/ jueves 18 de febrero de 2021

Ingenioso Hidalgo

Alonso Quijano y Don Quijote

El Quijote es quizás la etiquetada con más seguridad además de ser posiblemente la peor leída. Una novela está escrita en una época y un lugar, que no funcionan como escenario, sino que precisamente son el objetivo de una historia, el personaje principal va atravesando una red de relaciones tejida como estructura social, como una forma de relacionarse los habitantes de ese espacio y tiempo en ese momento.

El Quijote tiene como escenario principal La Mancha y en su segunda parte, Aragón y Cataluña en una época de la que sólo sabemos generalidades como el problema con los moriscos, el poder de la inquisición, la imposibilidad de cambio dentro de los estamentos sociales o la frontera infranqueable entre el pueblo y la nobleza. La novela es la que nos permitir asistir presencialmente a esa vida y Cervantes elige no un personaje, sino una pareja para mostrarla. Esa pareja representa al pueblo y a la nobleza más baja, que efectivamente no se pueden unir más que en una relación desigual: amo y criado. Sin embargo, la relación entre amo y criado resultaría demasiado pobre, los personajes no podrían tener una comunicación de verdadero interés, así que para conseguirlo inventa una relación que sólo se puede dar en el terreno de la locura, la trasnochada de caballero y escudero. Es interesante analizar la intención de Cervantes queda clara en el prólogo donde dice su amigo: “Esta vuestra escritura no mira más que a deshacer la autoridad y cabida que en el mundo y en el vulgo tienen los libros de caballería” que significa en realidad una intención de desvelar la realidad, mostrar en un mismo escenario, en una comparación constante, el pensamiento y la forma de actuar del pueblo y de los nobles, haciéndose visibles los condicionamientos sociales que imposibilitan el desarrollo del pueblo, de las mujeres, del amor o la libertad. La etiqueta de idealista que se aplica al personaje de Don Quijote se ha entendido como una especie de héroe que lucha por el bien, pero lo que cuenta Cervantes va más allá, cuenta lo que hay detrás de ese idealismo, la absoluta falta de interés por el mundo, la imposibilidad de ver más allá de las ideas, una distancia infranqueable con la naturaleza, con la esencia humana y por supuesto el móvil de la fama y el deseo de perpetuar el propio nombre en toda la tierra. Cervantes, en su prólogo, quiere centrar la atención en el personaje de Sancho, el pueblo, el personaje no tratado por las novelas de caballería y ahí presenta lo contrario, la observación, la necesidad de sobrevivir para lo que es necesario conocer el entorno. Los refranes aparecen como la sabiduría popular, paradigmas de acción a los que se llega por la observación. El exterior es el campo vital de los desposeídos, lo contrario del caballero, que no puede encontrar nada fuera porque siempre va a ser inferior a sus propias ideas. Para Don Quijote lo real, los hechos, es encantamiento. Su forma de poner en peligro la vida de los demás ante los leones o de pegar enfurecido a cualquier caminante resulta trágica porque no está en juego la salvación del mundo, sino su propia fama. Cuando hace sus discursos racionales sobre el ideal de un mundo perdido, los años dorados (donde no había mío y tuyo), sobre el deseo de volver a compartir la tierra sin injusticias, Cervantes no se olvida de hacernos ver que es un discurso, sólo un discurso. El mundo que nos presenta es el de una nobleza dedicada al juego, un pueblo que no puede hacer otra cosa que obedecer y que sin embargo está preparado para mandar. Sancho se siente capaz de gobernar, se siente señor de sí mismo y no quiere ser vasallo de nadie. Para contrastar este mundo loco en el que tiene cabida esta pareja, el autor cuenta algunas historias reales, todas de amor, de los cerrados condicionamientos sociales que asfixian a los hombres o mujeres libres y transparentes. Todo el entramado social está basado en el engaño, engañan nobles y criados, quizás ese sea el tema más tratado por la literatura española de la época, el motivo de La Celestina o El Lazarillo. ¿De Alonso Quijano a Don Quijote o de Don Quijote a Alonso Quijano? La locura cuerda del personaje de Cervantes. “La pluma es la lengua de la mente, El Ingenioso Hidalgo”.

Twitter @ArellanoRabiela

Alonso Quijano y Don Quijote

El Quijote es quizás la etiquetada con más seguridad además de ser posiblemente la peor leída. Una novela está escrita en una época y un lugar, que no funcionan como escenario, sino que precisamente son el objetivo de una historia, el personaje principal va atravesando una red de relaciones tejida como estructura social, como una forma de relacionarse los habitantes de ese espacio y tiempo en ese momento.

El Quijote tiene como escenario principal La Mancha y en su segunda parte, Aragón y Cataluña en una época de la que sólo sabemos generalidades como el problema con los moriscos, el poder de la inquisición, la imposibilidad de cambio dentro de los estamentos sociales o la frontera infranqueable entre el pueblo y la nobleza. La novela es la que nos permitir asistir presencialmente a esa vida y Cervantes elige no un personaje, sino una pareja para mostrarla. Esa pareja representa al pueblo y a la nobleza más baja, que efectivamente no se pueden unir más que en una relación desigual: amo y criado. Sin embargo, la relación entre amo y criado resultaría demasiado pobre, los personajes no podrían tener una comunicación de verdadero interés, así que para conseguirlo inventa una relación que sólo se puede dar en el terreno de la locura, la trasnochada de caballero y escudero. Es interesante analizar la intención de Cervantes queda clara en el prólogo donde dice su amigo: “Esta vuestra escritura no mira más que a deshacer la autoridad y cabida que en el mundo y en el vulgo tienen los libros de caballería” que significa en realidad una intención de desvelar la realidad, mostrar en un mismo escenario, en una comparación constante, el pensamiento y la forma de actuar del pueblo y de los nobles, haciéndose visibles los condicionamientos sociales que imposibilitan el desarrollo del pueblo, de las mujeres, del amor o la libertad. La etiqueta de idealista que se aplica al personaje de Don Quijote se ha entendido como una especie de héroe que lucha por el bien, pero lo que cuenta Cervantes va más allá, cuenta lo que hay detrás de ese idealismo, la absoluta falta de interés por el mundo, la imposibilidad de ver más allá de las ideas, una distancia infranqueable con la naturaleza, con la esencia humana y por supuesto el móvil de la fama y el deseo de perpetuar el propio nombre en toda la tierra. Cervantes, en su prólogo, quiere centrar la atención en el personaje de Sancho, el pueblo, el personaje no tratado por las novelas de caballería y ahí presenta lo contrario, la observación, la necesidad de sobrevivir para lo que es necesario conocer el entorno. Los refranes aparecen como la sabiduría popular, paradigmas de acción a los que se llega por la observación. El exterior es el campo vital de los desposeídos, lo contrario del caballero, que no puede encontrar nada fuera porque siempre va a ser inferior a sus propias ideas. Para Don Quijote lo real, los hechos, es encantamiento. Su forma de poner en peligro la vida de los demás ante los leones o de pegar enfurecido a cualquier caminante resulta trágica porque no está en juego la salvación del mundo, sino su propia fama. Cuando hace sus discursos racionales sobre el ideal de un mundo perdido, los años dorados (donde no había mío y tuyo), sobre el deseo de volver a compartir la tierra sin injusticias, Cervantes no se olvida de hacernos ver que es un discurso, sólo un discurso. El mundo que nos presenta es el de una nobleza dedicada al juego, un pueblo que no puede hacer otra cosa que obedecer y que sin embargo está preparado para mandar. Sancho se siente capaz de gobernar, se siente señor de sí mismo y no quiere ser vasallo de nadie. Para contrastar este mundo loco en el que tiene cabida esta pareja, el autor cuenta algunas historias reales, todas de amor, de los cerrados condicionamientos sociales que asfixian a los hombres o mujeres libres y transparentes. Todo el entramado social está basado en el engaño, engañan nobles y criados, quizás ese sea el tema más tratado por la literatura española de la época, el motivo de La Celestina o El Lazarillo. ¿De Alonso Quijano a Don Quijote o de Don Quijote a Alonso Quijano? La locura cuerda del personaje de Cervantes. “La pluma es la lengua de la mente, El Ingenioso Hidalgo”.

Twitter @ArellanoRabiela