/ miércoles 28 de noviembre de 2018

La opinión como ideología del momento

Este próximo sábado 1 de diciembre nuestra democracia como se ha concebido durante los últimos años, dará un giro transicional, generando especulaciones en el porvenir personal y colectivo y que pareciera que todo lo costado por décadas podría estrepitosamente llegar a su fin o bien, tener un cauce de mejora.

Los mexicanos no hemos vivido lo suficientemente las palabras que utilizamos; muchos se dejan regir por un viejo resentimiento, fascinación e ira del pequeño frente al grande. Hoy el paisaje nacional presenta sólo una gran potencia. Podemos odiarla, pero también podemos sumar el rechazo a la inseguridad de que sólo unas personas puedan permitir el beneficio del resto o en su defecto, que sólo unos cuantos acepten los beneficios de las tomas de decisiones. No podríamos vivir otros seis años de la misma manera, por lo que para vivir juntos y bien, se necesitan principios políticos más o menos compartidos. No existe un estado mexicano sin la figura gobierno-sociedad, definiéndose a partir de la presencia de una administración, por lo que se debe aceptar a la burocracia en todos sus sentidos; no hay Estado sin burocracia y en una burocracia sana, la Democracia debe ir por delante.

En nuestra Democracia mexicana, el pueblo no siempre tiene la razón, pero tampoco se puede tener la razón sólo contra el pueblo. De aquí estriban dos concepciones opuestas una de la otra; algunos hombres creen, de buena fe, que una sociedad se gobierna por la cumbre del poder, esta óptica existía tanto de la izquierda como de la derecha, es decir, es aceptada por cualquier militante, simpatizante, seguidor, etc. Pero existe otra visión: una sociedad sólo se mueve si los actores que la componen se sienten participes o socios de las decisiones tomadas. En este mismo siglo, aun virgen, será el tiempo en que la sociedad se moverá desde abajo, porque cada quien quiere tener su parte de responsabilidad en la comunidad, esta actividad es movida por fe y esperanzas, esa es su razón. Ojalá y más vale que los que vayan a participar de manera activa lo hagan de la mejor manera posible. Y que mejor forma de participar que ejerciendo su derecho de opinión.

La opinión de los mexicanos es la ideología del momento. Un pensamiento u opinión que no se expone no puede adquirir valor ninguno. Tristemente los ciudadanos aspiran a pensar como todo el mundo, temen pensar como una minoría, se llegan a sentir solos si se encuentran disminuidos.

La relación social es poderosa cuando la mayoría piensa lo mismo, y así sentirse que pertenece a una comunidad. La pertenencia se oficializa y esto trae consigo el reconocimiento. A lo que una persona no es reconocida, es considerada como una extraña y se retrae, así que tiene que escoger entre quedarse aislada con sus opiniones jamás evocadas o caminar el mismo paso con los demás.

Los grandes partidos políticos y demagogos lo saben, siempre será más fácil integrar a aquel que se parece a todo el mundo, que aquel que es diferente; al idéntico, que al otro. En campañas electorales esto es muy notorio. Tristemente en México, sus mexicanos, no opinan, no sienten, mucho menos actúan. Y para poder llegar a cambiar para bien la burocracia, las instituciones, los partidos políticos, a toda una democracia se debe iniciar por el fomento hacía con uno mismo.

Participando lejos de toda apatía. Cada mexicano sin miedo a equivocarme llevamos dentro de nuestra mente, la convicción de desempeñarnos en forma fiel, sincera y honesta, esta misma misión nos corresponde a desarrollar, para con nuestros semejantes el crecimiento colectivo y sólo así sentir la satisfacción del deber cumplido, tal y cual lo hemos criticado a quien se han equivocado en el intento, al prestarnos la oportunidad de hacer las cosas diferentes, de pensar que estuvimos en un error y de opinar de nuestra propia verdad y no la de otros como mexicanos que somos.


Este próximo sábado 1 de diciembre nuestra democracia como se ha concebido durante los últimos años, dará un giro transicional, generando especulaciones en el porvenir personal y colectivo y que pareciera que todo lo costado por décadas podría estrepitosamente llegar a su fin o bien, tener un cauce de mejora.

Los mexicanos no hemos vivido lo suficientemente las palabras que utilizamos; muchos se dejan regir por un viejo resentimiento, fascinación e ira del pequeño frente al grande. Hoy el paisaje nacional presenta sólo una gran potencia. Podemos odiarla, pero también podemos sumar el rechazo a la inseguridad de que sólo unas personas puedan permitir el beneficio del resto o en su defecto, que sólo unos cuantos acepten los beneficios de las tomas de decisiones. No podríamos vivir otros seis años de la misma manera, por lo que para vivir juntos y bien, se necesitan principios políticos más o menos compartidos. No existe un estado mexicano sin la figura gobierno-sociedad, definiéndose a partir de la presencia de una administración, por lo que se debe aceptar a la burocracia en todos sus sentidos; no hay Estado sin burocracia y en una burocracia sana, la Democracia debe ir por delante.

En nuestra Democracia mexicana, el pueblo no siempre tiene la razón, pero tampoco se puede tener la razón sólo contra el pueblo. De aquí estriban dos concepciones opuestas una de la otra; algunos hombres creen, de buena fe, que una sociedad se gobierna por la cumbre del poder, esta óptica existía tanto de la izquierda como de la derecha, es decir, es aceptada por cualquier militante, simpatizante, seguidor, etc. Pero existe otra visión: una sociedad sólo se mueve si los actores que la componen se sienten participes o socios de las decisiones tomadas. En este mismo siglo, aun virgen, será el tiempo en que la sociedad se moverá desde abajo, porque cada quien quiere tener su parte de responsabilidad en la comunidad, esta actividad es movida por fe y esperanzas, esa es su razón. Ojalá y más vale que los que vayan a participar de manera activa lo hagan de la mejor manera posible. Y que mejor forma de participar que ejerciendo su derecho de opinión.

La opinión de los mexicanos es la ideología del momento. Un pensamiento u opinión que no se expone no puede adquirir valor ninguno. Tristemente los ciudadanos aspiran a pensar como todo el mundo, temen pensar como una minoría, se llegan a sentir solos si se encuentran disminuidos.

La relación social es poderosa cuando la mayoría piensa lo mismo, y así sentirse que pertenece a una comunidad. La pertenencia se oficializa y esto trae consigo el reconocimiento. A lo que una persona no es reconocida, es considerada como una extraña y se retrae, así que tiene que escoger entre quedarse aislada con sus opiniones jamás evocadas o caminar el mismo paso con los demás.

Los grandes partidos políticos y demagogos lo saben, siempre será más fácil integrar a aquel que se parece a todo el mundo, que aquel que es diferente; al idéntico, que al otro. En campañas electorales esto es muy notorio. Tristemente en México, sus mexicanos, no opinan, no sienten, mucho menos actúan. Y para poder llegar a cambiar para bien la burocracia, las instituciones, los partidos políticos, a toda una democracia se debe iniciar por el fomento hacía con uno mismo.

Participando lejos de toda apatía. Cada mexicano sin miedo a equivocarme llevamos dentro de nuestra mente, la convicción de desempeñarnos en forma fiel, sincera y honesta, esta misma misión nos corresponde a desarrollar, para con nuestros semejantes el crecimiento colectivo y sólo así sentir la satisfacción del deber cumplido, tal y cual lo hemos criticado a quien se han equivocado en el intento, al prestarnos la oportunidad de hacer las cosas diferentes, de pensar que estuvimos en un error y de opinar de nuestra propia verdad y no la de otros como mexicanos que somos.