/ domingo 29 de marzo de 2020

Genialidad

“¡Actúa en vez de suplicar. Sacrifícate sin esperanza de gloria ni recompensa! Si quieres conocer los milagros, hazlos tú antes…” Beethoven

¿Nacen o se hacen? es pregunta que hacemos de los dotados de cualidades que destacan en el arte, la ciencia o el deporte. En el siglo XIX, en la cúspide del romanticismo, elevaron a los genios a un punto rayando a lo sobrenatural. Algunos fantasiosos creían que los compositores escalaban el monte Olimpo para inspirarse hablando con los dioses de la mitología griega.

Cierto es que la mayoría de los superdotados combinan el nacer con el hacer. La herencia, el entorno familiar y la estimulación temprana son la base del desarrollo intelectual y físico del hombre y la mujer, asimismo válido para las conductas antisociales.

Si bien no es claro el origen de los genios, las observaciones muestran tipologías comunes. En su libro “Creatividad”, Mihaly Csikszentmihalyi señala y glosa cinco rasgos de ellos: Curiosidad y determinación; Autodidactas o semi-autodidactas; Metódicos y autocríticos; Solitarios, aburridos y hasta deprimentes; Poco les interesa el dinero.

“Usted es príncipe por azar, por nacimiento; en cuanto a mí, yo soy por mí mismo. Hay miles de príncipes y los habrá, pero Beethoven sólo hay uno”. Reproche del compositor al príncipe Lichnowsky ante una orden autoritaria de su alteza ¡Qué muestra de la personalidad de la figura de Bonn! Bajito de estatura, grande, enorme en genialidad, así se enfrentó y menospreció a un pudiente de la época.

Cuando vivió en la casa del príncipe Lichonowski con frecuencia iba en contra del protocolo. Llegaba tarde a cenar, no le preocupaba la etiqueta y la puntualidad. Abstraído en sus pensamientos, con la mano en la cintura mandaba al diablo a cualquiera, no obstante era respetado, admirado y conocido como un hombre obstinado.

Entre el deleite de sus obras está su proceder en apariencia extraña. Sin embargo, a lo largo de su música y escudriñando detrás de esta, descubrimos a un hombre de ideales altos y nobles. Hay plétora en rasgos de un hombre de temple fuerte con tribulaciones y éxitos que me vienen de vez en vez cuando escucho al compositor que en mi niñez, mi padre y mi profesor de violín, D. Isaías Barrón, me condujeron a ser uno de mis favoritos.

En este año en que se conmemora el 250 aniversario del nacimiento de Beethoven (16 dic. 1770) y el jueves pasado aniversario de su muerte (26 mar.1827) dedicaré una columna mensual al compositor que creció en el clasicismo de Haydn y Mozart, para, con la Sinfonía Num.3, op.55 “Heroica” abrir las puertas a la primavera del romanticismo musical.

“¡Actúa en vez de suplicar. Sacrifícate sin esperanza de gloria ni recompensa! Si quieres conocer los milagros, hazlos tú antes…” Beethoven

¿Nacen o se hacen? es pregunta que hacemos de los dotados de cualidades que destacan en el arte, la ciencia o el deporte. En el siglo XIX, en la cúspide del romanticismo, elevaron a los genios a un punto rayando a lo sobrenatural. Algunos fantasiosos creían que los compositores escalaban el monte Olimpo para inspirarse hablando con los dioses de la mitología griega.

Cierto es que la mayoría de los superdotados combinan el nacer con el hacer. La herencia, el entorno familiar y la estimulación temprana son la base del desarrollo intelectual y físico del hombre y la mujer, asimismo válido para las conductas antisociales.

Si bien no es claro el origen de los genios, las observaciones muestran tipologías comunes. En su libro “Creatividad”, Mihaly Csikszentmihalyi señala y glosa cinco rasgos de ellos: Curiosidad y determinación; Autodidactas o semi-autodidactas; Metódicos y autocríticos; Solitarios, aburridos y hasta deprimentes; Poco les interesa el dinero.

“Usted es príncipe por azar, por nacimiento; en cuanto a mí, yo soy por mí mismo. Hay miles de príncipes y los habrá, pero Beethoven sólo hay uno”. Reproche del compositor al príncipe Lichnowsky ante una orden autoritaria de su alteza ¡Qué muestra de la personalidad de la figura de Bonn! Bajito de estatura, grande, enorme en genialidad, así se enfrentó y menospreció a un pudiente de la época.

Cuando vivió en la casa del príncipe Lichonowski con frecuencia iba en contra del protocolo. Llegaba tarde a cenar, no le preocupaba la etiqueta y la puntualidad. Abstraído en sus pensamientos, con la mano en la cintura mandaba al diablo a cualquiera, no obstante era respetado, admirado y conocido como un hombre obstinado.

Entre el deleite de sus obras está su proceder en apariencia extraña. Sin embargo, a lo largo de su música y escudriñando detrás de esta, descubrimos a un hombre de ideales altos y nobles. Hay plétora en rasgos de un hombre de temple fuerte con tribulaciones y éxitos que me vienen de vez en vez cuando escucho al compositor que en mi niñez, mi padre y mi profesor de violín, D. Isaías Barrón, me condujeron a ser uno de mis favoritos.

En este año en que se conmemora el 250 aniversario del nacimiento de Beethoven (16 dic. 1770) y el jueves pasado aniversario de su muerte (26 mar.1827) dedicaré una columna mensual al compositor que creció en el clasicismo de Haydn y Mozart, para, con la Sinfonía Num.3, op.55 “Heroica” abrir las puertas a la primavera del romanticismo musical.