/ martes 17 de agosto de 2021

La Conquista

Nuestra Ley Fundamental en su artículo 34 establece que para ser ciudadano mexicano se requiere tener 18 años, por tanto, y toda vez que la educación escolarizada es obligatoria y debe ser nacional, toda vez que, sin hostilidades ni exclusivismos, atenderá a la comprensión de nuestros problemas, al aprovechamiento de nuestros recursos, a la defensa de nuestra independencia política, al aseguramiento de nuestra independencia económica y a la continuidad y acrecentamiento de nuestra cultura [artículo 3, fracción II, inciso b)], el ciudadano debe contar con la instrucción necesaria para participar en la república (cosa púbica, de todos, según su acepción etimológica).

En ese orden de ideas, conocer la Historia que involucre a nuestro país y, en su caso interpretarla (o reinterpretarla) es uno de nuestros deberes ciudadanos.

El pasado viernes 13 de agosto conmemoramos 500 años de la caída de Tenochtitlán, evento en torno al cual se ha construido el mito de que tal derrota es imputable única y exclusivamente a los españoles con ayuda de la traición personificada en La Malinche (Marina). Según mis lecturas (que, confieso, no son tantas como quisiera).

Entender el contexto es esencial para dejar la clasificación maniquea de buenos y malos. Las potencias del mundo estaban haciendo lo que dicta la naturaleza: tratar de expandirse y dominar otros territorios. España lo hacía; el imperio azteca, también, basta recordar que fue uno de los más grandes y poderosos de Mesoamérica, logrando imponer condiciones bajo un régimen duro y firme, así como un rigurosísimo sistema tributario al que estaban sometidos distintos grupos, quienes vieron en los españoles y en su propuesta aliancista la perfecta posibilidad de lograr la libertad y dejar el yugo azteca.

Se logró el cometido inmediato, pues se derrocó al ya muy mermado imperio azteca (sus opositores cortaron el suministro de alimento y de agua, obligándoles a beber la del contaminado lago, por tanto, se encontraban enfermos y débiles) para ahora ser sometidos –y torturados- por los españoles, bajo el régimen de la Encomienda. Por supuesto, no caben las generalizaciones, pues también hubo personas del sector clerical, que utilizaron el poder suave para convencer a los indígenas de que sus ideas políticas y religiosas estaban equivocadas.

Este capítulo es parte de la historia nacional, por lo que deberíamos de aprender diversas lecciones: (i) Si bien es cierto, se requieren gobiernos fuertes, también lo es que, deben hacerse acompañar de la población y no apretarla tanto al punto de que esta explote y dejen de acompañarle, pues no solamente se deslegitima, sino se vuelve su enemigo; (ii) las alianzas son útiles, aunque pueden ser peligrosas si solamente son pragmáticas; (iii) el conocimiento y la tecnología son fundamentales para el bienestar del pueblo, a efecto de evitar el sometimiento, en cualquiera de sus modalidades; y (iiii) es imperativo erradicar la violencia, sobre todo, si se pretende en aras de los derechos humanos.

Así, pues, conocer la historia nacional me parece imperativo. No para victimizarnos ni para sentirnos superiores, sino para entendernos mejor, saber que nosotros no somos víctimas ni victimarios, sino que así fueron las cosas y así fue como surgió la raza cósmica, la raza de bronce (José Vasconcelos dixit) y para despertar la conciencia crítica, esencia del ciudadano mexicano.

germanrodriguez32@hotmail.com

Nuestra Ley Fundamental en su artículo 34 establece que para ser ciudadano mexicano se requiere tener 18 años, por tanto, y toda vez que la educación escolarizada es obligatoria y debe ser nacional, toda vez que, sin hostilidades ni exclusivismos, atenderá a la comprensión de nuestros problemas, al aprovechamiento de nuestros recursos, a la defensa de nuestra independencia política, al aseguramiento de nuestra independencia económica y a la continuidad y acrecentamiento de nuestra cultura [artículo 3, fracción II, inciso b)], el ciudadano debe contar con la instrucción necesaria para participar en la república (cosa púbica, de todos, según su acepción etimológica).

En ese orden de ideas, conocer la Historia que involucre a nuestro país y, en su caso interpretarla (o reinterpretarla) es uno de nuestros deberes ciudadanos.

El pasado viernes 13 de agosto conmemoramos 500 años de la caída de Tenochtitlán, evento en torno al cual se ha construido el mito de que tal derrota es imputable única y exclusivamente a los españoles con ayuda de la traición personificada en La Malinche (Marina). Según mis lecturas (que, confieso, no son tantas como quisiera).

Entender el contexto es esencial para dejar la clasificación maniquea de buenos y malos. Las potencias del mundo estaban haciendo lo que dicta la naturaleza: tratar de expandirse y dominar otros territorios. España lo hacía; el imperio azteca, también, basta recordar que fue uno de los más grandes y poderosos de Mesoamérica, logrando imponer condiciones bajo un régimen duro y firme, así como un rigurosísimo sistema tributario al que estaban sometidos distintos grupos, quienes vieron en los españoles y en su propuesta aliancista la perfecta posibilidad de lograr la libertad y dejar el yugo azteca.

Se logró el cometido inmediato, pues se derrocó al ya muy mermado imperio azteca (sus opositores cortaron el suministro de alimento y de agua, obligándoles a beber la del contaminado lago, por tanto, se encontraban enfermos y débiles) para ahora ser sometidos –y torturados- por los españoles, bajo el régimen de la Encomienda. Por supuesto, no caben las generalizaciones, pues también hubo personas del sector clerical, que utilizaron el poder suave para convencer a los indígenas de que sus ideas políticas y religiosas estaban equivocadas.

Este capítulo es parte de la historia nacional, por lo que deberíamos de aprender diversas lecciones: (i) Si bien es cierto, se requieren gobiernos fuertes, también lo es que, deben hacerse acompañar de la población y no apretarla tanto al punto de que esta explote y dejen de acompañarle, pues no solamente se deslegitima, sino se vuelve su enemigo; (ii) las alianzas son útiles, aunque pueden ser peligrosas si solamente son pragmáticas; (iii) el conocimiento y la tecnología son fundamentales para el bienestar del pueblo, a efecto de evitar el sometimiento, en cualquiera de sus modalidades; y (iiii) es imperativo erradicar la violencia, sobre todo, si se pretende en aras de los derechos humanos.

Así, pues, conocer la historia nacional me parece imperativo. No para victimizarnos ni para sentirnos superiores, sino para entendernos mejor, saber que nosotros no somos víctimas ni victimarios, sino que así fueron las cosas y así fue como surgió la raza cósmica, la raza de bronce (José Vasconcelos dixit) y para despertar la conciencia crítica, esencia del ciudadano mexicano.

germanrodriguez32@hotmail.com