/ jueves 21 de julio de 2022

Las Armas de Fuego y la Infancia

Hace ya algunas décadas, cuando las niñas y los niños solían jugar en la calle, despreocupados (ellos y sus papás) de los peligros que hoy tendrían, había un famoso juego denominado «policías y ladrones» que consistía en que los primeros debían atrapar a los segundos y encerrarlos en una cárcel imaginaria; durante la persecución, el arma favorita -si la había- era la pistola, la cual figuraban los dedos pulgar e índice de la propia mano del representante del orden o el de la delincuencia, según fuera el caso.

Hoy ese tipo de prácticas lúdicas lamentablemente ya no se dan porque -lo digo con horror y con tristeza- la infancia utiliza armas «de verdad» y se encuentran del lado de los malosos.

Evidentemente hay regresión en el goce de derechos humanos, lo cual es contrario al texto constitucional que refiere la progresividad como principio de los mismos (artículo 1, párrafo tercero). Lo anterior es así, toda vez que, según la Convención sobre los Derechos del Niño (documento de la Unicef que data del 20 de noviembre de 1989, por lo que aún no se manejaba el lenguaje incluyente), estos tienen derecho a vivir en un ambiente libre de violencia; sin embargo, esta va in crescendo: comienza en casa y se extiende hasta llegar al lamentable punto en el que nos encontramos.

Hay muchos grados de violencia, desde gritos o indiferencia hasta golpes… o uso de armas; por tanto, me resulta incomprensible el evento ocurrido la semana pasada en una secundaria ubicada en Purísima del Rincón y que los medios locales, nacionales e internacionales dieron cuenta del mismo: infantes de secundaria manipulaban armas de fuego prestadas por policías, bajo su supervisión. ¿Con qué motivo una niña de esa edad tendría una pistola? ¿Por qué razón un niño debería saber utilizar un revólver? Insisto: escapa de mi comprensión.

Desde luego, no debemos incurrir en la falacia de la generalización, pues es evidente que no todo el gobierno apoya la postura de implementar planes preventivos con manejo de armas de fuego incluidos; más aún, el titular de la policía municipal ya fue cesado y la Procuraduría de los Derechos Humanos de Guanajuato ya inició, de oficio, una investigación.

En los tiempos que corren requerimos reducir los niveles de violencia mediante el diálogo, el acuerdo, el entendimiento, la comunicación, la empatía, lo cual solamente se logra con voluntad y tranquilidad y estas, a su vez, se adquieren cuando se tienen satisfechas necesidades elementales como los alimentos (en su expresión más amplia). Problema complejo, sin duda.

Las armas de cualquier especie, ya sea de fuego, punzocortantes o de contusión, no son objetos lúdicos, aun y cuando se encuentren a la venta en forma de juguetes, pues en las manos de un niño, despiertan su poderosa imaginación y, entonces, se visualizan dañando, matando o hiriendo a sus semejantes, lo cual no es saludable. Las armas pueden ser instrumentos deportivos o hasta lúdicos, pero no para un infante.

La infancia requiere volver al significado de la paremia griega, recuperada por Juvenal: Mens sana in corpore sano, es decir, requiere lectura, imaginación, creatividad, naturaleza, deporte. No armas.

germanrodriguez32@hotmail.com

Hace ya algunas décadas, cuando las niñas y los niños solían jugar en la calle, despreocupados (ellos y sus papás) de los peligros que hoy tendrían, había un famoso juego denominado «policías y ladrones» que consistía en que los primeros debían atrapar a los segundos y encerrarlos en una cárcel imaginaria; durante la persecución, el arma favorita -si la había- era la pistola, la cual figuraban los dedos pulgar e índice de la propia mano del representante del orden o el de la delincuencia, según fuera el caso.

Hoy ese tipo de prácticas lúdicas lamentablemente ya no se dan porque -lo digo con horror y con tristeza- la infancia utiliza armas «de verdad» y se encuentran del lado de los malosos.

Evidentemente hay regresión en el goce de derechos humanos, lo cual es contrario al texto constitucional que refiere la progresividad como principio de los mismos (artículo 1, párrafo tercero). Lo anterior es así, toda vez que, según la Convención sobre los Derechos del Niño (documento de la Unicef que data del 20 de noviembre de 1989, por lo que aún no se manejaba el lenguaje incluyente), estos tienen derecho a vivir en un ambiente libre de violencia; sin embargo, esta va in crescendo: comienza en casa y se extiende hasta llegar al lamentable punto en el que nos encontramos.

Hay muchos grados de violencia, desde gritos o indiferencia hasta golpes… o uso de armas; por tanto, me resulta incomprensible el evento ocurrido la semana pasada en una secundaria ubicada en Purísima del Rincón y que los medios locales, nacionales e internacionales dieron cuenta del mismo: infantes de secundaria manipulaban armas de fuego prestadas por policías, bajo su supervisión. ¿Con qué motivo una niña de esa edad tendría una pistola? ¿Por qué razón un niño debería saber utilizar un revólver? Insisto: escapa de mi comprensión.

Desde luego, no debemos incurrir en la falacia de la generalización, pues es evidente que no todo el gobierno apoya la postura de implementar planes preventivos con manejo de armas de fuego incluidos; más aún, el titular de la policía municipal ya fue cesado y la Procuraduría de los Derechos Humanos de Guanajuato ya inició, de oficio, una investigación.

En los tiempos que corren requerimos reducir los niveles de violencia mediante el diálogo, el acuerdo, el entendimiento, la comunicación, la empatía, lo cual solamente se logra con voluntad y tranquilidad y estas, a su vez, se adquieren cuando se tienen satisfechas necesidades elementales como los alimentos (en su expresión más amplia). Problema complejo, sin duda.

Las armas de cualquier especie, ya sea de fuego, punzocortantes o de contusión, no son objetos lúdicos, aun y cuando se encuentren a la venta en forma de juguetes, pues en las manos de un niño, despiertan su poderosa imaginación y, entonces, se visualizan dañando, matando o hiriendo a sus semejantes, lo cual no es saludable. Las armas pueden ser instrumentos deportivos o hasta lúdicos, pero no para un infante.

La infancia requiere volver al significado de la paremia griega, recuperada por Juvenal: Mens sana in corpore sano, es decir, requiere lectura, imaginación, creatividad, naturaleza, deporte. No armas.

germanrodriguez32@hotmail.com