/ domingo 1 de noviembre de 2020

Inexactitudes y Mentiras

“Los hombres desaprueban, por lo común, lo que son incapaces de ejecutar”, Reina Cristina de Suecia.

Transitamos una época poco común, diferente, la pandemia de la covid-19 somete los cotidianos trances que median en la vida de los hombres y de las naciones. Circunstancia que aprovechan algunos políticos para llevar agua a su molino. Basta recordar la expresión del presidente en la mañanera del 2 de abril en referencia al coronavirus, “me cae como anillo al dedo”. ¿Cómo interpretarlo? ¿Qué le favorece el sufrimiento de miles de enfermos? Quiero pensar que solo fue un desafortunado dislate.

Las torpezas se ven en todos los gobiernos. Haciendo a un lado los países de populismo dictatorial, en nuestro continente, los tres presidentes más citados como populistas son el de Brasil, el de los Estados Unidos y el de México. En Europa suenan Boris Johnson primer ministro del Reino Unido y el presidente del consejo de ministros de Italia Giuseppe Conte; más allá, el presidente Erdogan de la euroasiática Turquía.

Un común denominador es la inexactitud de la información gubernativa que, si se dice en forma intencional, es una mentira. En el siglo XVIII en Francia, cuando ya se gestaba la Revolución de 1789, el clérigo y escritor irlandés Jonathan Swif, el mismo autor de “Los viajes de Gulliver” publicó su libro “El Arte de la Mentira”.

En la actualidad como antaño, la mentira política es frecuente en la mayoría de los gobiernos. Si un mandatario fue elegido por la vía democrática y mayoría decisiva, y si muestra seguridad y simpatía en su discurso, puede embelesar y cautivar a sus seguidores, desoír opiniones y negar evidencias; desmantelar logros del pasado, emprender obras seductoras no sustentables y promover leyes que le conceden más dominio.

La mentira política está arraigada en la mayoría de los gobiernos, es un recurso para conseguir más poder. Con el tiempo, el discurso siembra desconfianza y malestar que tarde o temprano tendrá frutos desbastadores. No obstante, contra la mentira siempre habrá forma de poner un dique para neutralizarla. El presidente Abraham Lincoln la combatió enfocándose en lo que se puede desmentir por medio de la realidad. El prócer lo recapitula en la frase: “Es posible engañar a unos pocos todo el tiempo. Es posible engañar a todos un tiempo. Pero no es posible engañar a todos todo el tiempo”.

El espacio es limitado, por lo que esta opinión la encajo en la información sobre la pandemia que con asiduidad notifica inexactitudes que se convierten en mentiras. Lo dicen y repiten los versados con reconocimiento mundial en el manejo de enfermedades transmisibles virales, infecciosas y epidémicas.

“Los hombres desaprueban, por lo común, lo que son incapaces de ejecutar”, Reina Cristina de Suecia.

Transitamos una época poco común, diferente, la pandemia de la covid-19 somete los cotidianos trances que median en la vida de los hombres y de las naciones. Circunstancia que aprovechan algunos políticos para llevar agua a su molino. Basta recordar la expresión del presidente en la mañanera del 2 de abril en referencia al coronavirus, “me cae como anillo al dedo”. ¿Cómo interpretarlo? ¿Qué le favorece el sufrimiento de miles de enfermos? Quiero pensar que solo fue un desafortunado dislate.

Las torpezas se ven en todos los gobiernos. Haciendo a un lado los países de populismo dictatorial, en nuestro continente, los tres presidentes más citados como populistas son el de Brasil, el de los Estados Unidos y el de México. En Europa suenan Boris Johnson primer ministro del Reino Unido y el presidente del consejo de ministros de Italia Giuseppe Conte; más allá, el presidente Erdogan de la euroasiática Turquía.

Un común denominador es la inexactitud de la información gubernativa que, si se dice en forma intencional, es una mentira. En el siglo XVIII en Francia, cuando ya se gestaba la Revolución de 1789, el clérigo y escritor irlandés Jonathan Swif, el mismo autor de “Los viajes de Gulliver” publicó su libro “El Arte de la Mentira”.

En la actualidad como antaño, la mentira política es frecuente en la mayoría de los gobiernos. Si un mandatario fue elegido por la vía democrática y mayoría decisiva, y si muestra seguridad y simpatía en su discurso, puede embelesar y cautivar a sus seguidores, desoír opiniones y negar evidencias; desmantelar logros del pasado, emprender obras seductoras no sustentables y promover leyes que le conceden más dominio.

La mentira política está arraigada en la mayoría de los gobiernos, es un recurso para conseguir más poder. Con el tiempo, el discurso siembra desconfianza y malestar que tarde o temprano tendrá frutos desbastadores. No obstante, contra la mentira siempre habrá forma de poner un dique para neutralizarla. El presidente Abraham Lincoln la combatió enfocándose en lo que se puede desmentir por medio de la realidad. El prócer lo recapitula en la frase: “Es posible engañar a unos pocos todo el tiempo. Es posible engañar a todos un tiempo. Pero no es posible engañar a todos todo el tiempo”.

El espacio es limitado, por lo que esta opinión la encajo en la información sobre la pandemia que con asiduidad notifica inexactitudes que se convierten en mentiras. Lo dicen y repiten los versados con reconocimiento mundial en el manejo de enfermedades transmisibles virales, infecciosas y epidémicas.