/ martes 28 de diciembre de 2021

El rey Carbón

En este período vacacional, propicio para el ocio, aproveché la semana pasada para leer El rey Carbón (Fondo de Cultura Económica, 2020), autoría de Upton Sinclair, obra que recomiendo ampliamente, pues me mantuvo pendiente cada una de sus 459 páginas, imaginando qué nuevo episodio viviría el protagonista, situado en algún lugar de los Estados Unidos a principios del siglo pasado.

Un joven universitario, hijo de un poderoso empresario del ramo minero, decidió pasar unas vacaciones de verano de una manera diferente, haciendo una investigación de campo en la mina de uno de sus amigos (otro hijo de otro poderoso empresario del propio ramo), para comprobar si lo que dice la teoría del aula en materia de economía y derechos sociales es concordante con las condiciones reales en que trabajaban los mineros; si los valores fomentados en las aulas (respeto, dignidad, entre otros) y el deber solidario que se cumple al ejercer derechos (individuales o sociales) se materializan en el campo laboral. No hubo sorpresa: hay discordancia entre ambos.

Buscar las mejores condiciones de vida para los demás, requiere que las propias se encuentren en óptimas condiciones, es decir, tener colmadas sus necesidades y no solamente las básicas, de lo contrario no hay libertad para luchar por el respeto a los derechos, pues las necesidades apremiantes y el miedo paralizan el trabajo que, dicho sea de paso, es paulatino, con resultados a mediano y largo plazos, resultando reveladora la siguiente cita (p. 399):

«Necesitaría algo más que una llamarada de emoción: le hacía falta más paciencia, disciplina e inteligencia, y años y más años de arduos estudios y trabajo duro.».

La obra pone de manifiesto las penurias del trabajador que, en un acto de valentía, demandaba respeto por las labores de sus colegas, por sus vidas y su dignidad, pero que las autoridades políticas estaban cooptadas por los dueños de las minas y, difícilmente, fallarían en su contra. El poder del dinero por encima del poder político y del Derecho o, siendo más preciso, no por encima, ya que había una simbiosis entre ellos, cual si fuesen uno mismo.

En El rey Carbón no se narran a detalle las atrocidades vividas en el interior de las minas, sin que por tal razón pierda su valor, pues no se requiere ser amarillista para lograr el objetivo consistente en transmitir al lector un mensaje de consciencia social para solidarizarnos con las clases menos favorecidas por el dinamismo colectivo.

Bajo la consigna «¡Dignidad y justicia o rebelión y huelga!» la tarea inmediata consistía en formar un sindicato fuerte, actividad nada fácil, pues el patrón diluía cualquier intento asociativo de la clase trabajadora, ya que trataba individualmente problemas que se presentaban.

La obra nos recuerda que la unión hace la fuerza y que a todos conviene ser respetuosos de la ley. Así, el beneficio es mutuo y las ganancias, mayores.

Gran libro de la Colección popular del Fondo de Cultura Económica. Hago votos para que lo lean y hagan el consecuente ejercicio reflexivo; el gozo viene en consecuencia.

germanrodriguez32@hotmail.com

En este período vacacional, propicio para el ocio, aproveché la semana pasada para leer El rey Carbón (Fondo de Cultura Económica, 2020), autoría de Upton Sinclair, obra que recomiendo ampliamente, pues me mantuvo pendiente cada una de sus 459 páginas, imaginando qué nuevo episodio viviría el protagonista, situado en algún lugar de los Estados Unidos a principios del siglo pasado.

Un joven universitario, hijo de un poderoso empresario del ramo minero, decidió pasar unas vacaciones de verano de una manera diferente, haciendo una investigación de campo en la mina de uno de sus amigos (otro hijo de otro poderoso empresario del propio ramo), para comprobar si lo que dice la teoría del aula en materia de economía y derechos sociales es concordante con las condiciones reales en que trabajaban los mineros; si los valores fomentados en las aulas (respeto, dignidad, entre otros) y el deber solidario que se cumple al ejercer derechos (individuales o sociales) se materializan en el campo laboral. No hubo sorpresa: hay discordancia entre ambos.

Buscar las mejores condiciones de vida para los demás, requiere que las propias se encuentren en óptimas condiciones, es decir, tener colmadas sus necesidades y no solamente las básicas, de lo contrario no hay libertad para luchar por el respeto a los derechos, pues las necesidades apremiantes y el miedo paralizan el trabajo que, dicho sea de paso, es paulatino, con resultados a mediano y largo plazos, resultando reveladora la siguiente cita (p. 399):

«Necesitaría algo más que una llamarada de emoción: le hacía falta más paciencia, disciplina e inteligencia, y años y más años de arduos estudios y trabajo duro.».

La obra pone de manifiesto las penurias del trabajador que, en un acto de valentía, demandaba respeto por las labores de sus colegas, por sus vidas y su dignidad, pero que las autoridades políticas estaban cooptadas por los dueños de las minas y, difícilmente, fallarían en su contra. El poder del dinero por encima del poder político y del Derecho o, siendo más preciso, no por encima, ya que había una simbiosis entre ellos, cual si fuesen uno mismo.

En El rey Carbón no se narran a detalle las atrocidades vividas en el interior de las minas, sin que por tal razón pierda su valor, pues no se requiere ser amarillista para lograr el objetivo consistente en transmitir al lector un mensaje de consciencia social para solidarizarnos con las clases menos favorecidas por el dinamismo colectivo.

Bajo la consigna «¡Dignidad y justicia o rebelión y huelga!» la tarea inmediata consistía en formar un sindicato fuerte, actividad nada fácil, pues el patrón diluía cualquier intento asociativo de la clase trabajadora, ya que trataba individualmente problemas que se presentaban.

La obra nos recuerda que la unión hace la fuerza y que a todos conviene ser respetuosos de la ley. Así, el beneficio es mutuo y las ganancias, mayores.

Gran libro de la Colección popular del Fondo de Cultura Económica. Hago votos para que lo lean y hagan el consecuente ejercicio reflexivo; el gozo viene en consecuencia.

germanrodriguez32@hotmail.com