/ jueves 10 de marzo de 2022

Futbol, Negocio y Terapia

Dramáticas e indignantes escenas circularon en medios electrónicos y redes sociales, tomadas del interior del estadio La Corregidora en Querétaro, cuando aparentes fanáticos irracionales del equipo local y del visitante armaron una trifulca colosal, nunca antes vista en estadios del futbol mexicano, al estilo hoologan inglés o argentino en sus peores épocas, que dejaron heridos graves (la información oficial reporta que no hay muertos ni desaparecidos). Los hechos ocurrieron la noche del sábado pasado.

El futbol y todos sus agentes adyacentes han sido objeto de estudio de distintas disciplinas científicas, desde la medicina deportiva hasta la sociología, pasando por la psicología social: la pasión se desborda, se extravían los cabales y hace que el individuo pierda la razón en defensa de la abstracción del equipo de su preferencia, sintiendo como propios triunfos y fracasos, campeonatos o descensos de categoría, diatriba y elogios. El futbol, pues, se vuelve una patología al convertirse en la razón de ser de los fanáticos: trabajan para asistir al estadio y vivir la experiencia futbolística desde la tribuna, transformándose en director técnico de ocasión.

En ese sentido, este deporte es más peligroso que otros; sigo sin entender por qué. ¿Por qué más que el squash, el softball o la natación? Quizás porque estos no son deportes de masas, quizás porque se trata de un negocio de una gran y desproporcionada fuente de riqueza entre sus operadores. El futbol, pues, como negocio, pero también como terapia. Ambas, en detrimento del deporte y del aficionado.

La gradería funge como válvula de escape para que el aficionado grite, se desahogue y saque sus frustraciones que la vida real le ha sembrado paulatinamente, consecuencia de la inseguridad, la limitación económica o cualquiera de las innumerables razones que producen cuitas. Sin embargo, lo ocurrido en La Corregidora pasa cualquier límite; se habla, incluso, de la posibilidad de la participación del crimen organizado.

Y es que el futbol es altamente redituable como negocio; cantidades exorbitantes se pagan a los jugadores, tengan o no habilidades especiales demostradas en el terreno de juego. Los patrocinadores reclaman espectáculo y los aficionados lo demandan.

El futbol dejó de ser un deporte-espectáculo familiar. Me parece que las sanciones por la pelea registrada el sábado pasado, deberían ser ejemplares, pero no lo fueron. El negocio se impuso. Quizás el siniestro era la oportunidad perfecta para desarrollar el futbol mexicano; quizás era el momento de parar, de limitar el número de extranjeros que juegan en los equipos, de obligar al desarrollo de fuerzas básicas, de poner límite a los salarios de los jugadores, de promover la creación de un sindicato.

Lamentablemente, lo que hoy queda es evaluar concienzudamente nuestra asistencia a los estadios de futbol y demandar seguridad, también en estos espacios.

Entretanto, hago votos para que las medidas disciplinarias impuestas al club Gallos, sean efectivas, inhiban la violencia y se construyan espacios familiares, de convivencia, de admiración del espectáculo, como debería ser.

germanrodriguez32@hotmail.com

Dramáticas e indignantes escenas circularon en medios electrónicos y redes sociales, tomadas del interior del estadio La Corregidora en Querétaro, cuando aparentes fanáticos irracionales del equipo local y del visitante armaron una trifulca colosal, nunca antes vista en estadios del futbol mexicano, al estilo hoologan inglés o argentino en sus peores épocas, que dejaron heridos graves (la información oficial reporta que no hay muertos ni desaparecidos). Los hechos ocurrieron la noche del sábado pasado.

El futbol y todos sus agentes adyacentes han sido objeto de estudio de distintas disciplinas científicas, desde la medicina deportiva hasta la sociología, pasando por la psicología social: la pasión se desborda, se extravían los cabales y hace que el individuo pierda la razón en defensa de la abstracción del equipo de su preferencia, sintiendo como propios triunfos y fracasos, campeonatos o descensos de categoría, diatriba y elogios. El futbol, pues, se vuelve una patología al convertirse en la razón de ser de los fanáticos: trabajan para asistir al estadio y vivir la experiencia futbolística desde la tribuna, transformándose en director técnico de ocasión.

En ese sentido, este deporte es más peligroso que otros; sigo sin entender por qué. ¿Por qué más que el squash, el softball o la natación? Quizás porque estos no son deportes de masas, quizás porque se trata de un negocio de una gran y desproporcionada fuente de riqueza entre sus operadores. El futbol, pues, como negocio, pero también como terapia. Ambas, en detrimento del deporte y del aficionado.

La gradería funge como válvula de escape para que el aficionado grite, se desahogue y saque sus frustraciones que la vida real le ha sembrado paulatinamente, consecuencia de la inseguridad, la limitación económica o cualquiera de las innumerables razones que producen cuitas. Sin embargo, lo ocurrido en La Corregidora pasa cualquier límite; se habla, incluso, de la posibilidad de la participación del crimen organizado.

Y es que el futbol es altamente redituable como negocio; cantidades exorbitantes se pagan a los jugadores, tengan o no habilidades especiales demostradas en el terreno de juego. Los patrocinadores reclaman espectáculo y los aficionados lo demandan.

El futbol dejó de ser un deporte-espectáculo familiar. Me parece que las sanciones por la pelea registrada el sábado pasado, deberían ser ejemplares, pero no lo fueron. El negocio se impuso. Quizás el siniestro era la oportunidad perfecta para desarrollar el futbol mexicano; quizás era el momento de parar, de limitar el número de extranjeros que juegan en los equipos, de obligar al desarrollo de fuerzas básicas, de poner límite a los salarios de los jugadores, de promover la creación de un sindicato.

Lamentablemente, lo que hoy queda es evaluar concienzudamente nuestra asistencia a los estadios de futbol y demandar seguridad, también en estos espacios.

Entretanto, hago votos para que las medidas disciplinarias impuestas al club Gallos, sean efectivas, inhiban la violencia y se construyan espacios familiares, de convivencia, de admiración del espectáculo, como debería ser.

germanrodriguez32@hotmail.com