“El poder para modelar el futuro de una república estará en manos del periodismo de las generaciones futuras”. Joseph Pulitzer
Exceptuando a los monjes contemplativos, eremitas y otros ascetas que voluntariamente han adoptado ese sistema de vida, agregando a algún despistado misántropo, todos los seres pensantes tenemos la necesidad de dar tiempo a la soledad para meditar y establecer la paz con uno mismo y con la vida. Si el humano tiene la necesidad de la soledad temporal, igualmente la tiene para conocer el mundo que le rodea, de ejercer el derecho a ser informado no solo de las cosas placenteras, del acontecer diario o la noticia que hace historia, también de la tragedia y del infortunio así esté del otro lado del planeta o con mayor interés si le afecta o sucede a la vuelta de la esquina.
Una herramienta poderosa del desarrollo es la capacidad de expresar ideas y emociones mediante la palabra o la escritura, siempre y cuando, directa o en potencia, sea de interés de un oyente, de un lector o público aun sabiendo que el desglose, el raciocinio o el sentir del que expone las ideas no necesariamente será compartido por los demás. Trabajar las habilidades de la comunicación abre puertas al éxito personal o de grupo, a este tenor, desalojar las ideas de la mente es estimulante para la salud mental.
Por lo contrario, ante circunstancias especiales, el camino a seguir es el de callar. Entre la prudencia, evitar el escándalo, sortear lo que puede ofender a las personas o transgredir los postulados de la ética y del otro lado la irreflexión y el chisme está el abismo de la insensatez. Hablar es fácil, pero callar requiere prudencia y dominio. Saber callar es una virtud de quien la practica, que si se sabe manejarlo, el cerrar la boca son puntos a favor del silente, puesto que habrá situaciones en que es preferible callar que proferir lo que puede ofender o derivar a una discusión inútil, bizantina, en estos casos es como aconsejaba mi mamá: “ver, oír y callar”.
Motivo de los anteriores renglones es esta semana que con júbilo se celebra el septuagésimo cuarto aniversario del nacimiento de este diario que generosamente da cabida a mi opinión y que me remonta a aquel lejano 12 de septiembre de 1949 y al primer número de El Sol del Bajío, entonces eslabón de la cadena de periódicos García Valseca que adquirí por la calle de Obregón (donde ahora está un hospital privado) yendo a la secundaria en que por cinco centavos me hice de las noticias de la época.
El Sol del Bajío, pilar que sostiene la historia de Celaya de los últimos setenta y cuatro años es un diario que ha cumplido el deber de informar con la verdad, de dejar perene los hechos que son y serán historia de nuestra ciudad y la región, páginas del ejercicio de la libertad de expresión y difusión del pensamiento y opiniones, de informar y recibir información veraz e imparcial y de alguna forma, educar y crear acceso mediante sus preciados apartados, al conocimiento, a la ciencia, a la técnica y a los bienes y valores de la cultura. A través de los editoriales, difundir el conocimiento obtenido de la observación, el análisis y reflexión sobre la naturaleza del ser y los hechos de la vida cotidiana. Generar nuevas ideas y saberes a partir de argumentos fundados en la razón.
Sirvan estas líneas para desear parabienes a ejecutivos, directores, jefes de información, redacción y publicidad; administrativos, aquellos con olor a tinta de los talleres de impresión y a todos los que de alguna forma contribuyen a integrar las páginas y las noticias de este diario. ¡enhorabuena!
flokay33@gmail.com