/ miércoles 2 de enero de 2019

Los días y los años

Donde una puerta se cierra, otra se abreMiguel de Cervantes


Al carecer las épocas del mundo de periodización exacta, se establecieron una vez transcurridas. Cambios provocados por fenómenos de la naturaleza como la desaparición de los dinosaurios por un gran meteorito del tamaño de una montaña proveniente de un cometa o un asteroide que se impactó en nuestro planeta hace 65 millones de años en lo que hoy es la península de Yucatán. Lo mismo ha sucedido a causa de la evolución de las especies al experimentar cambios morfológicos y evolucionar hasta llegar al desarrollo del pensamiento que marcó límites que trascendieron y que distinguen los diferentes periodos de la historia.

Otras fuentes que determinaron las eras fueron producto de un solo hombre que fue o fueron capaces de innovar la vida conductual de los seres humanos. Los relatos más antiguos nos cuentan de profetas mediadores entre la humanidad y la divinidad para cumplir una misión como mensajeros de la palabra de Dios y las revelaciones. Como cristiano, creo que el más preclaro ha sido Jesús de Nazaret y su doctrina, tan influyente que, desde su nacimiento en Belén, hemos numerado cada vuelta de la tierra alrededor del sol y seguimos adelante. De igual importancia han sido otros personajes. Antes de Cristo cito a Buda, el asceta en cuyas sabias enseñanzas se funda el budismo, y después de Cristo, a Mahoma creador del islam.

También han surgido falsos profetas, efímeros, que no han trascendido. Sujetos mesiánicos que lideraron movimientos que han terminado en tragedias. Viene a mi memoria el grupo de seguidores del músico de rock Charles Manson que lideró un grupo de fanáticos en el desierto de California a finales de los años 60, que asesinaron en Beverly Hills a la actriz Sharon Tate y a cuatro personas. De la misma forma, los terribles hechos ocurridos en 1978 en un lugar de la Guyana llamado “Jonestown” por su dirigente y “salvador” de cuerpos y almas, Jim Jones que, al ser acosado y acusado de engañar y explotar a sus discípulos, los guio a morir tomando cianuro mezclado con jugo de uva con la promesa de alcanzar la eternidad. Murieron 914 fanáticos.

El caso más atroz fue la tragedia de contenido religioso sucedido el 17 de marzo de 2000 en Kanunga Uganda, cuando la secta “Restauración de los Mandamientos de Dios” y su líder, el disidente católico Joseph

Kibweteere predijo que el mundo se acabaría con el milenio. Luego de varios rituales y ofrendas, los feligreses se encerraron en la iglesia sellando puertas y ventanas, se rociaron gasolina y prendieron fuego para convertir aquel escenario en un infierno que carbonizó cerca de mil congregados, todo bajo la promesa que se aparecería la virgen para llevarlos al cielo alejados del pecado.

Son casos extremos de locura, fanatismo e histeria a que puede llevar a la multitud un individuo con capacidad de atraer y fascinar por medio de promesas irracionales que arrastran a la autodestrucción moral y corpórea. Desde ese extremo hasta los casos en que no se involucra al crimen o la muerte, donde el dirigente, por falta de entendimiento cree que hace lo correcto, se siguen observando en la actualidad. Usted amigo lector, seguro que ya identificó a uno.

Cierto es que, de forma instintiva o consciente, de modo oculto o abierto, todo ser humano tiene metas pequeñas o grandes por cumplir en el ámbito que lo rodea, desde lo personal y familiar hasta cuando implica responsabilidad que puede afectar a un conglomerado social extenso, sea de un municipio, estado, nación o del mundo entero.

Como insinúo, a diferencia de los días y los años, son épocas y hechos que no dependen de una cronología establecida, de la misma manera los siglos y los milenios o fracciones de uso común que son acomodos numerales elaborados por el hombre. El día y el año lo establece una circunvolución de nuestro planeta y una vuelta de este alrededor del sol. La inteligencia humana no inventó el día y la noche, ni el invierno ni el verano, solamente los describió.

De ahí que cada día establezcamos un propósito a seguir o superar. Aún más cuando termina un año para iniciar otra etapa astronómica. Época de análisis, de reflexión, de poner en la balanza lo positivo y negativo de los últimos 365 días para corregir errores y superar los tropezones que se dan en la vida. Valorar lo que fue inevitable y, en lo que es posible, reducir los riesgos para el futuro. Por efecto renovamos los proyectos para el año que se inicia y ante lo inevitable como sería la suma de los años que deterioran la salud (unos dicen que es acopio de juventudes) prepararse para vivir muchos años, que es más difícil que prepararse para morir. Asimismo, precaverse ante los pronósticos negativos de los pensantes (ojalá y estén equivocados) sobre la situación política y económica de nuestra patria y del mundo.

Donde una puerta se cierra, otra se abreMiguel de Cervantes


Al carecer las épocas del mundo de periodización exacta, se establecieron una vez transcurridas. Cambios provocados por fenómenos de la naturaleza como la desaparición de los dinosaurios por un gran meteorito del tamaño de una montaña proveniente de un cometa o un asteroide que se impactó en nuestro planeta hace 65 millones de años en lo que hoy es la península de Yucatán. Lo mismo ha sucedido a causa de la evolución de las especies al experimentar cambios morfológicos y evolucionar hasta llegar al desarrollo del pensamiento que marcó límites que trascendieron y que distinguen los diferentes periodos de la historia.

Otras fuentes que determinaron las eras fueron producto de un solo hombre que fue o fueron capaces de innovar la vida conductual de los seres humanos. Los relatos más antiguos nos cuentan de profetas mediadores entre la humanidad y la divinidad para cumplir una misión como mensajeros de la palabra de Dios y las revelaciones. Como cristiano, creo que el más preclaro ha sido Jesús de Nazaret y su doctrina, tan influyente que, desde su nacimiento en Belén, hemos numerado cada vuelta de la tierra alrededor del sol y seguimos adelante. De igual importancia han sido otros personajes. Antes de Cristo cito a Buda, el asceta en cuyas sabias enseñanzas se funda el budismo, y después de Cristo, a Mahoma creador del islam.

También han surgido falsos profetas, efímeros, que no han trascendido. Sujetos mesiánicos que lideraron movimientos que han terminado en tragedias. Viene a mi memoria el grupo de seguidores del músico de rock Charles Manson que lideró un grupo de fanáticos en el desierto de California a finales de los años 60, que asesinaron en Beverly Hills a la actriz Sharon Tate y a cuatro personas. De la misma forma, los terribles hechos ocurridos en 1978 en un lugar de la Guyana llamado “Jonestown” por su dirigente y “salvador” de cuerpos y almas, Jim Jones que, al ser acosado y acusado de engañar y explotar a sus discípulos, los guio a morir tomando cianuro mezclado con jugo de uva con la promesa de alcanzar la eternidad. Murieron 914 fanáticos.

El caso más atroz fue la tragedia de contenido religioso sucedido el 17 de marzo de 2000 en Kanunga Uganda, cuando la secta “Restauración de los Mandamientos de Dios” y su líder, el disidente católico Joseph

Kibweteere predijo que el mundo se acabaría con el milenio. Luego de varios rituales y ofrendas, los feligreses se encerraron en la iglesia sellando puertas y ventanas, se rociaron gasolina y prendieron fuego para convertir aquel escenario en un infierno que carbonizó cerca de mil congregados, todo bajo la promesa que se aparecería la virgen para llevarlos al cielo alejados del pecado.

Son casos extremos de locura, fanatismo e histeria a que puede llevar a la multitud un individuo con capacidad de atraer y fascinar por medio de promesas irracionales que arrastran a la autodestrucción moral y corpórea. Desde ese extremo hasta los casos en que no se involucra al crimen o la muerte, donde el dirigente, por falta de entendimiento cree que hace lo correcto, se siguen observando en la actualidad. Usted amigo lector, seguro que ya identificó a uno.

Cierto es que, de forma instintiva o consciente, de modo oculto o abierto, todo ser humano tiene metas pequeñas o grandes por cumplir en el ámbito que lo rodea, desde lo personal y familiar hasta cuando implica responsabilidad que puede afectar a un conglomerado social extenso, sea de un municipio, estado, nación o del mundo entero.

Como insinúo, a diferencia de los días y los años, son épocas y hechos que no dependen de una cronología establecida, de la misma manera los siglos y los milenios o fracciones de uso común que son acomodos numerales elaborados por el hombre. El día y el año lo establece una circunvolución de nuestro planeta y una vuelta de este alrededor del sol. La inteligencia humana no inventó el día y la noche, ni el invierno ni el verano, solamente los describió.

De ahí que cada día establezcamos un propósito a seguir o superar. Aún más cuando termina un año para iniciar otra etapa astronómica. Época de análisis, de reflexión, de poner en la balanza lo positivo y negativo de los últimos 365 días para corregir errores y superar los tropezones que se dan en la vida. Valorar lo que fue inevitable y, en lo que es posible, reducir los riesgos para el futuro. Por efecto renovamos los proyectos para el año que se inicia y ante lo inevitable como sería la suma de los años que deterioran la salud (unos dicen que es acopio de juventudes) prepararse para vivir muchos años, que es más difícil que prepararse para morir. Asimismo, precaverse ante los pronósticos negativos de los pensantes (ojalá y estén equivocados) sobre la situación política y económica de nuestra patria y del mundo.