/ sábado 19 de octubre de 2019

El Guasón

El Guasón es el producto mejor acabado de una sociedad indiferente, decadente y proclive al individualismo. Ya lo decía Rosseau hace siglos: el hombre es moralmente neutro, ni bueno ni malo, es la sociedad quien lo corrompe, a grado tal de convertirse en su propio verdugo: el hombre es el lobo del hombre (T. Hobbes, dixit). Lo anterior llama la atención, pues fue en la época, precisamente, de Rosseau (siglo XVIII) cuando triunfaron las consignas de Libertad, Igualdad y Fraternidad como principios del estado democrático, cuyo paradigma sigue vigente en el derecho positivo, pero aún pendiente de instaurarse a plenitud.

El personaje previo al Guasón es un individuo a quien la fortuna no le ha sonreído: adoptado por una persona enferma mental que permitía abusos sobre el menor, posteriormente diagnosticado con el Síndrome de Angelman, consistente en la incontinencia de la carcajada ante el nervio, situaciones embarazosas o problemáticas.

Sobreviviente de la ferocidad de Ciudad Gótica, pretende sortear con dignidad su enfermedad, ser útil a la sociedad trabajando como payaso y portando publicidad ambulante, aspira a convertirse en un gran comediante, como el que solía ver en la televisión, que él admiraba tanto y que lo decepcionó al ser objeto de sus burlas por humillarlo y exhibirlo como un payaso fracasado; guasón como ironía ante el fracaso.

El futuro Guasón vivía, en buena medida, de la asistencia social, de programas sociales de los que obtenía sus múltiples medicamentos, de esos programas gubernamentales siempre insuficientes y primeros candidatos al recorte o a la suspensión, pues en Gótica sus beneficiarios no son prioridad, eufemismo para decir que son menos valiosos para los más privilegiados, la clase que toma decisiones.

El Guasón representa la careta que usamos para proyectar la falsa idea de que estamos bien, cuando en el interior el sentimiento es el opuesto; la falsedad e hipocresía socialmente toleradas, aceptadas y recurridas.

El futuro Guasón, acostumbrado al maltrato, apreció sobremanera a la única persona que lo trató con respeto, con dignidad, a grado tal que eso le fue reconocido y le valió que le perdonara la vida. La película enseña que la sociedad tiende a ensañarse con el débil hasta que éste explota y lo hace de la peor manera.

Queda de manifiesto que no todos tenemos las mismas oportunidades, por lo que la igualdad jurídica, condición de una vida democrática, sigue siendo una aspiración; y si no hay igualdad de oportunidades, tampoco es posible tomar decisiones con plena libertad. De la fraternidad ni se diga: en la película en comento queda expuesto que no la hay, como tampoco hay solidaridad, empatía o compasión por el débil.

Lamentablemente muchas de nuestras ciudades reales se parecen a Gótica y están surgiendo nuevos guasones, enfermos, dispuestos a todo para hacerse respetar, pues el gobierno, la sociedad, los poderosos, no lo han hecho.

Película altamente recomendable. (No sale Batman ni es para niños).

germanrodriguez32@hotmail.com

El Guasón es el producto mejor acabado de una sociedad indiferente, decadente y proclive al individualismo. Ya lo decía Rosseau hace siglos: el hombre es moralmente neutro, ni bueno ni malo, es la sociedad quien lo corrompe, a grado tal de convertirse en su propio verdugo: el hombre es el lobo del hombre (T. Hobbes, dixit). Lo anterior llama la atención, pues fue en la época, precisamente, de Rosseau (siglo XVIII) cuando triunfaron las consignas de Libertad, Igualdad y Fraternidad como principios del estado democrático, cuyo paradigma sigue vigente en el derecho positivo, pero aún pendiente de instaurarse a plenitud.

El personaje previo al Guasón es un individuo a quien la fortuna no le ha sonreído: adoptado por una persona enferma mental que permitía abusos sobre el menor, posteriormente diagnosticado con el Síndrome de Angelman, consistente en la incontinencia de la carcajada ante el nervio, situaciones embarazosas o problemáticas.

Sobreviviente de la ferocidad de Ciudad Gótica, pretende sortear con dignidad su enfermedad, ser útil a la sociedad trabajando como payaso y portando publicidad ambulante, aspira a convertirse en un gran comediante, como el que solía ver en la televisión, que él admiraba tanto y que lo decepcionó al ser objeto de sus burlas por humillarlo y exhibirlo como un payaso fracasado; guasón como ironía ante el fracaso.

El futuro Guasón vivía, en buena medida, de la asistencia social, de programas sociales de los que obtenía sus múltiples medicamentos, de esos programas gubernamentales siempre insuficientes y primeros candidatos al recorte o a la suspensión, pues en Gótica sus beneficiarios no son prioridad, eufemismo para decir que son menos valiosos para los más privilegiados, la clase que toma decisiones.

El Guasón representa la careta que usamos para proyectar la falsa idea de que estamos bien, cuando en el interior el sentimiento es el opuesto; la falsedad e hipocresía socialmente toleradas, aceptadas y recurridas.

El futuro Guasón, acostumbrado al maltrato, apreció sobremanera a la única persona que lo trató con respeto, con dignidad, a grado tal que eso le fue reconocido y le valió que le perdonara la vida. La película enseña que la sociedad tiende a ensañarse con el débil hasta que éste explota y lo hace de la peor manera.

Queda de manifiesto que no todos tenemos las mismas oportunidades, por lo que la igualdad jurídica, condición de una vida democrática, sigue siendo una aspiración; y si no hay igualdad de oportunidades, tampoco es posible tomar decisiones con plena libertad. De la fraternidad ni se diga: en la película en comento queda expuesto que no la hay, como tampoco hay solidaridad, empatía o compasión por el débil.

Lamentablemente muchas de nuestras ciudades reales se parecen a Gótica y están surgiendo nuevos guasones, enfermos, dispuestos a todo para hacerse respetar, pues el gobierno, la sociedad, los poderosos, no lo han hecho.

Película altamente recomendable. (No sale Batman ni es para niños).

germanrodriguez32@hotmail.com