/ martes 30 de abril de 2019

Mordaza a la opinión pública

Francisco Huerta es el autor de Mordaza a la opinión pública (Ed. Universo México, 1982, ISBN 968-35-0140-0) cuyo relato e ideas fundamentales en torno a la prensa y a la libertad de expresión siguen vigentes a más de 36 años. A continuación una síntesis del libro en cuestión, que leí en el período vacacional recién terminado.

OP fue un proyecto pensado en dar voz a quien no la tiene velando por la equidad, ya que también se le daba voz al poderoso. Un proyecto pensado en ciudadanizar y politizar al ciudadano común. Un programa de denuncia, propuesta, protesta, desahogo y queja; una válvula de escape ante el mutismo e indiferencia oficiales. OP se escuchaba en la radio a finales de la década de los setenta, principios de la de los ochenta, del siglo pasado.

La obra en comento destaca la importancia de la opinión pública en un Estado, en consecuencia, de los medios de comunicación. Narra las andanzas de Opinión Pública, programa radiofónico transmitido por Radio ABC Internacional, durante casi todo el sexenio del Presidente José López Portillo, conducido por Francisco Huerta. Se refiere que los medios deben dar voz a todos, no ser militantes, sino neutrales e imparciales; asimismo, que el gobernante debe considerar a la opinión pública en la toma de sus decisiones, pues es aquella una válida expresión de la ciudadanía, en tanto conjunto de personas que forman el especio público.

Opinión Pública puso de manifiesto que los medios de comunicación pueden fungir como una especie de tribunal, en donde se escuchen a todas las partes: a los poderosos y a los desposeídos; no obstante, los medios carecen de iudicio, coertio e imperium, como elementos constitutivos de la jurisdicción, función realizada por los tribunales. Señala el libro lo siguiente: «Cuando el mexicano acepte que proteger la prensa libre y el derecho a la información, todavía impracticable, es protegerse a sí mismo, a sus garantías individuales, entonces México se estará acercando más rápidamente a sus ideales democráticos.»

El autor habla de lo que hoy se conoce como el chayote, dádiva gubernamental a plumas o voces que se venden al mejor postor, para hablar maravillas de aquel. Consciente de la realidad que viven los medios informativos, acepta la publicidad pagada por los sectores público y privado, pero sin condicionar los contenidos al contentillo del patrocinador, privilegiando la ética periodística.

Con gran elegancia habla de cuando lo insultaban desde Presidencia usando expresiones floridas de la picardía mexicana, usadas como lenguaje regular, no para hacer más típico el vocabulario, lo cual se puede aceptar por ser de uso generalizado, sino como insulto al interlocutor que le era antipático.

Cuenta con el testimonio del hoy finado Miguel Ángel Granados Chapa, quien desde aquel entones advertía los altos salarios y grandes prestaciones de los petroleros y los electricistas, quienes la gente los percibía como clases o castas privilegiadas. Señala que los directivos de las empresas paraestatales se nombraban con criterios políticos y no empresariales (hoy se diría técnicos), p. 129.

Transcribe los comentarios de los radioescuchas, los males retratan la realidad, muy similar a la que ocurre hoy: desigualdad, crisis, pobreza, malos servidores públicos, insensibilidad y falta de solidaridad, inconformidad con el ejercicio gubernamental.

Víctima del sistema y de los intereses por él creados, Francisco Huerta Hernández habla bien del presidente, no así de sus funcionarios menores, comenzando con el Director de Comunicación Social. Libro muy recomendable; parece que su argumento siguiera vigente en algunos órdenes de gobierno. Esperemos que la Política de Comunicación Social del Gobierno Federal, publicada en el Diario Oficial de la Federación el 17 de abril pasado, tenga los resultados esperados. Ese tema será materia de otra opinión.

germanrodriguez32@hotmail.com

Francisco Huerta es el autor de Mordaza a la opinión pública (Ed. Universo México, 1982, ISBN 968-35-0140-0) cuyo relato e ideas fundamentales en torno a la prensa y a la libertad de expresión siguen vigentes a más de 36 años. A continuación una síntesis del libro en cuestión, que leí en el período vacacional recién terminado.

OP fue un proyecto pensado en dar voz a quien no la tiene velando por la equidad, ya que también se le daba voz al poderoso. Un proyecto pensado en ciudadanizar y politizar al ciudadano común. Un programa de denuncia, propuesta, protesta, desahogo y queja; una válvula de escape ante el mutismo e indiferencia oficiales. OP se escuchaba en la radio a finales de la década de los setenta, principios de la de los ochenta, del siglo pasado.

La obra en comento destaca la importancia de la opinión pública en un Estado, en consecuencia, de los medios de comunicación. Narra las andanzas de Opinión Pública, programa radiofónico transmitido por Radio ABC Internacional, durante casi todo el sexenio del Presidente José López Portillo, conducido por Francisco Huerta. Se refiere que los medios deben dar voz a todos, no ser militantes, sino neutrales e imparciales; asimismo, que el gobernante debe considerar a la opinión pública en la toma de sus decisiones, pues es aquella una válida expresión de la ciudadanía, en tanto conjunto de personas que forman el especio público.

Opinión Pública puso de manifiesto que los medios de comunicación pueden fungir como una especie de tribunal, en donde se escuchen a todas las partes: a los poderosos y a los desposeídos; no obstante, los medios carecen de iudicio, coertio e imperium, como elementos constitutivos de la jurisdicción, función realizada por los tribunales. Señala el libro lo siguiente: «Cuando el mexicano acepte que proteger la prensa libre y el derecho a la información, todavía impracticable, es protegerse a sí mismo, a sus garantías individuales, entonces México se estará acercando más rápidamente a sus ideales democráticos.»

El autor habla de lo que hoy se conoce como el chayote, dádiva gubernamental a plumas o voces que se venden al mejor postor, para hablar maravillas de aquel. Consciente de la realidad que viven los medios informativos, acepta la publicidad pagada por los sectores público y privado, pero sin condicionar los contenidos al contentillo del patrocinador, privilegiando la ética periodística.

Con gran elegancia habla de cuando lo insultaban desde Presidencia usando expresiones floridas de la picardía mexicana, usadas como lenguaje regular, no para hacer más típico el vocabulario, lo cual se puede aceptar por ser de uso generalizado, sino como insulto al interlocutor que le era antipático.

Cuenta con el testimonio del hoy finado Miguel Ángel Granados Chapa, quien desde aquel entones advertía los altos salarios y grandes prestaciones de los petroleros y los electricistas, quienes la gente los percibía como clases o castas privilegiadas. Señala que los directivos de las empresas paraestatales se nombraban con criterios políticos y no empresariales (hoy se diría técnicos), p. 129.

Transcribe los comentarios de los radioescuchas, los males retratan la realidad, muy similar a la que ocurre hoy: desigualdad, crisis, pobreza, malos servidores públicos, insensibilidad y falta de solidaridad, inconformidad con el ejercicio gubernamental.

Víctima del sistema y de los intereses por él creados, Francisco Huerta Hernández habla bien del presidente, no así de sus funcionarios menores, comenzando con el Director de Comunicación Social. Libro muy recomendable; parece que su argumento siguiera vigente en algunos órdenes de gobierno. Esperemos que la Política de Comunicación Social del Gobierno Federal, publicada en el Diario Oficial de la Federación el 17 de abril pasado, tenga los resultados esperados. Ese tema será materia de otra opinión.

germanrodriguez32@hotmail.com