/ jueves 20 de junio de 2019

Ingenioso Hidalgo

La paz del Quijote

Don Quijote, cuyo título completo del libro es La Historia del valeroso e ingenioso caballero andante Don Quijote de la Mancha, es una novela española escrita por D. Miguel de Cervantes de Saavedra. Publicado en dos volúmenes, en 1605 y 1615, Don Quijote es considerado el libro más influyente de la literatura de la Edad de Oro española y de toda la producción literaria de España. Como obra fundamental de la literatura occidental moderna, este libro aparece regularmente en las listas de las mejores obras de ficción jamás publicado. Podemos afirmar que en Don Quijote está todo incluido: la libertad, la dignidad, la naturaleza, la virtud, el bien, la esperanza, la amistad, la gratitud, el esfuerzo, la acción, la aventura, la imaginación, la verdad y sobre todo, la Justicia y la Paz. Cervantes confirma en su obra que la paz es el mayor bien que los hombres pueden desear en esta vida. Y pone como ejemplo, que las primeras buenas nuevas que tuvo el mundo y tuvieron los hombres fueron las que dieron los ángeles la noche que fue nuestro día, cuando cantaron en los aires: Gloria sea en las alturas, y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad. Dostoievski admiraba profundamente este libro. Él mismo enfatizó en su Diario de un Escritor que “no hay una invención más profunda ni más vigorosa que ésta. Es la última y más alta expresión del pensamiento humano”. No hay que olvidar que Cervantes es un hombre culto, un profundo conocedor de los clásicos, y es, en definitiva, un humanista influido por Erasmo, con una visión de la vida cargada de comprensión, es un mundo que volvía la espalda al cosmopolitismo y se tornaba rígido e intolerante. Además de Cervantes, existen otros pensadores del Renacimiento, calificados como utópicos, entre los que se encuentra Erasmo o Luís Vives, que reflexionaron más sobre la paz que sobre la guerra. Las convicciones pacifistas de Cervantes procedentes del Humanismo quedan plasmadas en su famoso Discurso sobre las armas y las letras en el que abiertamente condena la guerra en los siguientes términos: “Bien hayan aquellos benditos siglos que carecieron de la espantable furia de aquestos endemoniados instrumentos de la artillería, a cuyo inventor tengo para mí que en el infierno se le está dando el premio de su diabólica invención, con lo cual dio causa que un infame y cobarde brazo quite la vida a un valeroso caballero, y que sin saber cómo o por dónde, en la mitad del coraje y brío que enciende y anima a los valientes pechos, llega una desmandada bala y corta y acaba en un instante los pensamientos y vida de quien la merecía gozar luengos siglos”. Aunque intenta acercarse al discurso de los que defienden las armas como un medio de defender el derecho, finalmente acaba denunciando esta práctica: “A esto responden las armas que las leyes no se podrán sustentar sin ellas, porque con las armas se defienden las repúblicas, se conservan los reinos, se guardan las ciudades, se aseguran los caminos, se despejan los mares de corsarios, y finalmente, si por ellas no fuese, las repúblicas, los reinos, las monarquías, las ciudades, los caminos de mar y tierra estarían sujetos al rigor y a la confusión que trae consigo la guerra el tiempo que dura y tiene licencia de usar de sus privilegios y de sus fuerzas. Alcanzar alguno a ser eminente en letras le cuesta tiempo, vigilias, hambre, desnudez, váguidos de cabeza, indigestiones de estómago y otras cosas a éstas adherentes, que en parte ya las tengo referidas; más llegar uno por sus términos a ser buen soldado le cuesta todo a lo que el estudiante”. En su obra, Cervantes intenta idealizar un mundo pasado en donde no existía la rivalidad entre los seres humanos, como causa principal de los conflictos del mundo. En su capítulo dedicado a lo que le sucedió a don Quijote con unos cabreros, Cervantes sueña en una edad de oro en donde la armonía y la paz reinaban en el mundo: “Dichosa edad y siglos dichosos aquellos a quien los antiguos pusieron nombre de dorados, y no porque en ellos el oro, que en esta nuestra edad de hierro tanto se estima, se alcanzase en aquella venturosa sin fatiga alguna, sino porque entonces los que en ella vivían ignoraban estas dos palabras de tuyo y mío”. “Santa amistad, que con ligeras alas, tu apariencia quedándose en el suelo,

entre benditas almas en el cielo, Don Quijote”.

Twitter: @ArellanoRabiela

La paz del Quijote

Don Quijote, cuyo título completo del libro es La Historia del valeroso e ingenioso caballero andante Don Quijote de la Mancha, es una novela española escrita por D. Miguel de Cervantes de Saavedra. Publicado en dos volúmenes, en 1605 y 1615, Don Quijote es considerado el libro más influyente de la literatura de la Edad de Oro española y de toda la producción literaria de España. Como obra fundamental de la literatura occidental moderna, este libro aparece regularmente en las listas de las mejores obras de ficción jamás publicado. Podemos afirmar que en Don Quijote está todo incluido: la libertad, la dignidad, la naturaleza, la virtud, el bien, la esperanza, la amistad, la gratitud, el esfuerzo, la acción, la aventura, la imaginación, la verdad y sobre todo, la Justicia y la Paz. Cervantes confirma en su obra que la paz es el mayor bien que los hombres pueden desear en esta vida. Y pone como ejemplo, que las primeras buenas nuevas que tuvo el mundo y tuvieron los hombres fueron las que dieron los ángeles la noche que fue nuestro día, cuando cantaron en los aires: Gloria sea en las alturas, y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad. Dostoievski admiraba profundamente este libro. Él mismo enfatizó en su Diario de un Escritor que “no hay una invención más profunda ni más vigorosa que ésta. Es la última y más alta expresión del pensamiento humano”. No hay que olvidar que Cervantes es un hombre culto, un profundo conocedor de los clásicos, y es, en definitiva, un humanista influido por Erasmo, con una visión de la vida cargada de comprensión, es un mundo que volvía la espalda al cosmopolitismo y se tornaba rígido e intolerante. Además de Cervantes, existen otros pensadores del Renacimiento, calificados como utópicos, entre los que se encuentra Erasmo o Luís Vives, que reflexionaron más sobre la paz que sobre la guerra. Las convicciones pacifistas de Cervantes procedentes del Humanismo quedan plasmadas en su famoso Discurso sobre las armas y las letras en el que abiertamente condena la guerra en los siguientes términos: “Bien hayan aquellos benditos siglos que carecieron de la espantable furia de aquestos endemoniados instrumentos de la artillería, a cuyo inventor tengo para mí que en el infierno se le está dando el premio de su diabólica invención, con lo cual dio causa que un infame y cobarde brazo quite la vida a un valeroso caballero, y que sin saber cómo o por dónde, en la mitad del coraje y brío que enciende y anima a los valientes pechos, llega una desmandada bala y corta y acaba en un instante los pensamientos y vida de quien la merecía gozar luengos siglos”. Aunque intenta acercarse al discurso de los que defienden las armas como un medio de defender el derecho, finalmente acaba denunciando esta práctica: “A esto responden las armas que las leyes no se podrán sustentar sin ellas, porque con las armas se defienden las repúblicas, se conservan los reinos, se guardan las ciudades, se aseguran los caminos, se despejan los mares de corsarios, y finalmente, si por ellas no fuese, las repúblicas, los reinos, las monarquías, las ciudades, los caminos de mar y tierra estarían sujetos al rigor y a la confusión que trae consigo la guerra el tiempo que dura y tiene licencia de usar de sus privilegios y de sus fuerzas. Alcanzar alguno a ser eminente en letras le cuesta tiempo, vigilias, hambre, desnudez, váguidos de cabeza, indigestiones de estómago y otras cosas a éstas adherentes, que en parte ya las tengo referidas; más llegar uno por sus términos a ser buen soldado le cuesta todo a lo que el estudiante”. En su obra, Cervantes intenta idealizar un mundo pasado en donde no existía la rivalidad entre los seres humanos, como causa principal de los conflictos del mundo. En su capítulo dedicado a lo que le sucedió a don Quijote con unos cabreros, Cervantes sueña en una edad de oro en donde la armonía y la paz reinaban en el mundo: “Dichosa edad y siglos dichosos aquellos a quien los antiguos pusieron nombre de dorados, y no porque en ellos el oro, que en esta nuestra edad de hierro tanto se estima, se alcanzase en aquella venturosa sin fatiga alguna, sino porque entonces los que en ella vivían ignoraban estas dos palabras de tuyo y mío”. “Santa amistad, que con ligeras alas, tu apariencia quedándose en el suelo,

entre benditas almas en el cielo, Don Quijote”.

Twitter: @ArellanoRabiela