/ miércoles 14 de noviembre de 2018

NEW ORLEANS

Al norte del rio Bravo, allá hacia donde va la “caravana migrante” busca “fortuna”, dos veces por semana se celebra un sorteo a nivel nacional similar al “Melate” de mi México lindo y querido; cada vez algún “afortunado” tiene la posibilidad de ganarse al menos cuarenta millones de dólares. Las probabilidades de “atinarle” a los cinco números y “la bolita” son de 1 en 292 millones. Dicen “los que saben” que tenemos más probabilidades de que nos caiga un rayo en el mismo día. Dos veces.

Una mañana lluviosa de un enero del dos mil dieciséis, un policía federal en un hotel de paso de una ciudad sinaloense recibió la posibilidad de “ganarse” esa fortuna sin ni siquiera haber comprado boleto. Su “suerte” estuvo en estar debajo de un puente cuando pasó un automóvil rojo que recién había sido reportado robado. El vehículo se detuvo con tranquilidad frente a ellos en una señal de “alto” y dio vuelta hacia la derecha. Ahí lo siguió el policía federal y después de que el conductor se bajara del auto con toda tranquilidad y les dijera a él y a su compañero: -“Écheme la mano comandante, ahí traigo al patrón”-, el policía se acercó al copiloto y exclamó para sí: - “¡Ah jijo, es el Chapo!”. Minutos más tarde en el cuarto de hotel hacia donde el policía los llevó en espera de refuerzos, el legendario capo de las drogas que había escapado -por otro de sus infames túneles horas atrás- del “ejército” que llenó de balas y muertos su escondite, ofreció la “fortuna” al uniformado por llevarlo a un poblado cercano. Lo demás es historia.

Esta semana, en una corte de Brooklyn en Nueva York, dio inicio el juicio para quien fuese el hombre más buscado por los gobiernos de ambos lados de la frontera norte. Historias similares a la de los cincuenta millones de dólares y otras tantas llenas de sangre y violencia serán presentadas por la fiscalía para demostrar que “el Chapo” fue el líder del cartel de drogas más poderoso del mundo, ante un jurado de doce ciudadanos americanos que decidirán el destino de Joaquín Guzmán Loera en un juicio que desde antes de comenzar rebasa las expectativas de cualquiera que viésemos en películas “hollywoodescas”.

Desde las medidas de seguridad sin precedentes, la construcción de una celda especial estilo “Hannibal Lecter” (de la película “El silencio de los inocentes”) para evitar la pesadilla logística de la transportación diaria del prisionero desde la prisión hasta la corte (que incluía el cierre del puente y dos helicópteros); la negativa del juez de permitir al reo abrazar a su esposa -la ex reina de belleza sinaloense y ya también famoso personaje en redes sociales- que presumiblemente estará presente en los aproximadamente cuatro meses que durará el juicio; la elección de un jurado en el que prospectos fueron rechazados por la defensa y/o la fiscalía por pedir un autógrafo al presunto culpable, por temor o por prescripción médica debido al trauma emocional y físico que la tarea podría causar; el juicio del presunto responsable directo de al menos 17 homicidios, otros tantos secuestros y torturas y la producción y narcotráfico de toneladas de drogas parece, según los especialistas, estar decidido en contra del capo.

Aunque en México cumplía la máxima condena de treinta años la primera vez que escapó de prisión, al marido de Ema Coronel le espera una condena de cadena perpetua, ya que el gobierno norteamericano accedió a no solicitar la pena de muerte en el tratado de extradición que hizo con el gobierno del presidente Peña Nieto, bajo cuya administración se dio la segunda e infame “fuga” por el túnel de un costo estimado de más de un millón de dólares y después de que mejor una artista de telenovelas pudiera no sólo localizar, sino entrevistar al “Chapo”, éste fue capturado aquella mañana lluviosa de enero del dos mil seis por un policía federal de caminos.

Aunque la evidencia es abrumante, la fiscalía encargada de presentar los argumentos para que el jurado de doce norteamericanos encuentre culpable al legendario personaje que ha inspirado películas y series de televisión, no se lo está tomando a la ligera y han construido un caso que incluye a varios ex colaboradores y personas que trataron con Guzmán Loera, los cuales se encuentran bajo las rejas de el país con la bandera de las barras y las estrellas, y cuyas familias están bajo el programa de protección de testigos, que a diferencia del programa mexicano que en el argot “narco” era conocido como “detección” de testigos y gracias al cual presumiblemente el mismo “Chapo” mandó matar a varios y/o a familias de quienes pudieran declarar en su contra. Así, el programa de protección americano, ha tomado también medidas sin precedentes para proteger a las familias y a los testigos que darán testimonio durante los más o menos ciento veinte días que durará el juicio.

Pese a la abrumante evidencia, no se nos olvide sin embargo que las lagunas legales de este país han dejado en libertad a notorios y “presuntos culpables” ante la opinión pública como el ex jugador de fútbol americano O J Simpson, o el hijo de uno de los mafiosos más importantes de la Unión americana, Gotti.

Así, quien defendiera a Gotti Jr. es parte del equipo del “Chapo” a la par de otros dos prominentes abogados que han defendido a mafiosos y “cartelistas” americanos y mexicanos; sin embargo, la cantidad y “calidad” de la evidencia parece indefendible y al inculpado le esperan muchos más cargos de no lograr el resultado deseado.

Así, aparentemente “el Chapo” ha encontrado su medida en un país que por mucho no es perfecto, (ni me empiezo a dar cuerda con su presidente Trump), pero en el que casi seguramente el futuro del delincuente mexicano está tras una celda de un país que SÍ es capaz de mantenerlo tras las rejas y que NO se puede dejar vender o intimidar por los narco dólares hasta ese nivel.

La reafirmación de la culpabilidad de Guzmán Loera por la justicia americana dará más luz a las operaciones de la época de los grandes carteles en México, mas no hace mella en el narcotráfico y la violencia que tiene secuestrado a nuestro país.

Aquella mañana lluviosa de enero le dio la oportunidad al policía federal que detuvo a Joaquín “el Chapo” Guzmán, de tomar una decisión. “Al verlo así, sucio, maloliente” “y siempre huyendo” el uniformado tomó la decisión de entregarlo, temiendo por su vida, por la de los suyos, ante un futuro siempre incierto de una o de otra forma. Ese es el México que “el Chapo” ayudó a crear y quien hoy está siendo juzgado –para “fortuna” del policía federal, por Estados Unidos. Este es el México en el que seguimos sobreviviendo.


Al norte del rio Bravo, allá hacia donde va la “caravana migrante” busca “fortuna”, dos veces por semana se celebra un sorteo a nivel nacional similar al “Melate” de mi México lindo y querido; cada vez algún “afortunado” tiene la posibilidad de ganarse al menos cuarenta millones de dólares. Las probabilidades de “atinarle” a los cinco números y “la bolita” son de 1 en 292 millones. Dicen “los que saben” que tenemos más probabilidades de que nos caiga un rayo en el mismo día. Dos veces.

Una mañana lluviosa de un enero del dos mil dieciséis, un policía federal en un hotel de paso de una ciudad sinaloense recibió la posibilidad de “ganarse” esa fortuna sin ni siquiera haber comprado boleto. Su “suerte” estuvo en estar debajo de un puente cuando pasó un automóvil rojo que recién había sido reportado robado. El vehículo se detuvo con tranquilidad frente a ellos en una señal de “alto” y dio vuelta hacia la derecha. Ahí lo siguió el policía federal y después de que el conductor se bajara del auto con toda tranquilidad y les dijera a él y a su compañero: -“Écheme la mano comandante, ahí traigo al patrón”-, el policía se acercó al copiloto y exclamó para sí: - “¡Ah jijo, es el Chapo!”. Minutos más tarde en el cuarto de hotel hacia donde el policía los llevó en espera de refuerzos, el legendario capo de las drogas que había escapado -por otro de sus infames túneles horas atrás- del “ejército” que llenó de balas y muertos su escondite, ofreció la “fortuna” al uniformado por llevarlo a un poblado cercano. Lo demás es historia.

Esta semana, en una corte de Brooklyn en Nueva York, dio inicio el juicio para quien fuese el hombre más buscado por los gobiernos de ambos lados de la frontera norte. Historias similares a la de los cincuenta millones de dólares y otras tantas llenas de sangre y violencia serán presentadas por la fiscalía para demostrar que “el Chapo” fue el líder del cartel de drogas más poderoso del mundo, ante un jurado de doce ciudadanos americanos que decidirán el destino de Joaquín Guzmán Loera en un juicio que desde antes de comenzar rebasa las expectativas de cualquiera que viésemos en películas “hollywoodescas”.

Desde las medidas de seguridad sin precedentes, la construcción de una celda especial estilo “Hannibal Lecter” (de la película “El silencio de los inocentes”) para evitar la pesadilla logística de la transportación diaria del prisionero desde la prisión hasta la corte (que incluía el cierre del puente y dos helicópteros); la negativa del juez de permitir al reo abrazar a su esposa -la ex reina de belleza sinaloense y ya también famoso personaje en redes sociales- que presumiblemente estará presente en los aproximadamente cuatro meses que durará el juicio; la elección de un jurado en el que prospectos fueron rechazados por la defensa y/o la fiscalía por pedir un autógrafo al presunto culpable, por temor o por prescripción médica debido al trauma emocional y físico que la tarea podría causar; el juicio del presunto responsable directo de al menos 17 homicidios, otros tantos secuestros y torturas y la producción y narcotráfico de toneladas de drogas parece, según los especialistas, estar decidido en contra del capo.

Aunque en México cumplía la máxima condena de treinta años la primera vez que escapó de prisión, al marido de Ema Coronel le espera una condena de cadena perpetua, ya que el gobierno norteamericano accedió a no solicitar la pena de muerte en el tratado de extradición que hizo con el gobierno del presidente Peña Nieto, bajo cuya administración se dio la segunda e infame “fuga” por el túnel de un costo estimado de más de un millón de dólares y después de que mejor una artista de telenovelas pudiera no sólo localizar, sino entrevistar al “Chapo”, éste fue capturado aquella mañana lluviosa de enero del dos mil seis por un policía federal de caminos.

Aunque la evidencia es abrumante, la fiscalía encargada de presentar los argumentos para que el jurado de doce norteamericanos encuentre culpable al legendario personaje que ha inspirado películas y series de televisión, no se lo está tomando a la ligera y han construido un caso que incluye a varios ex colaboradores y personas que trataron con Guzmán Loera, los cuales se encuentran bajo las rejas de el país con la bandera de las barras y las estrellas, y cuyas familias están bajo el programa de protección de testigos, que a diferencia del programa mexicano que en el argot “narco” era conocido como “detección” de testigos y gracias al cual presumiblemente el mismo “Chapo” mandó matar a varios y/o a familias de quienes pudieran declarar en su contra. Así, el programa de protección americano, ha tomado también medidas sin precedentes para proteger a las familias y a los testigos que darán testimonio durante los más o menos ciento veinte días que durará el juicio.

Pese a la abrumante evidencia, no se nos olvide sin embargo que las lagunas legales de este país han dejado en libertad a notorios y “presuntos culpables” ante la opinión pública como el ex jugador de fútbol americano O J Simpson, o el hijo de uno de los mafiosos más importantes de la Unión americana, Gotti.

Así, quien defendiera a Gotti Jr. es parte del equipo del “Chapo” a la par de otros dos prominentes abogados que han defendido a mafiosos y “cartelistas” americanos y mexicanos; sin embargo, la cantidad y “calidad” de la evidencia parece indefendible y al inculpado le esperan muchos más cargos de no lograr el resultado deseado.

Así, aparentemente “el Chapo” ha encontrado su medida en un país que por mucho no es perfecto, (ni me empiezo a dar cuerda con su presidente Trump), pero en el que casi seguramente el futuro del delincuente mexicano está tras una celda de un país que SÍ es capaz de mantenerlo tras las rejas y que NO se puede dejar vender o intimidar por los narco dólares hasta ese nivel.

La reafirmación de la culpabilidad de Guzmán Loera por la justicia americana dará más luz a las operaciones de la época de los grandes carteles en México, mas no hace mella en el narcotráfico y la violencia que tiene secuestrado a nuestro país.

Aquella mañana lluviosa de enero le dio la oportunidad al policía federal que detuvo a Joaquín “el Chapo” Guzmán, de tomar una decisión. “Al verlo así, sucio, maloliente” “y siempre huyendo” el uniformado tomó la decisión de entregarlo, temiendo por su vida, por la de los suyos, ante un futuro siempre incierto de una o de otra forma. Ese es el México que “el Chapo” ayudó a crear y quien hoy está siendo juzgado –para “fortuna” del policía federal, por Estados Unidos. Este es el México en el que seguimos sobreviviendo.


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