/ jueves 11 de mayo de 2017

El futuro de Mayo.

Por Luis Esparza.

El ocaso del diez de mayo yace ya en armario del pasado una vez más; hoy comienza el primero de trescientos sesenta y cinco días hasta que volvamos a conmemorar en tierras aztecas el día de las madres. Mientras pienso y veo a las mamás que festejan sus primeros diez de mayo, pienso y veo la “espada de dolor” que quizás habrá de atravesar sus corazones a medida que pasen los días, meses y años en que los niños sigan creciendo en este México corrupto e impune, secuestrado por la violencia y con un futuro nublado y tormentoso. ¿Hasta dónde y cuándo podrán las mujeres mexicanas proteger a sus hijos bajo el seno maternal, en lo que seguramente ellas creen son las mejores enseñanzas? ¿Cuánto tiempo podrán ocultarles las prácticas corruptas en las que vivimos en este país? ¿Cuándo se darán cuenta los niños que una “propina” al señor policía y al tránsito no es más que un vil soborno a la autoridad? ¿Cuándo, los jóvenes estudiantes, sabrán que aunque su nivel educativo y económico sea bueno, sus papás habrán hecho uso del “influyentismo” para colocarlos en tal o cual escuela? ¿Cuándo entenderán que la violencia que es pan de cada día y que se reporta en la prensa no es algo que deberíamos de aceptar como si nada pasara?

Estas son las madres de nuestro México contemporáneo. Amando y protegiendo a sus bebés con ese amor que no tiene igual en este mundo, tratando de darles las mejores “armas” antes de lanzarlos al mundo, aunque en realidad nunca los suelten del todo.

Si el mero hecho de ver a un bebé tan indefenso, que confía cada uno de sus veinte diminutos dedos en su madre, el mero hecho de pensar que algo malo le pudiese pasar, que algo o alguien lo pudiese herir, si esa mera pesadilla hiere hoy a las jóvenes madres mexicanas, no quiero imaginar cuando pongan a sus hijos en el contexto de la violencia que vive nuestro país, este país en donde crecí, en donde las preocupaciones de mi madre con respecto al crimen organizado eran quizás no acercarme a las colonias de los “pandilleros”, o no salir en la “noche libre” del quince de septiembre (cuando en el pueblo los malosos solían ajustar sus cuentas a golpes y navajazos). Hoy no puedo siquiera ponerme en los zapatos de las mamás que pueden imaginarse por lo que podrían pasar sus hijos si se ven involucrados en “malos pasos”, si por la mala fortuna están en el lugar incorrecto en el momento incorrecto, si por quererles dar comodidades materiales son blancos de secuestros y extorsiones.

En todos lados se cuecen habas; hoy me toca ver y escribir sobre el fango en que se cuecen las habas aztecas, y con profundo dolor pienso en el futuro de mi México lindo y querido, de nuestros niños.

Así, con el amor más grande que he experimentado en este mundo, el de mi madre, me duele pensar en el futuro de los hijos de México. Así, con esa profunda admiración por el valor de todas ustedes mamás, mis más sinceras felicitaciones en esta ruda tarea de ser madre.

luisesparz@gmail.com

Por Luis Esparza.

El ocaso del diez de mayo yace ya en armario del pasado una vez más; hoy comienza el primero de trescientos sesenta y cinco días hasta que volvamos a conmemorar en tierras aztecas el día de las madres. Mientras pienso y veo a las mamás que festejan sus primeros diez de mayo, pienso y veo la “espada de dolor” que quizás habrá de atravesar sus corazones a medida que pasen los días, meses y años en que los niños sigan creciendo en este México corrupto e impune, secuestrado por la violencia y con un futuro nublado y tormentoso. ¿Hasta dónde y cuándo podrán las mujeres mexicanas proteger a sus hijos bajo el seno maternal, en lo que seguramente ellas creen son las mejores enseñanzas? ¿Cuánto tiempo podrán ocultarles las prácticas corruptas en las que vivimos en este país? ¿Cuándo se darán cuenta los niños que una “propina” al señor policía y al tránsito no es más que un vil soborno a la autoridad? ¿Cuándo, los jóvenes estudiantes, sabrán que aunque su nivel educativo y económico sea bueno, sus papás habrán hecho uso del “influyentismo” para colocarlos en tal o cual escuela? ¿Cuándo entenderán que la violencia que es pan de cada día y que se reporta en la prensa no es algo que deberíamos de aceptar como si nada pasara?

Estas son las madres de nuestro México contemporáneo. Amando y protegiendo a sus bebés con ese amor que no tiene igual en este mundo, tratando de darles las mejores “armas” antes de lanzarlos al mundo, aunque en realidad nunca los suelten del todo.

Si el mero hecho de ver a un bebé tan indefenso, que confía cada uno de sus veinte diminutos dedos en su madre, el mero hecho de pensar que algo malo le pudiese pasar, que algo o alguien lo pudiese herir, si esa mera pesadilla hiere hoy a las jóvenes madres mexicanas, no quiero imaginar cuando pongan a sus hijos en el contexto de la violencia que vive nuestro país, este país en donde crecí, en donde las preocupaciones de mi madre con respecto al crimen organizado eran quizás no acercarme a las colonias de los “pandilleros”, o no salir en la “noche libre” del quince de septiembre (cuando en el pueblo los malosos solían ajustar sus cuentas a golpes y navajazos). Hoy no puedo siquiera ponerme en los zapatos de las mamás que pueden imaginarse por lo que podrían pasar sus hijos si se ven involucrados en “malos pasos”, si por la mala fortuna están en el lugar incorrecto en el momento incorrecto, si por quererles dar comodidades materiales son blancos de secuestros y extorsiones.

En todos lados se cuecen habas; hoy me toca ver y escribir sobre el fango en que se cuecen las habas aztecas, y con profundo dolor pienso en el futuro de mi México lindo y querido, de nuestros niños.

Así, con el amor más grande que he experimentado en este mundo, el de mi madre, me duele pensar en el futuro de los hijos de México. Así, con esa profunda admiración por el valor de todas ustedes mamás, mis más sinceras felicitaciones en esta ruda tarea de ser madre.

luisesparz@gmail.com

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