/ viernes 5 de febrero de 2021

La Autenticidad de ser un Buen Ciudadano

Han pasado ligeramente más de 100 años cuando fue promulgada con bombos, tarolas y platillos la carta magna de nuestro país, carta que no solo da vida social, sino que guarda en esencia la máxima de todo habitante en nuestro territorio nacional: manejar nuestro propio timón en el transcurso del diario vivir.

Si bien para todos los estudiosos en leyes, saben a conciencia la división de la constitución (dogmática y orgánica), su contenido de 9 títulos, con 136 artículos y 19 transitorios, y la gran mayoría habrá visto en la escuela pública o privada la historia que dio origen a dicho documento y que por ley debe ser leído como libro principal en la educación básica. Pero pocos saben o sabemos que conglomera en su contenido el saber preciso para la conducción correcta de cada individuo con autenticidad.

No basta con conocer lo que para muchos es el mínimo necesario de nuestra Constitución, hay que ir más allá para que cada año esta fecha que incluso es motivo de abstención de actividades educativas, laborales, etc. Sea también una fecha de una profunda reflexión cívica. Y no es por producto de la casualidad que este año, esta fecha tan importante para los mexicanos tenga como connotación algo mucho muy especial, pues se suma a estas fechas, un año electoral y un año donde el valor humano ha estado por encima de todos los estándares de años pasados. Es decir, es un buen momento para obsequiar un valor ciudadano y porque no, de regalarnos a nosotros mismos el mismo detalle. Algo bueno debe salir en los tiempos actuales: la autenticidad de ser un buen ciudadano.

Frente al siglo XXI, se ha de volver a diseñar, inducir y luchar por la construcción de una nueva sociedad, una mejor convivencia, ser actores y no solo simples espectadores. Que todos los mayores de 18 años ayuden a conducir a las familias hacia un futuro “deseable” y posible de alcanzar con seriedad y trabajo. Ello significa participar en la construcción de la paz, para lograr un mundo sin violencia. Y sobre todo sin violencia en las familias, sin violencia en las comunidades y sin violencia en el interior de nuestra propia nación; sin que la política polarice las clases, trabajar por el desarrollo y fortalecimiento de una Democracia Total, por el hallazgo de soluciones que resuelvan los graves problemas que aquejan a los sectores más vulnerables de la sociedad, impulsando un modelo de desarrollo a escala humana autosustentable con un pacto verde, en el que el ciudadano mexicano sea objeto y sujeto de su propio desarrollo, privilegiando la educación y creando una mejor calidad de vida; aquí radica parte de la esencia invisible de nuestra constitución. Para ello un ciudadano completo tiene como trabajo permanente el progreso en su perfeccionamiento en todas sus dimensiones, para ponerse al servicio de la nueva sociedad que intenta construir. No se pasa un alto, no tira objetos a la vía pública, cumple con todos los requerimientos de la administración pública, conoce de normas y leyes, se informa, se prepara, forma y proyecta para intentar mejorar el funcionamiento de las instituciones, desde su trinchera procura disminuir la pobreza, hace que se tome conciencia sobre el respeto al medio ambiente y a la naturaleza, en equilibrio con el ser humano y sus necesidades.

Pareciera una utopía, pero debemos iniciar con algo. Y qué mejor que con las más altas exigencias que las circunstancias nos obliga a tomar, y que nuestra Constitución nos permite hacer. Esta constitución tiene alto valor para cada persona en la medida en que proyecta sobre el compromiso, aplicando los principios en que se formó. Es la forma de demostrar que se es coherente con los principios que se proclaman, se defienden y practican.

Han pasado ligeramente más de 100 años cuando fue promulgada con bombos, tarolas y platillos la carta magna de nuestro país, carta que no solo da vida social, sino que guarda en esencia la máxima de todo habitante en nuestro territorio nacional: manejar nuestro propio timón en el transcurso del diario vivir.

Si bien para todos los estudiosos en leyes, saben a conciencia la división de la constitución (dogmática y orgánica), su contenido de 9 títulos, con 136 artículos y 19 transitorios, y la gran mayoría habrá visto en la escuela pública o privada la historia que dio origen a dicho documento y que por ley debe ser leído como libro principal en la educación básica. Pero pocos saben o sabemos que conglomera en su contenido el saber preciso para la conducción correcta de cada individuo con autenticidad.

No basta con conocer lo que para muchos es el mínimo necesario de nuestra Constitución, hay que ir más allá para que cada año esta fecha que incluso es motivo de abstención de actividades educativas, laborales, etc. Sea también una fecha de una profunda reflexión cívica. Y no es por producto de la casualidad que este año, esta fecha tan importante para los mexicanos tenga como connotación algo mucho muy especial, pues se suma a estas fechas, un año electoral y un año donde el valor humano ha estado por encima de todos los estándares de años pasados. Es decir, es un buen momento para obsequiar un valor ciudadano y porque no, de regalarnos a nosotros mismos el mismo detalle. Algo bueno debe salir en los tiempos actuales: la autenticidad de ser un buen ciudadano.

Frente al siglo XXI, se ha de volver a diseñar, inducir y luchar por la construcción de una nueva sociedad, una mejor convivencia, ser actores y no solo simples espectadores. Que todos los mayores de 18 años ayuden a conducir a las familias hacia un futuro “deseable” y posible de alcanzar con seriedad y trabajo. Ello significa participar en la construcción de la paz, para lograr un mundo sin violencia. Y sobre todo sin violencia en las familias, sin violencia en las comunidades y sin violencia en el interior de nuestra propia nación; sin que la política polarice las clases, trabajar por el desarrollo y fortalecimiento de una Democracia Total, por el hallazgo de soluciones que resuelvan los graves problemas que aquejan a los sectores más vulnerables de la sociedad, impulsando un modelo de desarrollo a escala humana autosustentable con un pacto verde, en el que el ciudadano mexicano sea objeto y sujeto de su propio desarrollo, privilegiando la educación y creando una mejor calidad de vida; aquí radica parte de la esencia invisible de nuestra constitución. Para ello un ciudadano completo tiene como trabajo permanente el progreso en su perfeccionamiento en todas sus dimensiones, para ponerse al servicio de la nueva sociedad que intenta construir. No se pasa un alto, no tira objetos a la vía pública, cumple con todos los requerimientos de la administración pública, conoce de normas y leyes, se informa, se prepara, forma y proyecta para intentar mejorar el funcionamiento de las instituciones, desde su trinchera procura disminuir la pobreza, hace que se tome conciencia sobre el respeto al medio ambiente y a la naturaleza, en equilibrio con el ser humano y sus necesidades.

Pareciera una utopía, pero debemos iniciar con algo. Y qué mejor que con las más altas exigencias que las circunstancias nos obliga a tomar, y que nuestra Constitución nos permite hacer. Esta constitución tiene alto valor para cada persona en la medida en que proyecta sobre el compromiso, aplicando los principios en que se formó. Es la forma de demostrar que se es coherente con los principios que se proclaman, se defienden y practican.