/ jueves 7 de febrero de 2019

Ingenioso Hidalgo

Consideremos a la fe como una creencia y esperanza personal en la existencia de algo. Generalmente implica el seguimiento de un conjunto de principios religiosos, de normas de comportamiento social e individual y una determinada actitud vital, puesto que la persona considera esa creencia como un aspecto importante o esencial de la vida. La fe (del latín fides) es la seguridad o confianza en una persona, cosa, deidad, opinión, doctrinas o enseñanzas. También puede definirse como la creencia que no está sustentada en pruebas, además de la seguridad, producto en algún grado de una promesa. La fe en el Quijote es muy motivadora ya que el relato clásico del héroe épico se verifica en la lucha de sus ideales. “Yo soy aquel para quien están guardados los peligros, las grandes hazañas, los valerosos hechos”, pero como en todos los aspectos, esta novela abre caminos nuevos y plantea horizontes inéditos en la literatura universal, “El héroe recibe el llamado de la aventura y decide entrar en el mundo lleno de peligros donde, auxiliado por ayudantes mágicos, se enfrenta a prodigios sobrenaturales y fuerzas inconmensurables, y donde obtiene victorias decisivas que lo llenan de honor; el héroe regresa entonces lleno de gloria. El héroe mítico de la epopeya (y su variante del cuento de hadas) es victorioso o no es héroe. Cuando el héroe deja de ser victorioso se vuelve cómico y/o trágico.” Para ahondar en estas afirmaciones, vale recordar que existen ciertos patrones que la civilización occidental registra desde la antigüedad. Joseph L. Henderson (64,97:110) asegura que los mitos tienen estructuras más o menos fijas y suelen repetirse con relativa frecuencia: “En muchas de estas historias, la primitiva debilidad del héroe está contrapesada con la aparición de fuertes figuras que le facilitan realizar las tareas sobrehumanas que él no podría llevar a cabo”. Como vemos en el caso de Don Quijote, él recibe una suerte de “llamado”, pero como la aventura es consecuencia del delirio, es absurda. Por lo mismo, recibe el auxilio de una figura tutelar que es Dios. Más importante aún: al final de su peripecia, Dios decide que es el final de Alonso y recibe el honor de la gloria eterna. Es así como Cervantes, si no lo resucita al pie de la letra, al menos lo anima en una nueva dirección. Ello se debe a que el triunfo de Don Quijote no es igual al que se había cuestionado a partir del Renacimiento. Así, la separación se verifica, pero sólo en la mente de Alonso. Esto es, la realidad nunca cambia, es el personaje el que se aleja de ella. Este proceso, por inexplicable y hasta cruel que pueda parecer, es necesario para que la prueba y el acto heroico realmente se verifiquen. Ciertamente en Don Quijote hay un choque o mejor dicho en la mente de Alonso se produce una inversión de los conceptos de realidad y de fantasía. Pero Cervantes hará que al final se conjure el equívoco y aparezca una explicación plausible a la locura. En esta concepción superior de la vida que anima a Cervantes, la esperanza juega un papel preponderante y la confianza en la providencia da un hálito de alivio a los sinsabores de la vida. Ha dicho Kierkegaard (1843, 1992:32) que “si un vacío sin fondo, nunca ahíto, se agazapase en la raíz del cosmos, ¿que sería entonces la vida sino desolación?”. Para el creyente judeocristiano todo tiene un motivo racionalmente explicable, sólo que es temporalmente invisible y Dios lo revelará cuando lo considere conveniente y oportuno para la comprensión humana. Finalmente mencionar que la fe es un elemento necesario para la subsistencia humana, sin fe no seríamos seres racionales. Necesitamos tener fe de la existencia de un Dios que creó todo aquello que el hombre no puede crear por sus limitaciones naturales. Fe en que este mundo, nuestro país necesita de hombres y mujeres valientes que al estilo cervantino tengamos un poco de esa cuerda locura para transformar positivamente nuestro entorno y erradicar paulatinamente la corrupción, la impunidad, la discriminación y temas que al parecer serían imposible de solucionarse. “La fe puede ser sucintamente definida como una creencia ilógica en que lo improbable sucederá, Henry-Louis Mencken”

Consideremos a la fe como una creencia y esperanza personal en la existencia de algo. Generalmente implica el seguimiento de un conjunto de principios religiosos, de normas de comportamiento social e individual y una determinada actitud vital, puesto que la persona considera esa creencia como un aspecto importante o esencial de la vida. La fe (del latín fides) es la seguridad o confianza en una persona, cosa, deidad, opinión, doctrinas o enseñanzas. También puede definirse como la creencia que no está sustentada en pruebas, además de la seguridad, producto en algún grado de una promesa. La fe en el Quijote es muy motivadora ya que el relato clásico del héroe épico se verifica en la lucha de sus ideales. “Yo soy aquel para quien están guardados los peligros, las grandes hazañas, los valerosos hechos”, pero como en todos los aspectos, esta novela abre caminos nuevos y plantea horizontes inéditos en la literatura universal, “El héroe recibe el llamado de la aventura y decide entrar en el mundo lleno de peligros donde, auxiliado por ayudantes mágicos, se enfrenta a prodigios sobrenaturales y fuerzas inconmensurables, y donde obtiene victorias decisivas que lo llenan de honor; el héroe regresa entonces lleno de gloria. El héroe mítico de la epopeya (y su variante del cuento de hadas) es victorioso o no es héroe. Cuando el héroe deja de ser victorioso se vuelve cómico y/o trágico.” Para ahondar en estas afirmaciones, vale recordar que existen ciertos patrones que la civilización occidental registra desde la antigüedad. Joseph L. Henderson (64,97:110) asegura que los mitos tienen estructuras más o menos fijas y suelen repetirse con relativa frecuencia: “En muchas de estas historias, la primitiva debilidad del héroe está contrapesada con la aparición de fuertes figuras que le facilitan realizar las tareas sobrehumanas que él no podría llevar a cabo”. Como vemos en el caso de Don Quijote, él recibe una suerte de “llamado”, pero como la aventura es consecuencia del delirio, es absurda. Por lo mismo, recibe el auxilio de una figura tutelar que es Dios. Más importante aún: al final de su peripecia, Dios decide que es el final de Alonso y recibe el honor de la gloria eterna. Es así como Cervantes, si no lo resucita al pie de la letra, al menos lo anima en una nueva dirección. Ello se debe a que el triunfo de Don Quijote no es igual al que se había cuestionado a partir del Renacimiento. Así, la separación se verifica, pero sólo en la mente de Alonso. Esto es, la realidad nunca cambia, es el personaje el que se aleja de ella. Este proceso, por inexplicable y hasta cruel que pueda parecer, es necesario para que la prueba y el acto heroico realmente se verifiquen. Ciertamente en Don Quijote hay un choque o mejor dicho en la mente de Alonso se produce una inversión de los conceptos de realidad y de fantasía. Pero Cervantes hará que al final se conjure el equívoco y aparezca una explicación plausible a la locura. En esta concepción superior de la vida que anima a Cervantes, la esperanza juega un papel preponderante y la confianza en la providencia da un hálito de alivio a los sinsabores de la vida. Ha dicho Kierkegaard (1843, 1992:32) que “si un vacío sin fondo, nunca ahíto, se agazapase en la raíz del cosmos, ¿que sería entonces la vida sino desolación?”. Para el creyente judeocristiano todo tiene un motivo racionalmente explicable, sólo que es temporalmente invisible y Dios lo revelará cuando lo considere conveniente y oportuno para la comprensión humana. Finalmente mencionar que la fe es un elemento necesario para la subsistencia humana, sin fe no seríamos seres racionales. Necesitamos tener fe de la existencia de un Dios que creó todo aquello que el hombre no puede crear por sus limitaciones naturales. Fe en que este mundo, nuestro país necesita de hombres y mujeres valientes que al estilo cervantino tengamos un poco de esa cuerda locura para transformar positivamente nuestro entorno y erradicar paulatinamente la corrupción, la impunidad, la discriminación y temas que al parecer serían imposible de solucionarse. “La fe puede ser sucintamente definida como una creencia ilógica en que lo improbable sucederá, Henry-Louis Mencken”