situación cambie de forma favorable, algunas de las primeras decisiones no han sido del todo bien vistas. Para nadie es desconocido que López Obrador recibe a un México en terapia intensiva, pero debe transitar en el rediseño de las instituciones con una estrategia bien definida, propia de un estadista y no de un tahúr.

Por desgracia, nuestra democracia está socavada por caminos subterráneos, sótanos y alcantarillas, sobre cuyas conexiones nadie reflexiona hasta que se ve afectado. Uno no repara en la inseguridad hasta que pierde a alguien querido, en la corrupción hasta que le toca “ponerse la del Puebla”, o en los despojos patrimoniales a la nación como el huachicoleo hasta cuando se detiene el abasto de combustibles. Necesitamos descender solo una escalera del sótano para sentirnos aludidos, agredidos, damnificados. Es en este momento cuando los juicios comúnmente aceptados (como que la corrupción es cultural), ya no se sostienen. La inevitable atrofia del sentido común a través de generaciones, que convierte a países enteros en discapacitados, tarde o temprano pasa factura.

Como mi automóvil funciona con diésel, no me he visto mayormente afectado por el desabasto de gasolinas magna y premium (por ahora), y tuve la oportunidad de constatar que las calles de las ciudades vecinas del Bajío se ven más tristes que caravanas de camellos deshidratados. Eso ocasiona la parálisis de la economía también: en Michoacán se les está pudriendo el aguacate, en Guanajuato no llegan los suministros para la industria automotriz, de la Ciudad de México no salen los acostumbrados turistas de fin de semana a los estados vecinos. Todo es merma, situación que no se veía desde la epidemia de la Influenza AH1N1.

El actual desabasto de combustibles que nos ha heredado la corrupción en las más altas esferas de la mayor empresa del país debe ser un llamado a la introspección de la sociedad donde uno de nuestros aforismos es “el que no transa no avanza”.

También el actual gobierno debe replantear sus estrategias, no se puede continuar dirigiendo al ensayo y error, ya que si se tratara de una guerra contra otro país (hasta el más pequeño de Centroamérica), ya la hubiésemos perdido desde hace más de dos semanas por la mala planeación que se le ha visto en sus primeros días de gobierno.

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