/ jueves 4 de mayo de 2017

Llueve sobre mojado.

Por Luis Esparza.

“Los aguaceros de Mayo” parecen volverse a ver en el horizonte de la historia del mundo. La Guerra Fría -mucho más enfriada por el copetón rubio de la “América para los americanos” y sus crecientes enemigos- sigue “poniéndoles de punta los pelos” a más de alguno, propios y extraños. En el sur de nuestra América -para el resto de los americanos- la Revolución Bolivariana sigue cada vez más divergente y absurda de lo que quizás el idealista Simón jamás hubiese imaginado. En la Venezuela que cada vez parece ser más de Nicolás Maduro y menos de los venezolanos, otra dictadura continúa “legitimándose” cada vez más al interior del poder absoluto y a los ojos “alegones” pero “de facto” indiferentes del resto del mundo.

Los extremistas musulmanes siguen “haciendo de las suyas” en Siria y gran parte del Medio Oriente mientras su principal enemigo de Occidente juega juegos de guerra con ellos, siendo las víctimas de ambos los inocentes niños, sus madres, sus padres. Los niños que en otras partes del mundo sufren de hambre y de abusos, también ahora son víctimas en otras tantas partes, de las redes sociales, que permiten la manipulación de gente enferma que se logra meter en las cabezas de los chicos para hacerles cometer “retos” que están terminando en suicidios que se pueden ver casi en vivo en nuestros teléfonos celulares.

Entre más sigo siendo testigo de la distancia entre los gobernantes y sus gobernados, más pierdo la fe en que algún idealista deje de ser corrompido por el poder que no sólo embrutece y atrae, sino que secuestra y obliga.

Recientemente celebramos en tierras aztecas el Día del Niño… Como niño, sigo perdiendo más y más fe en los adultos, esos que cada vez parecen más inamovibles de los hechos que generan consecuencias, consecuencias que terminan en terror, en dolor y en muerte para sus correligionarios, para sus compatriotas, para sus hermanos, para los niños de su patria.

Ahora que está muy de moda en algunos estados de la unión americana el remover los monumentos que ensalzan la guerra civil norteamericana y el racismo, me pregunto qué tan lejos estamos el resto del mundo de esa guerra estúpida en donde se mataban hermano contra hermano de una forma por demás brutal, en donde en el campo de batalla se alineaban los batallones casi para ver a balazos a quien se le acababan los hombres primero. ¿Qué tan lejos estamos de matarnos entre nosotros mismos sólo por alinearnos y por razones que de verdad ni nosotros mismos comprendemos? ¿Qué, de verdad, ni el tonto que está en la Casa Blanca en Washington, o en el Palacio Presidencial de Pyongyang, o en “La Casona” en Caracas pueden despertar nuestro ingenio social para quitarlos de donde nosotros les permitimos estar?

Creo que sigo perdiendo la fe en los adultos, y entre más la pierdo, más creo en los niños, nuestro verdadero futuro. Protejámoslos de la tormenta que nos sigue acosando. Y saquemos nuestras sombrillas para no dejarnos mojar tanto por los aguaceros de mayo.

luisesparz@gmail.com

Por Luis Esparza.

“Los aguaceros de Mayo” parecen volverse a ver en el horizonte de la historia del mundo. La Guerra Fría -mucho más enfriada por el copetón rubio de la “América para los americanos” y sus crecientes enemigos- sigue “poniéndoles de punta los pelos” a más de alguno, propios y extraños. En el sur de nuestra América -para el resto de los americanos- la Revolución Bolivariana sigue cada vez más divergente y absurda de lo que quizás el idealista Simón jamás hubiese imaginado. En la Venezuela que cada vez parece ser más de Nicolás Maduro y menos de los venezolanos, otra dictadura continúa “legitimándose” cada vez más al interior del poder absoluto y a los ojos “alegones” pero “de facto” indiferentes del resto del mundo.

Los extremistas musulmanes siguen “haciendo de las suyas” en Siria y gran parte del Medio Oriente mientras su principal enemigo de Occidente juega juegos de guerra con ellos, siendo las víctimas de ambos los inocentes niños, sus madres, sus padres. Los niños que en otras partes del mundo sufren de hambre y de abusos, también ahora son víctimas en otras tantas partes, de las redes sociales, que permiten la manipulación de gente enferma que se logra meter en las cabezas de los chicos para hacerles cometer “retos” que están terminando en suicidios que se pueden ver casi en vivo en nuestros teléfonos celulares.

Entre más sigo siendo testigo de la distancia entre los gobernantes y sus gobernados, más pierdo la fe en que algún idealista deje de ser corrompido por el poder que no sólo embrutece y atrae, sino que secuestra y obliga.

Recientemente celebramos en tierras aztecas el Día del Niño… Como niño, sigo perdiendo más y más fe en los adultos, esos que cada vez parecen más inamovibles de los hechos que generan consecuencias, consecuencias que terminan en terror, en dolor y en muerte para sus correligionarios, para sus compatriotas, para sus hermanos, para los niños de su patria.

Ahora que está muy de moda en algunos estados de la unión americana el remover los monumentos que ensalzan la guerra civil norteamericana y el racismo, me pregunto qué tan lejos estamos el resto del mundo de esa guerra estúpida en donde se mataban hermano contra hermano de una forma por demás brutal, en donde en el campo de batalla se alineaban los batallones casi para ver a balazos a quien se le acababan los hombres primero. ¿Qué tan lejos estamos de matarnos entre nosotros mismos sólo por alinearnos y por razones que de verdad ni nosotros mismos comprendemos? ¿Qué, de verdad, ni el tonto que está en la Casa Blanca en Washington, o en el Palacio Presidencial de Pyongyang, o en “La Casona” en Caracas pueden despertar nuestro ingenio social para quitarlos de donde nosotros les permitimos estar?

Creo que sigo perdiendo la fe en los adultos, y entre más la pierdo, más creo en los niños, nuestro verdadero futuro. Protejámoslos de la tormenta que nos sigue acosando. Y saquemos nuestras sombrillas para no dejarnos mojar tanto por los aguaceros de mayo.

luisesparz@gmail.com

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