/ domingo 14 de agosto de 2022

El Infierno De Dante

“Si se rinden al crimen y a la corrupción, están condenando al país a la ignominia más desesperante y atroz” Javier Sicilia.

En su marcha al infierno, Dante cruza uno a uno nueve círculos, conforme avanza a la profundidad, es mayor la maldad y la condena al suplicio eterno. El séptimo círculo es el espacio de los violentos, un páramo cruzado por el infernal Flegetonte, el río de fuego de la mitología griega. El poeta italiano lo describe como “La riviera del sangue in la qual bolle ual che per violenza in altrui noccia” traducido como “El río de sangre en el que trajinan las almas de quienes dañaron a otros con violencia”.

Séptimo círculo con tres cercos, el primero destinado a los criminales que ejercieron violencia al prójimo; el segundo los que se infringieron daño a sí mismos y el tercero los que atentaron contra la naturaleza, contra el arte, además de lugar para los usureros. La obra cumbre del vate florentino muestra una visión mítica y poética, un fenómeno que cambia de formas e ideas, un monstruo con diferentes caras.

A la vista de los sucesos acaecidos el martes pasado en Jalisco y en el corredor industrial de Guanajuato, me atrajo hojear el volumen de los Greatest Books donde está “La Divina Comedia” de Dante Alighieri y explorar el cerco del círculo donde deberían estar los criminales de hoy, además de plantear un par de preguntas. ¿Vivimos en un mundo intrínsecamente violento? ¿Es el humano violento por naturaleza? Respuestas que difieren de quien lo analiza y responde. Si nos remontamos a la Biblia, el primer crimen fue el de Caín cuando mató a su hermano Abel valiéndose de una quijada de burro. Sin embargo, el que siempre haya habido reyertas entre dos, pendencias entre familias o tribus que terminan en daño corporal y guerras entre naciones, jamás se debe aceptar la conducta criminal.

La violencia y las amenazas que agobian a nuestro atribulado país no se pueden ver únicamente como perjuicio físico a las personas o al patrimonio, no solo es un problema que implican lesiones, daño económico, psicológico y moral individual o colectivo, es algo complejo cuya responsabilidad es piramidal, donde el ocupante de la cima de la figura geométrica es el ejecutivo de más alto rango, lo demás se derrama distribuyéndose hasta los que formamos la base, los ciudadanos común y corrientes.

Aceptando la tesis que el humano es violento por naturaleza, también debemos admitir como parte de nuestro modo de ser, el combate a las conductas antisociales por medio de la prevención, la corrección y el castigo. Combatirlo desde sus raíces, cuyo raigón más significativo está en la formación familiar basada en el buen ejemplo de los padres, correspondiendo a las autoridades la educación escolar, que aceptemos, la que proporciona el Estado va de mal en peor. Este es un apartado crucial donde está una falla de quien tiene la obligación de resguardar la paz de la ciudadanía. La violencia ha crecido tanto que se ha diversificado en formas que jamás pensamos podrían ocurrir, extendiéndose cada día más y más. La inadmisible política de “abrazos no balazos” lleva a pensar en la complicidad de quien defiende esa estrategia de abatir el crimen.

Bien dice el escritor Diego Enrique Osorno: El crimen organizado de México se origina, sostiene y nutre desde las estructuras del Estado, en particular de aquellas que teóricamente existen para combatir, precisamente, a la delincuencia.

flokay33@gmail.com

“Si se rinden al crimen y a la corrupción, están condenando al país a la ignominia más desesperante y atroz” Javier Sicilia.

En su marcha al infierno, Dante cruza uno a uno nueve círculos, conforme avanza a la profundidad, es mayor la maldad y la condena al suplicio eterno. El séptimo círculo es el espacio de los violentos, un páramo cruzado por el infernal Flegetonte, el río de fuego de la mitología griega. El poeta italiano lo describe como “La riviera del sangue in la qual bolle ual che per violenza in altrui noccia” traducido como “El río de sangre en el que trajinan las almas de quienes dañaron a otros con violencia”.

Séptimo círculo con tres cercos, el primero destinado a los criminales que ejercieron violencia al prójimo; el segundo los que se infringieron daño a sí mismos y el tercero los que atentaron contra la naturaleza, contra el arte, además de lugar para los usureros. La obra cumbre del vate florentino muestra una visión mítica y poética, un fenómeno que cambia de formas e ideas, un monstruo con diferentes caras.

A la vista de los sucesos acaecidos el martes pasado en Jalisco y en el corredor industrial de Guanajuato, me atrajo hojear el volumen de los Greatest Books donde está “La Divina Comedia” de Dante Alighieri y explorar el cerco del círculo donde deberían estar los criminales de hoy, además de plantear un par de preguntas. ¿Vivimos en un mundo intrínsecamente violento? ¿Es el humano violento por naturaleza? Respuestas que difieren de quien lo analiza y responde. Si nos remontamos a la Biblia, el primer crimen fue el de Caín cuando mató a su hermano Abel valiéndose de una quijada de burro. Sin embargo, el que siempre haya habido reyertas entre dos, pendencias entre familias o tribus que terminan en daño corporal y guerras entre naciones, jamás se debe aceptar la conducta criminal.

La violencia y las amenazas que agobian a nuestro atribulado país no se pueden ver únicamente como perjuicio físico a las personas o al patrimonio, no solo es un problema que implican lesiones, daño económico, psicológico y moral individual o colectivo, es algo complejo cuya responsabilidad es piramidal, donde el ocupante de la cima de la figura geométrica es el ejecutivo de más alto rango, lo demás se derrama distribuyéndose hasta los que formamos la base, los ciudadanos común y corrientes.

Aceptando la tesis que el humano es violento por naturaleza, también debemos admitir como parte de nuestro modo de ser, el combate a las conductas antisociales por medio de la prevención, la corrección y el castigo. Combatirlo desde sus raíces, cuyo raigón más significativo está en la formación familiar basada en el buen ejemplo de los padres, correspondiendo a las autoridades la educación escolar, que aceptemos, la que proporciona el Estado va de mal en peor. Este es un apartado crucial donde está una falla de quien tiene la obligación de resguardar la paz de la ciudadanía. La violencia ha crecido tanto que se ha diversificado en formas que jamás pensamos podrían ocurrir, extendiéndose cada día más y más. La inadmisible política de “abrazos no balazos” lleva a pensar en la complicidad de quien defiende esa estrategia de abatir el crimen.

Bien dice el escritor Diego Enrique Osorno: El crimen organizado de México se origina, sostiene y nutre desde las estructuras del Estado, en particular de aquellas que teóricamente existen para combatir, precisamente, a la delincuencia.

flokay33@gmail.com