/ viernes 29 de enero de 2021

La Victoria de la Guerra Eterna

Una vez decretada la pandemia a nivel mundial, se vino una serie de fenómenos psicosociales colectivos y otros tantos personales, donde jamás imaginamos llegar al cumplimiento de un año con emociones protagonistas desde ese día hasta hoy de pena y dolor.

Vayamos más atrás, y recordemos la información que nos han brindado estas emociones evolutivas propias del ser humano. Qué fue lo que hicimos mal como especie humana para tan gran espectáculo de la naturaleza y sus terribles secuelas. Fueron tantos los avisos de la presencia de una amenaza y tristeza, de que existiría algo en nuestras vidas que no funcionaría bien. Sin embargo, no supimos mantener estoicos para evitar poner punto final y prever tan grandes pérdidas humanas. Evitamos ponernos ansiosos, para postergar la solución y evitar dicho dolor.

Hoy con suma tristeza hemos visto en redes sociales, opiniones de amigos y familiares, platicas en centros de trabajo, entre otros; el desfile de un sinfín de personas que han sido presa de lo invisiblemente peligroso.

Sabemos que la muerte es un problema de los vivos que nos quedamos huérfanos de nuestros seres queridos, a los que tanto necesitamos.

Para los creyentes de la inmortalidad del alma, las despedidas tienen, normalmente, un punto de tristeza pues suponen un alejamiento, una separación, un distanciamiento; pueden ser el resultado de la pérdida de alguien a quien se quiere o aprecia especialmente. No es el caso, aquí no hay ni distanciamiento, ni pérdida, ni alejamiento, simplemente se trata de desear buen camino a quienes durante un tiempo han estado a nuestro cuidado y han llegado al momento en que deben explorar nuevas vías de vivir.

Estos años que hemos pasado juntos a nuestros seres amados, han sido importante para todos nosotros. Nos han dado la oportunidad de volver sobre nuestros pasos y repensar los trabajos que hemos hecho bien, vernos desde una nueva perspectiva y darnos cuenta de que no eran tan buenos como lo pensábamos. Gracias a los que ya no están hemos aprendido porque la experiencia ha sido vivificadora y ha hecho realidad eso que tantas veces decimos: siempre seremos eternos aprendices. A pesar de estar vivos hemos emprendido una nueva manera de vivir, libres y de palabra, para que nuestras reflexiones vayan acompañadas de acción al prójimo y de construcción de una nueva sociedad.

No solo ha partido un ser amado que luchó por ver al sol de frente, sino a un ser entrañable y enormemente querido por todos los que le conocían y con quien han tenido el privilegio de compartir tantos recuerdos, tantas reflexiones y también tantos momentos de sana alegría. Los días entre semana ajetreados o los fines de semana de bonanza, no serán ya iguales sin aquellos que solo trabajaban por ver a la familia unida.

Se han ido grandes maestros de vida, a quienes tanto y con tanta amor y paciencia instruyeron. Se han ido compañeros de viaje de diario vivir donde antepusieron con orgullo su condición de grandes hombres y mujeres a cualquier otra identidad. Han peleado hasta el cansancio contra lo imaginable.

Equilibraban siempre su solicitud, amabilidad y respeto con la ardiente defensa de sus posturas.

Éstos y otras muchas más cosas positivas detallan las grandes humanidades que los acompañaban siempre, así como sus imágenes en nuestras mentes serán siempre bien cuidadas, imágenes que guardaban el profundo respeto a las cosas de la vida.

En el mundo material no estarán presentes tantas personas que éramos a fin sus deseos, en el mundo material no habrá sufrimiento etéreo por parte de aquel o aquella que lo padecía, en este mismo mundo material un eslabón de la cadena de ha fundido en el infinito, y queda su legado que marcó la diferencia en la cadena de humanos que ha dejado en este mundo material.

Dependerá de casa uno mantener vivo ese legado, ese será el mayor de homenajes al auténtico guerrero que perdió la batalla más ganó la guerra eterna.

Una vez decretada la pandemia a nivel mundial, se vino una serie de fenómenos psicosociales colectivos y otros tantos personales, donde jamás imaginamos llegar al cumplimiento de un año con emociones protagonistas desde ese día hasta hoy de pena y dolor.

Vayamos más atrás, y recordemos la información que nos han brindado estas emociones evolutivas propias del ser humano. Qué fue lo que hicimos mal como especie humana para tan gran espectáculo de la naturaleza y sus terribles secuelas. Fueron tantos los avisos de la presencia de una amenaza y tristeza, de que existiría algo en nuestras vidas que no funcionaría bien. Sin embargo, no supimos mantener estoicos para evitar poner punto final y prever tan grandes pérdidas humanas. Evitamos ponernos ansiosos, para postergar la solución y evitar dicho dolor.

Hoy con suma tristeza hemos visto en redes sociales, opiniones de amigos y familiares, platicas en centros de trabajo, entre otros; el desfile de un sinfín de personas que han sido presa de lo invisiblemente peligroso.

Sabemos que la muerte es un problema de los vivos que nos quedamos huérfanos de nuestros seres queridos, a los que tanto necesitamos.

Para los creyentes de la inmortalidad del alma, las despedidas tienen, normalmente, un punto de tristeza pues suponen un alejamiento, una separación, un distanciamiento; pueden ser el resultado de la pérdida de alguien a quien se quiere o aprecia especialmente. No es el caso, aquí no hay ni distanciamiento, ni pérdida, ni alejamiento, simplemente se trata de desear buen camino a quienes durante un tiempo han estado a nuestro cuidado y han llegado al momento en que deben explorar nuevas vías de vivir.

Estos años que hemos pasado juntos a nuestros seres amados, han sido importante para todos nosotros. Nos han dado la oportunidad de volver sobre nuestros pasos y repensar los trabajos que hemos hecho bien, vernos desde una nueva perspectiva y darnos cuenta de que no eran tan buenos como lo pensábamos. Gracias a los que ya no están hemos aprendido porque la experiencia ha sido vivificadora y ha hecho realidad eso que tantas veces decimos: siempre seremos eternos aprendices. A pesar de estar vivos hemos emprendido una nueva manera de vivir, libres y de palabra, para que nuestras reflexiones vayan acompañadas de acción al prójimo y de construcción de una nueva sociedad.

No solo ha partido un ser amado que luchó por ver al sol de frente, sino a un ser entrañable y enormemente querido por todos los que le conocían y con quien han tenido el privilegio de compartir tantos recuerdos, tantas reflexiones y también tantos momentos de sana alegría. Los días entre semana ajetreados o los fines de semana de bonanza, no serán ya iguales sin aquellos que solo trabajaban por ver a la familia unida.

Se han ido grandes maestros de vida, a quienes tanto y con tanta amor y paciencia instruyeron. Se han ido compañeros de viaje de diario vivir donde antepusieron con orgullo su condición de grandes hombres y mujeres a cualquier otra identidad. Han peleado hasta el cansancio contra lo imaginable.

Equilibraban siempre su solicitud, amabilidad y respeto con la ardiente defensa de sus posturas.

Éstos y otras muchas más cosas positivas detallan las grandes humanidades que los acompañaban siempre, así como sus imágenes en nuestras mentes serán siempre bien cuidadas, imágenes que guardaban el profundo respeto a las cosas de la vida.

En el mundo material no estarán presentes tantas personas que éramos a fin sus deseos, en el mundo material no habrá sufrimiento etéreo por parte de aquel o aquella que lo padecía, en este mismo mundo material un eslabón de la cadena de ha fundido en el infinito, y queda su legado que marcó la diferencia en la cadena de humanos que ha dejado en este mundo material.

Dependerá de casa uno mantener vivo ese legado, ese será el mayor de homenajes al auténtico guerrero que perdió la batalla más ganó la guerra eterna.