/ domingo 16 de mayo de 2021

José Vascocelos

“La educación es el arma más poderosa que puedes usar para cambiar el mundo.”

Nelson Mandela.

En la práctica, todos los países del mundo han sufrido guerras y revoluciones con el denominador común de pérdida de vidas. Las guerras entre hermanos suelen ser las más cruentas, ejemplos sobran, por la cercanía geográfica y cultural cito la Guerra de Secesión estadounidense (1861- 1865) que dejó 620 mil soldados muertos. La Guerra civil española (1936-1939) con saldo de un millón de fallecidos. Tristemente en nuestra Revolución de hace un siglo las fuentes apuntan entre uno y dos millones de compatriotas muertos. Si tenemos en cuenta que en 1920 nuestro país contaba con 15.3 millones de habitantes, el resultado es aterrador.

En medio de la violencia fraternal surgió otra revolución sin fusiles, ametralladoras o cañones. La lucha fue con las armas de la palabra, del arte y la historia. Entre junio y octubre de 1920 comenzó la gesta de José Vasconcelos utilizando como parapeto la Universidad Nacional de México, su tropa la integró con intelectuales, artistas y por, sobre todo, por profesores que formaron el más poderoso ejército que transformaría México. Si bien, el maestro Vasconcelos fue combatiente revolucionario, entre los avatares de la batalla y posterior exilio, un destierro que lo indujo a replantear el país bajo implicaciones de civilidad en medio de levantamientos armados por aquí y por allá. Conceptúo que el ser testigo de la tragedia donde las balas eran obra de ambiciones políticas, de poder y de dinero, además que la revolución se valió de la pobreza campesina como soldados de mayoría analfabetas, el maestro se propuso cambiar el curso del campo de batalla hacia las aulas escolares.

Desde su trinchera, Vasconcelos le da a la Universidad el impulso bajo el lema “Por mi raza hablará el espíritu” para que de ahí se gestaran instituciones educativas desde la simiente de la educación elemental creando la Secretaría de Educación Pública. Pionero de la educación basada en la inteligencia emocional que todo niño posee para descubrir y desarrollar sus habilidades intelectuales. Una visión universal de la educación y no la educación pozolera que algunos grupos manipulados por intereses políticos y la complacencia del gobierno están ocurriendo en los estados más pobres del país.

La verdadera educación escolar ya la practicaba la Grecia Antigua, no solo eran los elementos básicos de leer, escribir y el conocimiento de las operaciones con los números. Iba más allá, hacia una educación integral, donde el deporte era obligatorio, tocar un instrumento musical (lira o flauta), debatir y glosar las obras de Homero, primero la Ilíada y después la Odisea. Con esos antecedentes, opino que esa fue la visión de José Vasconcelos, que desafortunadamente gobiernos van y vienen con mucha demagogia y poca ciencia.

Escribo estas líneas en las primeras horas del Día del Maestro, vaya el reconocimiento para la inmensa mayoría de profesores que callada, pero con elevado espíritu siguen adelante en el ejercicio de su noble profesión para erigir un México mejor. Sirva también para reprobar a gobiernos y líderes que manipulan a docentes para satisfacer fines innobles.

“La educación es el arma más poderosa que puedes usar para cambiar el mundo.”

Nelson Mandela.

En la práctica, todos los países del mundo han sufrido guerras y revoluciones con el denominador común de pérdida de vidas. Las guerras entre hermanos suelen ser las más cruentas, ejemplos sobran, por la cercanía geográfica y cultural cito la Guerra de Secesión estadounidense (1861- 1865) que dejó 620 mil soldados muertos. La Guerra civil española (1936-1939) con saldo de un millón de fallecidos. Tristemente en nuestra Revolución de hace un siglo las fuentes apuntan entre uno y dos millones de compatriotas muertos. Si tenemos en cuenta que en 1920 nuestro país contaba con 15.3 millones de habitantes, el resultado es aterrador.

En medio de la violencia fraternal surgió otra revolución sin fusiles, ametralladoras o cañones. La lucha fue con las armas de la palabra, del arte y la historia. Entre junio y octubre de 1920 comenzó la gesta de José Vasconcelos utilizando como parapeto la Universidad Nacional de México, su tropa la integró con intelectuales, artistas y por, sobre todo, por profesores que formaron el más poderoso ejército que transformaría México. Si bien, el maestro Vasconcelos fue combatiente revolucionario, entre los avatares de la batalla y posterior exilio, un destierro que lo indujo a replantear el país bajo implicaciones de civilidad en medio de levantamientos armados por aquí y por allá. Conceptúo que el ser testigo de la tragedia donde las balas eran obra de ambiciones políticas, de poder y de dinero, además que la revolución se valió de la pobreza campesina como soldados de mayoría analfabetas, el maestro se propuso cambiar el curso del campo de batalla hacia las aulas escolares.

Desde su trinchera, Vasconcelos le da a la Universidad el impulso bajo el lema “Por mi raza hablará el espíritu” para que de ahí se gestaran instituciones educativas desde la simiente de la educación elemental creando la Secretaría de Educación Pública. Pionero de la educación basada en la inteligencia emocional que todo niño posee para descubrir y desarrollar sus habilidades intelectuales. Una visión universal de la educación y no la educación pozolera que algunos grupos manipulados por intereses políticos y la complacencia del gobierno están ocurriendo en los estados más pobres del país.

La verdadera educación escolar ya la practicaba la Grecia Antigua, no solo eran los elementos básicos de leer, escribir y el conocimiento de las operaciones con los números. Iba más allá, hacia una educación integral, donde el deporte era obligatorio, tocar un instrumento musical (lira o flauta), debatir y glosar las obras de Homero, primero la Ilíada y después la Odisea. Con esos antecedentes, opino que esa fue la visión de José Vasconcelos, que desafortunadamente gobiernos van y vienen con mucha demagogia y poca ciencia.

Escribo estas líneas en las primeras horas del Día del Maestro, vaya el reconocimiento para la inmensa mayoría de profesores que callada, pero con elevado espíritu siguen adelante en el ejercicio de su noble profesión para erigir un México mejor. Sirva también para reprobar a gobiernos y líderes que manipulan a docentes para satisfacer fines innobles.