/ miércoles 5 de diciembre de 2018

Ingenioso Hidalgo

Entender que es la justicia resulta muy complicado, ya que saber qué es lo que le corresponde a cada quien, es objeto de mucho estudio, análisis, argumentación e interpretación. Sin embargo, un mecanismo interesante resulta analizarla a la luz de la gran obra de Cervantes, que nos describe a Don Quijote como un hidalgo al que las lecturas de los libros de caballería le llevan a la necesidad de ser caballero andante para, a continuación y tras una serie de conquistas y empresas, poder ingresar en la caballería, que era recibir esta calidad de manos de un caballero, el nombramiento como caballero, que implica el estricto cumplimiento y servicio de una serie de valores en los que destaca la justicia; así igualmente nos lo describen Las Partidas. Don Quijote es el caballero que lucha con ciega confianza contra los prejuicios sociales sin medir sus fuerzas, rayando en lo sublime, amando la caballería porque su carácter de derecho nobiliario le permite sobreponerse a la jurisdicción ordinaria, con un espíritu recto y en aras de sus grandes causas. Cervantes nos relata situaciones que, para el resto de gentes, incluido Sancho, son incomprensibles, están fuera de contexto. Su locura, su hermosa locura de autoproclamarse el brazo ejecutor de la Justicia no nos hace pensar, como a primera vista pudiera parecer en un demente. Un caballero, a veces fuera de contexto, distorsionado, casi de otra época, se enfrenta con los valores imperantes, con solo las escasas armas de una lanza demacrada, un caballo desfallecido, una armadura oxidada; pero un honor, una rectitud en su actuar como caballero andante que hacen de Don Quijote un loco. Una bendita locura que hoy día echamos de menos. Entre las muchas interpretaciones que de El Quijote se han hecho, nos identificamos con aquellas que han entendido que la imperecedera novela es un canto a la justicia y a la libertad. En efecto, pensamos que Cervantes plasmó en ella su anhelo de libertad y justicia. El de libertad, de esta sentenciosa y sublime manera: “La libertad Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que esconde la tierra ni el mar encubre; por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida, y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres” En cuanto al de justicia, todo un ideal de la misma recorre como idea matriz las páginas de la magna obra a través de las opiniones, consejos, comentarios y sentencias de sus personajes. Sobre todo, en el memorable capítulo XLII de su segunda parte. No se conoce que Cervantes tuviese estudios académicos de derecho alguno, pero sí un extenso y profundo conocimiento. Se piensa incluso que esta afición suya al derecho probablemente se le despertase a raíz de una serie de infortunios jurídicos que le llevaron a la cárcel, así como a influencias familiares. En concreto, la de su abuelo Juan de Cervantes, nacido en Córdoba en 1470, que fue jurista y como tal ejerció en su ciudad natal defendiendo como abogado los intereses del municipio cordobés en materias de renta hasta que se trasladó a Alcalá de Henares. Sea como fuere, Cervantes, fruto de su autodidactismo jurídico, su humanismo ilustrado, y el ferviente deseo de un mundo mejor; encarece en el citado capítulo XLII una serie de valores universales, piedras angulares de la Justicia, tales como: Imparcialidad, libertad, independencia para juzgar y equidad, a través de los consejos que su heroico caballero da a su escudero Sancho cuando es nombrado gobernador de la Ínsula Barataría; acerca de cómo debería conducirse a la hora de juzgar. Valores estos de siempre, que deben conformar toda práctica de una justicia que se precie de brillar por su equidad. Una justicia, en definitiva, garante de los derechos fundamentales de los ciudadanos no solo en su formulación, sino también en su aplicación. Utópica en su momento, pero que cuatrocientos años después goza, junto a la libertad y a la igualdad, de la consideración de ser uno de pilares básicos del ordenamiento jurídico del Estado democrático y de Derecho Español, como contempla la Constitución Española. Finalizar diciendo, una vez más, que siempre que de valores universales se trate hay que beber en la fontana del libro inmortal. “Leyes hay, lo que falta es justicia, Ernesto Mallo”.

Twitter: @ArellanoRabiela


Entender que es la justicia resulta muy complicado, ya que saber qué es lo que le corresponde a cada quien, es objeto de mucho estudio, análisis, argumentación e interpretación. Sin embargo, un mecanismo interesante resulta analizarla a la luz de la gran obra de Cervantes, que nos describe a Don Quijote como un hidalgo al que las lecturas de los libros de caballería le llevan a la necesidad de ser caballero andante para, a continuación y tras una serie de conquistas y empresas, poder ingresar en la caballería, que era recibir esta calidad de manos de un caballero, el nombramiento como caballero, que implica el estricto cumplimiento y servicio de una serie de valores en los que destaca la justicia; así igualmente nos lo describen Las Partidas. Don Quijote es el caballero que lucha con ciega confianza contra los prejuicios sociales sin medir sus fuerzas, rayando en lo sublime, amando la caballería porque su carácter de derecho nobiliario le permite sobreponerse a la jurisdicción ordinaria, con un espíritu recto y en aras de sus grandes causas. Cervantes nos relata situaciones que, para el resto de gentes, incluido Sancho, son incomprensibles, están fuera de contexto. Su locura, su hermosa locura de autoproclamarse el brazo ejecutor de la Justicia no nos hace pensar, como a primera vista pudiera parecer en un demente. Un caballero, a veces fuera de contexto, distorsionado, casi de otra época, se enfrenta con los valores imperantes, con solo las escasas armas de una lanza demacrada, un caballo desfallecido, una armadura oxidada; pero un honor, una rectitud en su actuar como caballero andante que hacen de Don Quijote un loco. Una bendita locura que hoy día echamos de menos. Entre las muchas interpretaciones que de El Quijote se han hecho, nos identificamos con aquellas que han entendido que la imperecedera novela es un canto a la justicia y a la libertad. En efecto, pensamos que Cervantes plasmó en ella su anhelo de libertad y justicia. El de libertad, de esta sentenciosa y sublime manera: “La libertad Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que esconde la tierra ni el mar encubre; por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida, y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres” En cuanto al de justicia, todo un ideal de la misma recorre como idea matriz las páginas de la magna obra a través de las opiniones, consejos, comentarios y sentencias de sus personajes. Sobre todo, en el memorable capítulo XLII de su segunda parte. No se conoce que Cervantes tuviese estudios académicos de derecho alguno, pero sí un extenso y profundo conocimiento. Se piensa incluso que esta afición suya al derecho probablemente se le despertase a raíz de una serie de infortunios jurídicos que le llevaron a la cárcel, así como a influencias familiares. En concreto, la de su abuelo Juan de Cervantes, nacido en Córdoba en 1470, que fue jurista y como tal ejerció en su ciudad natal defendiendo como abogado los intereses del municipio cordobés en materias de renta hasta que se trasladó a Alcalá de Henares. Sea como fuere, Cervantes, fruto de su autodidactismo jurídico, su humanismo ilustrado, y el ferviente deseo de un mundo mejor; encarece en el citado capítulo XLII una serie de valores universales, piedras angulares de la Justicia, tales como: Imparcialidad, libertad, independencia para juzgar y equidad, a través de los consejos que su heroico caballero da a su escudero Sancho cuando es nombrado gobernador de la Ínsula Barataría; acerca de cómo debería conducirse a la hora de juzgar. Valores estos de siempre, que deben conformar toda práctica de una justicia que se precie de brillar por su equidad. Una justicia, en definitiva, garante de los derechos fundamentales de los ciudadanos no solo en su formulación, sino también en su aplicación. Utópica en su momento, pero que cuatrocientos años después goza, junto a la libertad y a la igualdad, de la consideración de ser uno de pilares básicos del ordenamiento jurídico del Estado democrático y de Derecho Español, como contempla la Constitución Española. Finalizar diciendo, una vez más, que siempre que de valores universales se trate hay que beber en la fontana del libro inmortal. “Leyes hay, lo que falta es justicia, Ernesto Mallo”.

Twitter: @ArellanoRabiela