/ domingo 10 de enero de 2021

Entre el Narcisismo y la Soberbia

“La arrogancia te hace más fuerte desde afuera, pero aún más débil desde adentro”. Ujas Soni.

Por el año 43 a de C. en el libro “Las Metamorfosis” Ovidio escribe un poema basado la mitología griega, la parte medular es “El mito de Narciso”. El dios del río Cefiso rapta con violencia haciendo suya a la náyade Liríope. Del engendro nació un niño de belleza extraordinaria que le pusieron por nombre Narciso. El sabio Teresias que predecía el futuro, auguró que esa criatura tendría larga vida siempre y cuando nunca se conociera a sí mismo.

De joven, la atractiva figura de Narciso provocaba grandes pasiones en hombres y mujeres, en mortales y dioses, pero era incapaz de amar o reconocer a ningún otro. Ovidio relata que entre las jóvenes heridas por el amor no correspondido, se encontraba Eco, que nunca le había le expresado su amor a Narciso, hasta que un día en el bosque, oculta entre los árboles se aceró a él, ¿hay alguien aquí? preguntó el bello joven, ella contestó, aquí, aquí y la doncella salió de entre el ramaje con los brazos extendidos para que Narciso, cruelmente negara aceptar su amor, entonces, el joven tentado por Afrodita, fue a contemplar su imagen en el espejo del agua sintiendo una fascinación de su propia efigie. Ovidio cuenta de otros hombres y mujeres que también menospreció, uno de ellos se quejó ante los dioses y Némesis la diosa de la venganza, castigó el orgullo del vanidoso a consumirse poco a poco para terminar convertido en una flor hermosa y embriagante, la flor narciso.

El mito de Narciso deja enseñanzas que se trasponen a actores públicos, en particular aquellos que no necesariamente por su belleza se creen únicos e infalibles. El poder que da un puesto de mando importante los avasalla a su propio ego, ven a sus semejantes como inferiores, buscan el aplauso y les irrita la negación de lo que creen no tiene discusión. Sigmund Freud alude al narcisismo como una patología por desórdenes de la personalidad en que el sujeto sobreestima sus habilidades y tiene necesidad excesiva de ser admirado.

Ese sentimiento de superioridad no es más que una forma de soberbia que provoca un trato distante y despectivo hacia los demás. Además, la soberbia es una forma de discriminación clasista. El soberbio sube, se encumbra para ver a los demás como inferiores. Todo lo que sube tiene que bajar, me decía un amigo piloto de aeronaves. El escritor del siglo de oro de la literatura española, Francisco de Quevedo señala “La soberbia nunca baja de donde sube, porque siempre cae de donde subió”.

El mendaz presidente Donald Trump quedó atrapado entre el narcisismo y la soberbia. Los efectos no acabarán el 20 de enero, enfrentará cargos que lo pueden llevar a prisión.



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Por el año 43 a de C. en el libro “Las Metamorfosis” Ovidio escribe un poema basado la mitología griega, la parte medular es “El mito de Narciso”. El dios del río Cefiso rapta con violencia haciendo suya a la náyade Liríope. Del engendro nació un niño de belleza extraordinaria que le pusieron por nombre Narciso. El sabio Teresias que predecía el futuro, auguró que esa criatura tendría larga vida siempre y cuando nunca se conociera a sí mismo.

De joven, la atractiva figura de Narciso provocaba grandes pasiones en hombres y mujeres, en mortales y dioses, pero era incapaz de amar o reconocer a ningún otro. Ovidio relata que entre las jóvenes heridas por el amor no correspondido, se encontraba Eco, que nunca le había le expresado su amor a Narciso, hasta que un día en el bosque, oculta entre los árboles se aceró a él, ¿hay alguien aquí? preguntó el bello joven, ella contestó, aquí, aquí y la doncella salió de entre el ramaje con los brazos extendidos para que Narciso, cruelmente negara aceptar su amor, entonces, el joven tentado por Afrodita, fue a contemplar su imagen en el espejo del agua sintiendo una fascinación de su propia efigie. Ovidio cuenta de otros hombres y mujeres que también menospreció, uno de ellos se quejó ante los dioses y Némesis la diosa de la venganza, castigó el orgullo del vanidoso a consumirse poco a poco para terminar convertido en una flor hermosa y embriagante, la flor narciso.

El mito de Narciso deja enseñanzas que se trasponen a actores públicos, en particular aquellos que no necesariamente por su belleza se creen únicos e infalibles. El poder que da un puesto de mando importante los avasalla a su propio ego, ven a sus semejantes como inferiores, buscan el aplauso y les irrita la negación de lo que creen no tiene discusión. Sigmund Freud alude al narcisismo como una patología por desórdenes de la personalidad en que el sujeto sobreestima sus habilidades y tiene necesidad excesiva de ser admirado.

Ese sentimiento de superioridad no es más que una forma de soberbia que provoca un trato distante y despectivo hacia los demás. Además, la soberbia es una forma de discriminación clasista. El soberbio sube, se encumbra para ver a los demás como inferiores. Todo lo que sube tiene que bajar, me decía un amigo piloto de aeronaves. El escritor del siglo de oro de la literatura española, Francisco de Quevedo señala “La soberbia nunca baja de donde sube, porque siempre cae de donde subió”.

El mendaz presidente Donald Trump quedó atrapado entre el narcisismo y la soberbia. Los efectos no acabarán el 20 de enero, enfrentará cargos que lo pueden llevar a prisión.



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