/ miércoles 30 de septiembre de 2020

MÉXICO RIFA, PERO NO EN PRESUPUESTO

Aguanta soga no te revientes. Apenas dos años delos gobiernos en turno y pareciera que ya llevamos más de veinte. La columna de esta semana se ve atacada por todos los flancos posibles y es que desde un presupuesto del carajo hasta los esmeros de la iniciativa privada así como de la ciudadanía por no desaparecer en las crisis económicas del año en turno, ha pasado de todo. Pero en esta tragicomedia que es nuestro país, siempre encontramos la luz al final del pasillo, una luz que aún utiliza focos no ahorradores y que con las nuevas políticas de 4ta, será más difícil mantener encendida.

Empecemos con lo primero, el presupuesto, que en un mundo de caramelo, como en el que vive nuestro tlatoani, que cada vez se acerca más a practicar sacrificios en su show de la mañana, piensa que la mejor forma de tener una economía viva, es no gastar, pero tampoco invertir, mucho menos “desperdiciar” el dinero de los contribuyentes en obras necesarias o ya de menos, viables, lo de hoy es darle una trasquilada al presupuesto en obras que o se hunden en la primer lluvia como Dos Bocas o se parecen más a un museo arqueológico que a una pista de aterrizaje.

De cualquier manera repartir 6 billones de pesos no pareciera ser una oportunidad de oro para el gobierno federal. A pesar de que todo manual para dummies menciona que la mejor forma de reactivar una economía es la inversión pública, inversión que debería llegar al 5% del PIB por lo menos, pero México siempre fiel hoy juega para estar en el 2.8.

Si bien muchos aliados del partido oficialista tienen razón en el argumento que no existe presupuesto que alcance, también es cierto que para poder gobernar con algo de éxito, es necesario innovar en la forma de cómo se hacían las cosas. A grandes rasgos, de los 6 billones, 2 son para las deudas contraídas por el gobierno federal y todos sus entes, un billón está destinado para el pago de pensiones, cada vez más alto por cierto. De los seis que teníamos ya sólo nos quedan 3, si descontamos los presupuestos del poder judicial, legislativo y los organismos autónomos sólo nos quedará casi 2 billones más. Descontemos casi un billón en materia de salud, seguridad y educación que se trasladan a los estados y municipios, además de los programas que ya están comprometidos.

En propios números del gobierno federal, sólo resta poco más de 700 mil millones de pesos para inversión pública, aunque pareciera una gran cantidad, la verdad es que es muy poco para lo que en realidad debería de ser, más cuando casi 100 mil millones son destinados sólo este año para proyectos que han demostrado inviabilidad técnica y económica.

Un mejor presupuesto enfocado en una inversión pública más grande, mejor distribuida y con proyectos que en realidad mejoren la calidad de vida, seguramente podrá construir un mejor territorio de todos.


Aguanta soga no te revientes. Apenas dos años delos gobiernos en turno y pareciera que ya llevamos más de veinte. La columna de esta semana se ve atacada por todos los flancos posibles y es que desde un presupuesto del carajo hasta los esmeros de la iniciativa privada así como de la ciudadanía por no desaparecer en las crisis económicas del año en turno, ha pasado de todo. Pero en esta tragicomedia que es nuestro país, siempre encontramos la luz al final del pasillo, una luz que aún utiliza focos no ahorradores y que con las nuevas políticas de 4ta, será más difícil mantener encendida.

Empecemos con lo primero, el presupuesto, que en un mundo de caramelo, como en el que vive nuestro tlatoani, que cada vez se acerca más a practicar sacrificios en su show de la mañana, piensa que la mejor forma de tener una economía viva, es no gastar, pero tampoco invertir, mucho menos “desperdiciar” el dinero de los contribuyentes en obras necesarias o ya de menos, viables, lo de hoy es darle una trasquilada al presupuesto en obras que o se hunden en la primer lluvia como Dos Bocas o se parecen más a un museo arqueológico que a una pista de aterrizaje.

De cualquier manera repartir 6 billones de pesos no pareciera ser una oportunidad de oro para el gobierno federal. A pesar de que todo manual para dummies menciona que la mejor forma de reactivar una economía es la inversión pública, inversión que debería llegar al 5% del PIB por lo menos, pero México siempre fiel hoy juega para estar en el 2.8.

Si bien muchos aliados del partido oficialista tienen razón en el argumento que no existe presupuesto que alcance, también es cierto que para poder gobernar con algo de éxito, es necesario innovar en la forma de cómo se hacían las cosas. A grandes rasgos, de los 6 billones, 2 son para las deudas contraídas por el gobierno federal y todos sus entes, un billón está destinado para el pago de pensiones, cada vez más alto por cierto. De los seis que teníamos ya sólo nos quedan 3, si descontamos los presupuestos del poder judicial, legislativo y los organismos autónomos sólo nos quedará casi 2 billones más. Descontemos casi un billón en materia de salud, seguridad y educación que se trasladan a los estados y municipios, además de los programas que ya están comprometidos.

En propios números del gobierno federal, sólo resta poco más de 700 mil millones de pesos para inversión pública, aunque pareciera una gran cantidad, la verdad es que es muy poco para lo que en realidad debería de ser, más cuando casi 100 mil millones son destinados sólo este año para proyectos que han demostrado inviabilidad técnica y económica.

Un mejor presupuesto enfocado en una inversión pública más grande, mejor distribuida y con proyectos que en realidad mejoren la calidad de vida, seguramente podrá construir un mejor territorio de todos.