/ martes 7 de julio de 2020

Los guardianes de la democracia


La democracia, a partir de sus raíces etimológicas, es definida como el gobierno del pueblo, de la mayoría del pueblo (no de todo, pues resultaría imposible), reconociendo la existencia y los derechos de la minoría. En ese orden de ideas, la construcción, el desarrollo, la consolidación, la propugnación y la defensa de esta forma de gobierno, corresponde al pueblo, entendiendo por este, tanto en sentido estricto como a las personas de él surgidas con la encomienda de gobernar; pero las acciones enunciadas (construcción, desarrollo, consolidación, propugnación y defensa) también son competencia de las minorías, que en términos político electorales se denominan oposición.

En suma, la defensa de la democracia corresponde al pueblo, al gobierno y sus instituciones, a la oposición, a la academia, a la intelectualidad, a todos, pues se parte de la premisa que hoy, es la mejor forma de gobierno posible. Si esto es así, entonces resulta equivocado que uno solo de los actores aludidos supra se arrogue la atribución exclusiva de la defensa de la democracia. Pensar lo contrario es como otorgar validez y razonabilidad a la frase que sintetiza los regímenes monárquicos y despóticos: el Estado soy yo; adecuándolo y actualizándolo: la democracia soy yo, y su defensa, en consecuencia, me corresponde a mi y solamente a mi.

Un régimen democrático tiene su piso en elecciones celebradas conforme al texto constitucional: libres, auténticas, periódicas y pacíficas, características que llevan de suyo el apego irrestricto al marco normativo, al derecho electoral, cuyos sujetos abarcan a gobernantes y particulares; por tanto, sorprende la real o aparente molestia -por algunos disfrazada de preocupación- el dicho del Presidente de México al señalar que sería el guardián de las elecciones. Debe fungir como tal, sin invadir competencias de otras instituciones.

Además, como otros mensajes enviados por el Presidente, es posible que el que se comenta sea críptico, es decir, que los destinatarios del mismo sean diferentes a quienes lo respondieron abiertamente, señaladamente, algunos comentaristas y algunos Consejeros Electorales del Instituto Nacional Electoral que, dicho sea de paso, tienen cierta animadversión ganada a pulso por burlas y discriminaciones captadas de una conversación telefónica, extravío de bienes propiedad de la institución o designación rápida del Secretario Ejecutivo, quien -como lo señalé en mi colaboración 388, de 18 de febrero de 2020- ocupará su cargo por 18 años, desde el 5 de junio de 2008 hasta el 2026.

En ese orden de ideas, es probable que el mensaje del Presidente tenga por destinatarios a sus propios seguidores y colaboradores, a efecto de cuidar muy bien los recursos públicos y no hacer tropelía o trapacería alguna, sobre todo tratándose de programas sociales, que se prestan a condicionarse a cambio del voto favorable al partido de cuyas filas se extrajo el gobernante en turno.

Por tanto, los guardianes del cumplimiento de las reglas electorales y, por ende, de la democracia, somos todos; por supuesto, antes de convertirnos en guardianes de otros, debemos ser guardianes de nuestro propio comportamiento.

germanrodriguez32@hotmail.com


La democracia, a partir de sus raíces etimológicas, es definida como el gobierno del pueblo, de la mayoría del pueblo (no de todo, pues resultaría imposible), reconociendo la existencia y los derechos de la minoría. En ese orden de ideas, la construcción, el desarrollo, la consolidación, la propugnación y la defensa de esta forma de gobierno, corresponde al pueblo, entendiendo por este, tanto en sentido estricto como a las personas de él surgidas con la encomienda de gobernar; pero las acciones enunciadas (construcción, desarrollo, consolidación, propugnación y defensa) también son competencia de las minorías, que en términos político electorales se denominan oposición.

En suma, la defensa de la democracia corresponde al pueblo, al gobierno y sus instituciones, a la oposición, a la academia, a la intelectualidad, a todos, pues se parte de la premisa que hoy, es la mejor forma de gobierno posible. Si esto es así, entonces resulta equivocado que uno solo de los actores aludidos supra se arrogue la atribución exclusiva de la defensa de la democracia. Pensar lo contrario es como otorgar validez y razonabilidad a la frase que sintetiza los regímenes monárquicos y despóticos: el Estado soy yo; adecuándolo y actualizándolo: la democracia soy yo, y su defensa, en consecuencia, me corresponde a mi y solamente a mi.

Un régimen democrático tiene su piso en elecciones celebradas conforme al texto constitucional: libres, auténticas, periódicas y pacíficas, características que llevan de suyo el apego irrestricto al marco normativo, al derecho electoral, cuyos sujetos abarcan a gobernantes y particulares; por tanto, sorprende la real o aparente molestia -por algunos disfrazada de preocupación- el dicho del Presidente de México al señalar que sería el guardián de las elecciones. Debe fungir como tal, sin invadir competencias de otras instituciones.

Además, como otros mensajes enviados por el Presidente, es posible que el que se comenta sea críptico, es decir, que los destinatarios del mismo sean diferentes a quienes lo respondieron abiertamente, señaladamente, algunos comentaristas y algunos Consejeros Electorales del Instituto Nacional Electoral que, dicho sea de paso, tienen cierta animadversión ganada a pulso por burlas y discriminaciones captadas de una conversación telefónica, extravío de bienes propiedad de la institución o designación rápida del Secretario Ejecutivo, quien -como lo señalé en mi colaboración 388, de 18 de febrero de 2020- ocupará su cargo por 18 años, desde el 5 de junio de 2008 hasta el 2026.

En ese orden de ideas, es probable que el mensaje del Presidente tenga por destinatarios a sus propios seguidores y colaboradores, a efecto de cuidar muy bien los recursos públicos y no hacer tropelía o trapacería alguna, sobre todo tratándose de programas sociales, que se prestan a condicionarse a cambio del voto favorable al partido de cuyas filas se extrajo el gobernante en turno.

Por tanto, los guardianes del cumplimiento de las reglas electorales y, por ende, de la democracia, somos todos; por supuesto, antes de convertirnos en guardianes de otros, debemos ser guardianes de nuestro propio comportamiento.

germanrodriguez32@hotmail.com