/ jueves 28 de marzo de 2019

El Pueblo Bueno y Sabio

¿Realmente somos buenos y sabios los mexicanos? ¿O es solo una frase demagógica?

La bondad no tiene medida, pero la sabiduría si.

Al inicio de la Segunda Guerra Mundial, la propaganda oficial engañó a los franceses luego de declararle la guerra a Hitler, haciéndoles creer que el ejército alemán estaba mal armado, mal alimentado y sería aplastado en la línea Maginot por los aliados en cuestión de días. Tuvieron una especie de obnubilación a la que llamaron Drôle de guerre o “Guerra en Broma”. Los parisinos sólo se dieron cuenta de la catástrofe cuando comenzaron a llegar en pavorosa huida hacia el sur los primeros soldados del frente de Bélgica con noticias contrarias: la maquinaria bélica alemana era imparable y en cuestión de horas llegarían a la capital Francesa que se declaró ciudad abierta, luego de ser evacuada por las autoridades que huyeron a Burdeos sin alertar a los habitantes de la situación. Cuando quisieron desalojar era demasiado tarde: se abarrotaron las vías de escape haciendo imposible el tránsito. A los más incautos, el 14 de junio de 1940 los tomaron por sorpresa los Panzer de la Wermach, que desde el mes de mayo habían traspasado la frontera, desfilando por los Campos Elíseos, cuando se suponía que los franceses iban ganando la guerra. Nunca les dijeron que Hitler rodeó la infranqueable línea Maginot atravesando por la neutral Bélgica y el bosque de las Ardenas. Para colmo de sus males, los ingleses pusieron en marcha la Operación Dynamo para retirar a sus tropas de Dunkerque y terminaron atacando y hundiendo lo que quedaba de la armada francesa en el Mediterráneo para así evitar que sus acorazados fueran capturados y utilizados por los nazis contra Inglaterra, dejando a su aliados, los ciudadanos franceses y de sus colonias en total indefensión.

Todo había sido demagogia. Un grosero engaño de los políticos (para que vean que done quiera se cuecen habas).

La bondad tiene su origen en la humanidad, es un sentimiento que nace de la ternura y de la candidez del corazón. No se puede medir, pero habrá que replantear el concepto antes de calificar de bueno a un pueblo como el mexicano, que en 12 años suma más muertos y desaparecidos que en un conflicto armado entre dos ejércitos regulares como los que se enfrentaron el La Batalla de Francia de la Segunda Guerra Mundial. De acuerdo con fuentes oficiales, existe evidencia documental de al menos 250.547 homicidios en el país entre diciembre de 2006 y abril de 2018, sin sumar las muertes de los meses de enero y febrero del 2019, el bimestre más violento del cual se tenga registro en la historia del México moderno. Según otras fuentes no oficiales, las anteriores cifras son muy conservadoras y calculan a las víctimas en el doble. Esto nos tiene sumidos en una crisis humanitaria que dista de ser propia de un pueblo “bondadoso” en su generalidad. En el estado de Guanajuato, ni hablar, la propaganda del pueblo bueno es insostenible.

Respecto a la sabiduría, esta es un poco más fácil medirla. Existe desde un promedio de IQ, que no me convence tanto ya que engloba cuestiones alimenticias, de salud, estatus social, y entornos familiares y socioculturales que no nos favorecen; hasta modos más prácticos de cotejarnos como son el promedio de libros que leemos por persona por año (también en lo general, dejando a un lado casos particulares). En el estudio “Hábitos de Lectura”, elaborado por la OCDE y la UNESCO, México se posicionó en el puesto 107 de 108 países, con aproximadamente dos libros anuales por persona. El 40% de los mexicanos jamás ha pisado una librería y el 35% nunca ha leído un libro “no escolar” en su vida.

Pero bueno, es que los libros en México son caros: nuestras horas de lectura para investigación,“excluyendo las redes sociales”, no superan 5.5 a la semana.

Este es el panorama del PUEBLO BUENO Y SABIO.

Sería mejor hacer un análisis introspectivo de nuestros hábitos culturales y exigir corregirlos a tiempo a la 4T. Que se aumente el presupuesto a salud, educación, tecnología, arte y cultura, y que no nos engañen como Pierre Laval y Philippe Pétain a los parisinos en 1940, quienes cuando quisieron reaccionar, ya tenían una bota en el pescuezo.

¿Realmente somos buenos y sabios los mexicanos? ¿O es solo una frase demagógica?

La bondad no tiene medida, pero la sabiduría si.

Al inicio de la Segunda Guerra Mundial, la propaganda oficial engañó a los franceses luego de declararle la guerra a Hitler, haciéndoles creer que el ejército alemán estaba mal armado, mal alimentado y sería aplastado en la línea Maginot por los aliados en cuestión de días. Tuvieron una especie de obnubilación a la que llamaron Drôle de guerre o “Guerra en Broma”. Los parisinos sólo se dieron cuenta de la catástrofe cuando comenzaron a llegar en pavorosa huida hacia el sur los primeros soldados del frente de Bélgica con noticias contrarias: la maquinaria bélica alemana era imparable y en cuestión de horas llegarían a la capital Francesa que se declaró ciudad abierta, luego de ser evacuada por las autoridades que huyeron a Burdeos sin alertar a los habitantes de la situación. Cuando quisieron desalojar era demasiado tarde: se abarrotaron las vías de escape haciendo imposible el tránsito. A los más incautos, el 14 de junio de 1940 los tomaron por sorpresa los Panzer de la Wermach, que desde el mes de mayo habían traspasado la frontera, desfilando por los Campos Elíseos, cuando se suponía que los franceses iban ganando la guerra. Nunca les dijeron que Hitler rodeó la infranqueable línea Maginot atravesando por la neutral Bélgica y el bosque de las Ardenas. Para colmo de sus males, los ingleses pusieron en marcha la Operación Dynamo para retirar a sus tropas de Dunkerque y terminaron atacando y hundiendo lo que quedaba de la armada francesa en el Mediterráneo para así evitar que sus acorazados fueran capturados y utilizados por los nazis contra Inglaterra, dejando a su aliados, los ciudadanos franceses y de sus colonias en total indefensión.

Todo había sido demagogia. Un grosero engaño de los políticos (para que vean que done quiera se cuecen habas).

La bondad tiene su origen en la humanidad, es un sentimiento que nace de la ternura y de la candidez del corazón. No se puede medir, pero habrá que replantear el concepto antes de calificar de bueno a un pueblo como el mexicano, que en 12 años suma más muertos y desaparecidos que en un conflicto armado entre dos ejércitos regulares como los que se enfrentaron el La Batalla de Francia de la Segunda Guerra Mundial. De acuerdo con fuentes oficiales, existe evidencia documental de al menos 250.547 homicidios en el país entre diciembre de 2006 y abril de 2018, sin sumar las muertes de los meses de enero y febrero del 2019, el bimestre más violento del cual se tenga registro en la historia del México moderno. Según otras fuentes no oficiales, las anteriores cifras son muy conservadoras y calculan a las víctimas en el doble. Esto nos tiene sumidos en una crisis humanitaria que dista de ser propia de un pueblo “bondadoso” en su generalidad. En el estado de Guanajuato, ni hablar, la propaganda del pueblo bueno es insostenible.

Respecto a la sabiduría, esta es un poco más fácil medirla. Existe desde un promedio de IQ, que no me convence tanto ya que engloba cuestiones alimenticias, de salud, estatus social, y entornos familiares y socioculturales que no nos favorecen; hasta modos más prácticos de cotejarnos como son el promedio de libros que leemos por persona por año (también en lo general, dejando a un lado casos particulares). En el estudio “Hábitos de Lectura”, elaborado por la OCDE y la UNESCO, México se posicionó en el puesto 107 de 108 países, con aproximadamente dos libros anuales por persona. El 40% de los mexicanos jamás ha pisado una librería y el 35% nunca ha leído un libro “no escolar” en su vida.

Pero bueno, es que los libros en México son caros: nuestras horas de lectura para investigación,“excluyendo las redes sociales”, no superan 5.5 a la semana.

Este es el panorama del PUEBLO BUENO Y SABIO.

Sería mejor hacer un análisis introspectivo de nuestros hábitos culturales y exigir corregirlos a tiempo a la 4T. Que se aumente el presupuesto a salud, educación, tecnología, arte y cultura, y que no nos engañen como Pierre Laval y Philippe Pétain a los parisinos en 1940, quienes cuando quisieron reaccionar, ya tenían una bota en el pescuezo.

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