/ domingo 7 de febrero de 2021

La Verdad y la Mentira

“El que dice una mentira no sabe qué tarea ha asumido, porque estará obligado a inventar veinte más para sostener la certeza de esta primera”. Alexander Pope.

La relación entre el pensamiento con el lenguaje, la voluntad y la conciencia como verdad, fue discutida por filósofos presocráticos. Platón, seguidor de Sócrates, lo explicó con palabras llanas: “la verdad en el discurso dice las cosas como son, falso el que las dice como no son”. Aristóteles sella el mismo pensamiento en otros términos: “Negar lo que es y afirmar lo que no es, es lo falso, en tanto que afirmar lo que es y negar lo que no es, es lo verdadero”. Juego de palabras que abren un universo a la posteridad.

Para San Agustín existe un canon en torno a la cual se pueden juzgar todas las cosas de conformidad a la verdad. La filosofía de Kant liga el pensamiento platónico con la regla de S. Agustín aduciendo que el pensamiento sigue leyes generales necesarias para el entendimiento.

Los neokantianos de la escuela de Baden exageran la tesis de Kant como criterio formal de la verdad. Nietzsche esboza el concepto en la filosofía de la acción, en particular con el pragmatismo al identificar la verdad como una noción de utilidad, noción que desarrolló Unamuno en la vida de Don Quijote.

Hurgando en la bibliografía del tema, encuentro decenas de tesis emanadas de los principios de los filósofos griegos llegando a la conclusión que todos caen en ordenar el conocimiento con el pensamiento y este con la palabra, o sea, haber nutrido la memoria e inteligencia con el estudio y la experiencia para expresarse verbalmente y no afirmar si no hay pleno saber de lo que se va a decir.

En el ámbito donde a gran número de personas concierne, la falta a la verdad más frecuente es en la política. El distorsionar o mentir fluye con asiduidad en labios en los políticos. Viene a mi memoria el Ing. Cuauhtémoc Cárdenas cuando era regente del entonces Distrito Federal que a preguntas de periodistas, en ocasiones respondía: “no sé, indagaré para responder con certeza”, incomprensible, ese valor de honestidad fue censurado con acritud.

En las comparecencias públicas del Dr. López-Gatell, ¿es intencional mentir o desfigurar la verdad? ¿Es falta de conocimiento de las cosas y de los hechos? Opino que miente dominado por el servilismo al presidente. Al mentir o distorsionar la verdad traiciona a la institución donde se graduó de médico, la UNAM y en que la hizo su postgrado en epidemiología, la Bloomberg School of Public Health de la Universidad Johns Hopkins.

Por otro lado, es usual que el discurso del señor presidente sea optimista en el que oculta la verdad o con circunloquios elude temas álgidos de la vida nacional, sirva de ejemplo el incremento de la violencia y el crimen. Supongo que falsea con la intención de no provocar pánico que complicaría la difícil situación del país y de esta manera mantener la confianza en su gobierno con miras electorales. A más de dos años de haber sido ungido presidente, el recurrente “vamos a” de su lenguaje, suena a campaña que debió enterrar para mostrar (y demostrar) lo que no puede, que en el presente se viva con más seguridad y en general mejor que antes.

“El que dice una mentira no sabe qué tarea ha asumido, porque estará obligado a inventar veinte más para sostener la certeza de esta primera”. Alexander Pope.

La relación entre el pensamiento con el lenguaje, la voluntad y la conciencia como verdad, fue discutida por filósofos presocráticos. Platón, seguidor de Sócrates, lo explicó con palabras llanas: “la verdad en el discurso dice las cosas como son, falso el que las dice como no son”. Aristóteles sella el mismo pensamiento en otros términos: “Negar lo que es y afirmar lo que no es, es lo falso, en tanto que afirmar lo que es y negar lo que no es, es lo verdadero”. Juego de palabras que abren un universo a la posteridad.

Para San Agustín existe un canon en torno a la cual se pueden juzgar todas las cosas de conformidad a la verdad. La filosofía de Kant liga el pensamiento platónico con la regla de S. Agustín aduciendo que el pensamiento sigue leyes generales necesarias para el entendimiento.

Los neokantianos de la escuela de Baden exageran la tesis de Kant como criterio formal de la verdad. Nietzsche esboza el concepto en la filosofía de la acción, en particular con el pragmatismo al identificar la verdad como una noción de utilidad, noción que desarrolló Unamuno en la vida de Don Quijote.

Hurgando en la bibliografía del tema, encuentro decenas de tesis emanadas de los principios de los filósofos griegos llegando a la conclusión que todos caen en ordenar el conocimiento con el pensamiento y este con la palabra, o sea, haber nutrido la memoria e inteligencia con el estudio y la experiencia para expresarse verbalmente y no afirmar si no hay pleno saber de lo que se va a decir.

En el ámbito donde a gran número de personas concierne, la falta a la verdad más frecuente es en la política. El distorsionar o mentir fluye con asiduidad en labios en los políticos. Viene a mi memoria el Ing. Cuauhtémoc Cárdenas cuando era regente del entonces Distrito Federal que a preguntas de periodistas, en ocasiones respondía: “no sé, indagaré para responder con certeza”, incomprensible, ese valor de honestidad fue censurado con acritud.

En las comparecencias públicas del Dr. López-Gatell, ¿es intencional mentir o desfigurar la verdad? ¿Es falta de conocimiento de las cosas y de los hechos? Opino que miente dominado por el servilismo al presidente. Al mentir o distorsionar la verdad traiciona a la institución donde se graduó de médico, la UNAM y en que la hizo su postgrado en epidemiología, la Bloomberg School of Public Health de la Universidad Johns Hopkins.

Por otro lado, es usual que el discurso del señor presidente sea optimista en el que oculta la verdad o con circunloquios elude temas álgidos de la vida nacional, sirva de ejemplo el incremento de la violencia y el crimen. Supongo que falsea con la intención de no provocar pánico que complicaría la difícil situación del país y de esta manera mantener la confianza en su gobierno con miras electorales. A más de dos años de haber sido ungido presidente, el recurrente “vamos a” de su lenguaje, suena a campaña que debió enterrar para mostrar (y demostrar) lo que no puede, que en el presente se viva con más seguridad y en general mejor que antes.