/ viernes 16 de abril de 2021

Las Vacunas… ¿Vida o Muerte?

Las vacunas han llegado al país, y por supuesto nuestro bello Estado de Guanajuato no ha quedado exento de recibir 5 distintos tipos de vacunas para que hasta el corte del 14 de abril se han vacunado cerca de medio millón de habitantes de más de 60 años en solo 41 ciudades de las 46 que existen.

Si bien existe la efervescencia por parte de miles de familiares de los beneficiados de recibir estas primeras dosis, existe aún más el ánimo entre ellos saber que pronto y que está en curso la segunda dosis, sin embargo, hay otra cara de la moneda donde sucede lo contrario y poco a poco empieza a generalizarse un descontento. Se trata del personal de salud.

Si bien todos sabemos que no solo se trata de un simple biológico, sino que representa esa chispa que puede alumbrar la salud de las personas, es de entenderse que todos quieren poseer parte de esta chispa en sus cuerpos y más aún aquellos que han estado más propensos en apagarse la luz de su vida, los médicos y enfermeras. Este sector de la población tan altamente valorado por justas razones por años, han externado su intención de ser prioritarios. Todos la quieren, todos la desean con ansias infinitas por ser el cristal de colores con que medimos la grandeza y pequeñez humana. Este grupo selecto de personas vestidas con batas y uniformes, acosados de tristezas y estranguladas penas, han visto el dolor en carne propia de propios y extraños. Ellos miran en la salud su estandarte de esperanza. Y así encuentran que la salud en el alma es esa disposición de respetar, esa espontánea sinceridad con el amigo, es dulzura que hemos de tener para con los niños y la ternura para con los desposeídos de la fortuna. Por lo que no se trata solo de tener la ciencia en nuestro organismo sino de comprender que el priorizar a médicos y enfermeras no es tema personal sino de valorar la misma vida. Incluso la misma sociedad coincide que así debe ser, no porque así lo deseen, sino que la naturaleza de su ser les exige que así debe ser. Aunque siempre habrá uno que otro despistado que no entienda de qué se trate.

Hace poco viví una de las experiencias más humanas que jamás imaginé tener. Una sensación del deber cumplido, de ver cumplidas las realizaciones de otros y de otros que no tuvieron la oportunidad de estar esperando su primera dosis anti covid. El deber y valorar el presente, como el objeto inmaterial que nos recuerda que somos las mismas personas que sufrimos y gozamos, que no existe diferencias entre enfermos y sanos, y que independientemente de la labor a la que nos dediquemos, tenemos el mismo objetivo en común. Ningún político, filosofo, intelectual, lo han logrado descifrar, pues en un hecho vivencial donde se tiene que estar en ambas caras de la moneda. Por un lado, el dolor y por otro lado el confort. Dichosas las personas que han encontrado este equilibrio pues la vida (estar vacunados) y la muerte (no estar vacunados) consiste en renacer todos los días, y esto solo se puede obtener estando parados a la mitad teniendo una mejor visibilidad. Por tanto, estar en una campaña de vacunación masiva hizo ver una realidad a la que pocos tienen acceso, pues entre el dolor y las desesperaciones, existe paz y serenidad. Entre los vacunados y los que no están vacunados solo existen unos días de separación, o muchos años de diferencia. ¿Quién querrá ser el primero o el último? ¿Quién valora o quién aprecia?, aprendamos a estar en ambas partes, al final, todos volvemos a vivir diariamente.

Las vacunas han llegado al país, y por supuesto nuestro bello Estado de Guanajuato no ha quedado exento de recibir 5 distintos tipos de vacunas para que hasta el corte del 14 de abril se han vacunado cerca de medio millón de habitantes de más de 60 años en solo 41 ciudades de las 46 que existen.

Si bien existe la efervescencia por parte de miles de familiares de los beneficiados de recibir estas primeras dosis, existe aún más el ánimo entre ellos saber que pronto y que está en curso la segunda dosis, sin embargo, hay otra cara de la moneda donde sucede lo contrario y poco a poco empieza a generalizarse un descontento. Se trata del personal de salud.

Si bien todos sabemos que no solo se trata de un simple biológico, sino que representa esa chispa que puede alumbrar la salud de las personas, es de entenderse que todos quieren poseer parte de esta chispa en sus cuerpos y más aún aquellos que han estado más propensos en apagarse la luz de su vida, los médicos y enfermeras. Este sector de la población tan altamente valorado por justas razones por años, han externado su intención de ser prioritarios. Todos la quieren, todos la desean con ansias infinitas por ser el cristal de colores con que medimos la grandeza y pequeñez humana. Este grupo selecto de personas vestidas con batas y uniformes, acosados de tristezas y estranguladas penas, han visto el dolor en carne propia de propios y extraños. Ellos miran en la salud su estandarte de esperanza. Y así encuentran que la salud en el alma es esa disposición de respetar, esa espontánea sinceridad con el amigo, es dulzura que hemos de tener para con los niños y la ternura para con los desposeídos de la fortuna. Por lo que no se trata solo de tener la ciencia en nuestro organismo sino de comprender que el priorizar a médicos y enfermeras no es tema personal sino de valorar la misma vida. Incluso la misma sociedad coincide que así debe ser, no porque así lo deseen, sino que la naturaleza de su ser les exige que así debe ser. Aunque siempre habrá uno que otro despistado que no entienda de qué se trate.

Hace poco viví una de las experiencias más humanas que jamás imaginé tener. Una sensación del deber cumplido, de ver cumplidas las realizaciones de otros y de otros que no tuvieron la oportunidad de estar esperando su primera dosis anti covid. El deber y valorar el presente, como el objeto inmaterial que nos recuerda que somos las mismas personas que sufrimos y gozamos, que no existe diferencias entre enfermos y sanos, y que independientemente de la labor a la que nos dediquemos, tenemos el mismo objetivo en común. Ningún político, filosofo, intelectual, lo han logrado descifrar, pues en un hecho vivencial donde se tiene que estar en ambas caras de la moneda. Por un lado, el dolor y por otro lado el confort. Dichosas las personas que han encontrado este equilibrio pues la vida (estar vacunados) y la muerte (no estar vacunados) consiste en renacer todos los días, y esto solo se puede obtener estando parados a la mitad teniendo una mejor visibilidad. Por tanto, estar en una campaña de vacunación masiva hizo ver una realidad a la que pocos tienen acceso, pues entre el dolor y las desesperaciones, existe paz y serenidad. Entre los vacunados y los que no están vacunados solo existen unos días de separación, o muchos años de diferencia. ¿Quién querrá ser el primero o el último? ¿Quién valora o quién aprecia?, aprendamos a estar en ambas partes, al final, todos volvemos a vivir diariamente.