/ domingo 25 de abril de 2021

El Violín

“Me encanta el poder. Pero lo amo como a un artista. Me encanta como el músico ama a su violín, para extraer de él sus sonidos, acordes y armonías” Napoleón Bonaparte.

Para Isabel, de grandpa.

A diferencia de la tesis de Enrico Ferri sobre las conductas delictivas que traté la semana pasada, el hombre o mujer artista lleva consigo el haber nacido con sensibilidad y comprensión para desde los primeros años de vida manifestar la inquietud de mostrar habilidades para de alguna forma hacerlas manifiestas. Sin embargo, esas cualidades pueden truncarse si el ambiente le es indiferente, se le ignora o le es adverso.

Para que un niño llegue a desarrollar su talento artístico y logre se manifiesten todas sus aptitudes, obvio, requiere la chispa para descubrir en toda magnitud sus cualidades. El estudio, la práctica, la constancia, el esfuerzo son características de la vida de los grandes artistas. Luego entonces, llegamos a la conclusión que la combinación de nacer y de hacerse, son complementos en el camino a la excelencia. Mismos juicios que pueden aplicarse a otras actividades. Sirva de modelo un mecánico u otra actividad donde combinan talento y destreza manual.

Estos conceptos caben muy bien en los compositores y en los intérpretes musicales que a través del tiempo fueron se fueron desplegando. Imposible encontrar un músico o compositor de fama que desde su primera infancia no haya sido encausado al logro de su fama.

En un artículo de la revista Scientific America titulado “La mente de los expertos”, el escritor científico Herbert Alexander Simon acuñó una ley para la psicología que dice que necesita aproximadamente una década de trabajo intenso para dominar cualquier campo donde incluye a los niños prodigio como Gauss en matemáticas, Mozart en la música o Bobby Fisher en ajedrez.

El talento musical del activo defensor de las causas humanitarias, Yehudi Menuhin (1816 – 1999) considerado uno de los grandes violinistas del siglo pasado, fue descubierto por sus padres cuando a los tres años de edad los acompañaba a los conciertos de la Orquesta Sinfónica de San Francisco. El sonido del violín de Louis Persinger embelesó tanto al niño que insistió en tener uno para su cumpleaños, además, pidió que Persinger fuera su profesor. Consiguió ambos regalos.

La agudeza musical de Yehudi era manifiesta incluso antes de haber recibido sus primeras lecciones con el preciado instrumento. Fue tal su auto exigencia, constancia y esfuerzo por superarse que a los diez años ya era un intérprete de fama mundial.

Termino con una frase del violinista, director de orquesta y asiduo practicante de yoga cuando presidió el Consejo Internacional de Música de la UNESCO: “El violín es el símbolo principal, el arco es algo personal pero el violín es el alma de la humanidad. Además, el pequeño pedazo de madera que sostiene la tapa es el alma...y el ajuste del alma es una cosa muy delicada porque el menor movimiento que no permite la adhesión completa impide que la sonoridad se exprese por completo”.

Flokay33@gmail.com

“Me encanta el poder. Pero lo amo como a un artista. Me encanta como el músico ama a su violín, para extraer de él sus sonidos, acordes y armonías” Napoleón Bonaparte.

Para Isabel, de grandpa.

A diferencia de la tesis de Enrico Ferri sobre las conductas delictivas que traté la semana pasada, el hombre o mujer artista lleva consigo el haber nacido con sensibilidad y comprensión para desde los primeros años de vida manifestar la inquietud de mostrar habilidades para de alguna forma hacerlas manifiestas. Sin embargo, esas cualidades pueden truncarse si el ambiente le es indiferente, se le ignora o le es adverso.

Para que un niño llegue a desarrollar su talento artístico y logre se manifiesten todas sus aptitudes, obvio, requiere la chispa para descubrir en toda magnitud sus cualidades. El estudio, la práctica, la constancia, el esfuerzo son características de la vida de los grandes artistas. Luego entonces, llegamos a la conclusión que la combinación de nacer y de hacerse, son complementos en el camino a la excelencia. Mismos juicios que pueden aplicarse a otras actividades. Sirva de modelo un mecánico u otra actividad donde combinan talento y destreza manual.

Estos conceptos caben muy bien en los compositores y en los intérpretes musicales que a través del tiempo fueron se fueron desplegando. Imposible encontrar un músico o compositor de fama que desde su primera infancia no haya sido encausado al logro de su fama.

En un artículo de la revista Scientific America titulado “La mente de los expertos”, el escritor científico Herbert Alexander Simon acuñó una ley para la psicología que dice que necesita aproximadamente una década de trabajo intenso para dominar cualquier campo donde incluye a los niños prodigio como Gauss en matemáticas, Mozart en la música o Bobby Fisher en ajedrez.

El talento musical del activo defensor de las causas humanitarias, Yehudi Menuhin (1816 – 1999) considerado uno de los grandes violinistas del siglo pasado, fue descubierto por sus padres cuando a los tres años de edad los acompañaba a los conciertos de la Orquesta Sinfónica de San Francisco. El sonido del violín de Louis Persinger embelesó tanto al niño que insistió en tener uno para su cumpleaños, además, pidió que Persinger fuera su profesor. Consiguió ambos regalos.

La agudeza musical de Yehudi era manifiesta incluso antes de haber recibido sus primeras lecciones con el preciado instrumento. Fue tal su auto exigencia, constancia y esfuerzo por superarse que a los diez años ya era un intérprete de fama mundial.

Termino con una frase del violinista, director de orquesta y asiduo practicante de yoga cuando presidió el Consejo Internacional de Música de la UNESCO: “El violín es el símbolo principal, el arco es algo personal pero el violín es el alma de la humanidad. Además, el pequeño pedazo de madera que sostiene la tapa es el alma...y el ajuste del alma es una cosa muy delicada porque el menor movimiento que no permite la adhesión completa impide que la sonoridad se exprese por completo”.

Flokay33@gmail.com