/ domingo 4 de abril de 2021

El Fuego Nuevo, Allelujah

Se ha encendido la yesca, la oscuridad es interrumpida por la vacilante llama del fuego nuevo. Ondea al compás simple y monódico del canto gregoriano. Flectamus genua… Levante… Oremus, Deus qui nobis sub sacamaneto mirabili passionis tuae memrorain reliquiste… Cinco veces, cinco granos de incienso que uno a uno se va incrustando en el cirio en el que se forma una cruz con la resina aromática. Tras del último, con el fuego nuevo se prende el cirio pascual. Caen los lienzos morados que cubren las imágenes de santos. El templo del Corazón de María se ilumina mientras los acólitos tañemos con vigor las campanillas al tiempo que cambiamos la sotana negra por la de un rojo vivo y cota blanca. El canto llano da paso a la música polifónica. Las campanas de la torre repican jubilosas como si corearan aleluya, aleluya. Aparecen los primeros rayos del sol, adiós tristeza, adiós luto, ¡viva la alegría!, Jesús ha resucitado. La procesión avanza hacia el altar mayor con 14 velas encendidas. Gloria in excelsis Deo, es Pascua florida.

Ochenta años después sigo fascinado con el encanto mágico del ceremonial en que terminan los días de recogimiento y meditación. Larga cuaresma con viernes de abstinencia de carne y ayuno de los mayores queda atrás junto a la semana santa. Dejamos música monódica inscrita con notas negras sobre el tetragrama. Cuatro líneas en que se pautan signos musicales en la notación cuadrada medieval. Liturgia rezada y cantada con la lengua madre, el latín, cancelado por el Concilio Vaticano segundo para dar entrada a los idiomas vernáculos. Tiempos idos que no volverán.

De pequeño no entendía por qué mi mamá Rebeca (mi abuela paterna) pía de la Tercera Orden franciscana, al llegar la Navidad felicitaba a todo el mundo con ¡feliz Pascua! si los padres españoles cordimarianos (hoy claretianos) nos enseñaron que la pascua era el tiempo de la resurrección del Señor. Pues hay dos Pascuas y ya, decía tajante. Pascua, “Fiesta de pan sin levadura” que se remonta a la salida de los judíos de Egipto guiados por Moisés después de 400 años de esclavitud.

Algo tiene de fantasía el fuego, nuestros antepasados mexicas rendían homenaje a las Pléyades, “Tianquiztli” para ellos, con la ceremonia del Fuego nuevo en Tenochtitlan, un ritual metafórico por no haberse acabado la vida en un ciclo establecido de 52 años. Las Pléyades formadas por siete luceros, las siete hermanas en un cúmulo de estrellas en la constelación de Tauro que admiramos hacia el oriente en las primeras horas de las noches invernales.

Arcaica tradición, los mayas orientaron pirámides, templos y ceremoniales hacia las Pléyades. En Perú, según un mito incaico, esas estrellas estaban habitadas por dioses. En la mitología griega las Pléyades tienen connotaciones culturales, eran las siete hijas del titán Atlas y Pleione o Pléyone, de las cuales Mérope, la más tímida, fue la única que se desposó con un humano. Otra versión señala a Pleione como una ninfa marina madre de las Pléyades.

El fuego, un elemento purificador… un elemento destructivo, ¿qué haríamos sin él?

flokay33@gmail.com

Se ha encendido la yesca, la oscuridad es interrumpida por la vacilante llama del fuego nuevo. Ondea al compás simple y monódico del canto gregoriano. Flectamus genua… Levante… Oremus, Deus qui nobis sub sacamaneto mirabili passionis tuae memrorain reliquiste… Cinco veces, cinco granos de incienso que uno a uno se va incrustando en el cirio en el que se forma una cruz con la resina aromática. Tras del último, con el fuego nuevo se prende el cirio pascual. Caen los lienzos morados que cubren las imágenes de santos. El templo del Corazón de María se ilumina mientras los acólitos tañemos con vigor las campanillas al tiempo que cambiamos la sotana negra por la de un rojo vivo y cota blanca. El canto llano da paso a la música polifónica. Las campanas de la torre repican jubilosas como si corearan aleluya, aleluya. Aparecen los primeros rayos del sol, adiós tristeza, adiós luto, ¡viva la alegría!, Jesús ha resucitado. La procesión avanza hacia el altar mayor con 14 velas encendidas. Gloria in excelsis Deo, es Pascua florida.

Ochenta años después sigo fascinado con el encanto mágico del ceremonial en que terminan los días de recogimiento y meditación. Larga cuaresma con viernes de abstinencia de carne y ayuno de los mayores queda atrás junto a la semana santa. Dejamos música monódica inscrita con notas negras sobre el tetragrama. Cuatro líneas en que se pautan signos musicales en la notación cuadrada medieval. Liturgia rezada y cantada con la lengua madre, el latín, cancelado por el Concilio Vaticano segundo para dar entrada a los idiomas vernáculos. Tiempos idos que no volverán.

De pequeño no entendía por qué mi mamá Rebeca (mi abuela paterna) pía de la Tercera Orden franciscana, al llegar la Navidad felicitaba a todo el mundo con ¡feliz Pascua! si los padres españoles cordimarianos (hoy claretianos) nos enseñaron que la pascua era el tiempo de la resurrección del Señor. Pues hay dos Pascuas y ya, decía tajante. Pascua, “Fiesta de pan sin levadura” que se remonta a la salida de los judíos de Egipto guiados por Moisés después de 400 años de esclavitud.

Algo tiene de fantasía el fuego, nuestros antepasados mexicas rendían homenaje a las Pléyades, “Tianquiztli” para ellos, con la ceremonia del Fuego nuevo en Tenochtitlan, un ritual metafórico por no haberse acabado la vida en un ciclo establecido de 52 años. Las Pléyades formadas por siete luceros, las siete hermanas en un cúmulo de estrellas en la constelación de Tauro que admiramos hacia el oriente en las primeras horas de las noches invernales.

Arcaica tradición, los mayas orientaron pirámides, templos y ceremoniales hacia las Pléyades. En Perú, según un mito incaico, esas estrellas estaban habitadas por dioses. En la mitología griega las Pléyades tienen connotaciones culturales, eran las siete hijas del titán Atlas y Pleione o Pléyone, de las cuales Mérope, la más tímida, fue la única que se desposó con un humano. Otra versión señala a Pleione como una ninfa marina madre de las Pléyades.

El fuego, un elemento purificador… un elemento destructivo, ¿qué haríamos sin él?

flokay33@gmail.com