/ jueves 28 de enero de 2021

Ingenioso Hidalgo

Don Quijote: Realidad y sub-realidad

Agustin Basave hace un estudio muy interesante sobre la Filosofía del Quijote dentro del contexto de su realidad aparente y sub-realidad. Comenta que a la realidad primordial de la vida diaria, Cervantes sobrepone una esfera o estrato de fantasía que, aunque choque con la realidad tangible, se articula con ella. Don Quijote y Sancho conceden al mundo imaginario de la caballería una dimensión de realidad. Argumentos no faltan. El hidalgo manchego aduce en su favor el universal reconocimiento y autorización de la caballería andante y los testimonios de cientos de libros impresos con licencia real. La caballería andante es, no sólo una institución, sino un modo de vida que se considera como una misión celestial y una ciencia. Para entenderlo, se precisa tener conocimientos en materia de historia, filosofía, antropología social, jurídicos, así como de teología, de reglas cristianas que se practican en materia de medicina, para conocer hierbas y para preparar una redama del bálsamo de fierabrás, en materia de astronomía para saber por en las estrellas cuántas horas de la noche han transcurrido y en qué punto geográfico del mundo se halla uno. “Saber herrar un caballo, aderezar la silla y el freno y nadar, sobre todo tiene que ser mantenedor de la verdad, aunque el defenderla le cueste la vida”. Quien profesa la caballería andante está exento de toda jurisdicción. El caballero andante nunca es llevado ante un juez, por muchos homicidios que hubiese cometido; jamás paga impuestos o derechos aduanales; nunca paga a los sastres por los trajes o las ropas que le hacen; y, naturalmente, no da sueldo a su escudero, sino que le retribuye nombrándole gobernador de alguna ínsula o reino conquistado. Una realidad muy pragmática en su estructura idealista. La sub-realidad quijotesca está caracterizada por peculiares modificaciones al espacio, al tiempo y a la causalidad. Aunque quienes aguarden a Don Quijote, en la entrada de la cueva de Montesinos, afirmen que sólo estuvo dentro poco más de una hora, el Caballero de la Triste Figura está convencido que pasó en ella tres días. Con Clavileño, el caballo de madera; Don Quijote piensa que ha recorrido miles de leguas. Los encantadores (amigos y enemigos) desempeñan en la sub-realidad quijotesca el papel de causalidad y motivación. Don Quijote interpreta el mundo en función de la actividad de los magos. En esta forma traslada el orden del reino de la fantasía en gigantes al orden de la experiencia sensorial a través de molinos de viento. La función de los encantadores es precisamente la de garantizar la coexistencia y compatibilidad de varios sub-universos de significaciones referidas a las mismas cosas y de asegurar la persistencia de la dimensión de realidad otorgada a cualquiera de dichos sub-universos. Nada permanece inexplicado, paradójico o contradictorio, tan pronto cómo las actividades de los encantadores se reconocen como elemento constitutivo del mundo y no se trata, para Don Quijote, de una mera hipótesis, sino de un hecho histórico probado por las fuentes de todos los libros, casi sagrados, de caballerías. No tiene sentido, tratándose de encantadores, recurrir a los medios ordinarios de la percepción sensible. “No hay (dice Sancho) sino encomendarnos a Dios, y dejar correr la suerte por donde mejor lo encaminare”. Si los encantadores interfieren adversa o propiciamente, por motivaciones propias, no queda sino luchar denodadamente, encomendándose a Dios. Vale la pena examinar el orbe de Don Quijote en sus diversos estratos. Tal vez en ese examen aparezca el núcleo mismo de la cosmovisión cervantina. “Las tristezas no se hicieron para las bestias, sino para los hombres; pero si los hombres las sienten demasiado, se vuelven bestias”.

Twitter @ArellanoRabiela

Don Quijote: Realidad y sub-realidad

Agustin Basave hace un estudio muy interesante sobre la Filosofía del Quijote dentro del contexto de su realidad aparente y sub-realidad. Comenta que a la realidad primordial de la vida diaria, Cervantes sobrepone una esfera o estrato de fantasía que, aunque choque con la realidad tangible, se articula con ella. Don Quijote y Sancho conceden al mundo imaginario de la caballería una dimensión de realidad. Argumentos no faltan. El hidalgo manchego aduce en su favor el universal reconocimiento y autorización de la caballería andante y los testimonios de cientos de libros impresos con licencia real. La caballería andante es, no sólo una institución, sino un modo de vida que se considera como una misión celestial y una ciencia. Para entenderlo, se precisa tener conocimientos en materia de historia, filosofía, antropología social, jurídicos, así como de teología, de reglas cristianas que se practican en materia de medicina, para conocer hierbas y para preparar una redama del bálsamo de fierabrás, en materia de astronomía para saber por en las estrellas cuántas horas de la noche han transcurrido y en qué punto geográfico del mundo se halla uno. “Saber herrar un caballo, aderezar la silla y el freno y nadar, sobre todo tiene que ser mantenedor de la verdad, aunque el defenderla le cueste la vida”. Quien profesa la caballería andante está exento de toda jurisdicción. El caballero andante nunca es llevado ante un juez, por muchos homicidios que hubiese cometido; jamás paga impuestos o derechos aduanales; nunca paga a los sastres por los trajes o las ropas que le hacen; y, naturalmente, no da sueldo a su escudero, sino que le retribuye nombrándole gobernador de alguna ínsula o reino conquistado. Una realidad muy pragmática en su estructura idealista. La sub-realidad quijotesca está caracterizada por peculiares modificaciones al espacio, al tiempo y a la causalidad. Aunque quienes aguarden a Don Quijote, en la entrada de la cueva de Montesinos, afirmen que sólo estuvo dentro poco más de una hora, el Caballero de la Triste Figura está convencido que pasó en ella tres días. Con Clavileño, el caballo de madera; Don Quijote piensa que ha recorrido miles de leguas. Los encantadores (amigos y enemigos) desempeñan en la sub-realidad quijotesca el papel de causalidad y motivación. Don Quijote interpreta el mundo en función de la actividad de los magos. En esta forma traslada el orden del reino de la fantasía en gigantes al orden de la experiencia sensorial a través de molinos de viento. La función de los encantadores es precisamente la de garantizar la coexistencia y compatibilidad de varios sub-universos de significaciones referidas a las mismas cosas y de asegurar la persistencia de la dimensión de realidad otorgada a cualquiera de dichos sub-universos. Nada permanece inexplicado, paradójico o contradictorio, tan pronto cómo las actividades de los encantadores se reconocen como elemento constitutivo del mundo y no se trata, para Don Quijote, de una mera hipótesis, sino de un hecho histórico probado por las fuentes de todos los libros, casi sagrados, de caballerías. No tiene sentido, tratándose de encantadores, recurrir a los medios ordinarios de la percepción sensible. “No hay (dice Sancho) sino encomendarnos a Dios, y dejar correr la suerte por donde mejor lo encaminare”. Si los encantadores interfieren adversa o propiciamente, por motivaciones propias, no queda sino luchar denodadamente, encomendándose a Dios. Vale la pena examinar el orbe de Don Quijote en sus diversos estratos. Tal vez en ese examen aparezca el núcleo mismo de la cosmovisión cervantina. “Las tristezas no se hicieron para las bestias, sino para los hombres; pero si los hombres las sienten demasiado, se vuelven bestias”.

Twitter @ArellanoRabiela