/ martes 14 de enero de 2020

Nueva década

Aún estamos desperezándonos de la modorra causada por el período vacacional decembrino, de los festejos navideños y el recibimiento del novel 2020; aún resulta oportuna la reflexión consecuente el ejercicio introspectivo cuasi obligado al cierre de un ciclo, en este caso, el año 2019 y la segunda década del siglo XXI.

El 2020 debe ser el año en el que se sienten las bases que contribuyan a la concientización de la preservación del medio ambiente, tanto natural como social, de ahí que se hable del inicio de la era del real empoderamiento femenino o de que se adopten medios alternos para el transporte de comestibles: cucuruchos en lugar del bolso de plástico o, en su caso, la utilización de material biodegradable y amigable con el medio ambiente.

Por cuanto hace al ámbito estrictamente personal, el entorno y concretamente la tragedia que dieron cuenta los medios informativos, ocurrida en el colegio coahuliense Cervantes, en que un menor hirió a varios de sus compañeros, mató a una maestra y luego se quitó la vida, obliga a la regeneración del tejido social y la moral (pública y privada), así como a la modificación de comportamientos y estilos de vida. No hay tiempo de postergación, pues algo se perdió en el ámbito colectivo.

Cada vez es más común que en diversos temas volteemos a ver el pasado y repliquemos algunas prácticas que en aras de una aparente modernidad se habían dejado de lado. El planeta lo exige, so pena de su propia extinción.

Lamentablemente, iniciamos la década con violencia, tanto nacional (estatus en el que nos encontramos hace años) como internacional, con ataques militares recíprocos entre Estados Unidos e Irán; pero también la iniciamos con la implementación de algunas medidas indispensables para la preservación del planeta, como la prohibición legal del uso de plástico, acción ya realizada en Querétaro y replicada en Ciudad de México, de ahí su difusión con alcance nacional.

La década que recién comenzamos debe orientarse a la lógica de la vida, de la preservación, de la tolerancia y del reúso o ahorro, en el sentido contrario a consumismo; en suma, dirigida al desarrollo y consolidación de una cultura civilizatoria. En el centro de la cuestión se encuentra el estado de derecho, es decir, el conjunto de normas que posibilitan la sana convivencia de los seres vivos y, por supuesto, la actuación de la autoridad para que aquellas sean escrupulosamente cumplidas. No obstante, vale recordar que previo al estado de derecho se encuentra la concientización, la sensibilización, la legitimidad de la norma, es decir, su aceptación individual y social.

Ante lo expuesto y siguiendo una postura antropocentrista solidaria, reconozcamos que estamos en un lugar peligroso, que necesitamos modificar hábitos y actitudes y trabajemos en ello para evitar un desenlace fatal, sin agua, sin aire sano, sin espacio de convivencia. Está en nuestras manos y, al parecer, los primeros pasos los estamos dando al pretender evitar el plástico.

germanrodriguez32@hotmail.com

Aún estamos desperezándonos de la modorra causada por el período vacacional decembrino, de los festejos navideños y el recibimiento del novel 2020; aún resulta oportuna la reflexión consecuente el ejercicio introspectivo cuasi obligado al cierre de un ciclo, en este caso, el año 2019 y la segunda década del siglo XXI.

El 2020 debe ser el año en el que se sienten las bases que contribuyan a la concientización de la preservación del medio ambiente, tanto natural como social, de ahí que se hable del inicio de la era del real empoderamiento femenino o de que se adopten medios alternos para el transporte de comestibles: cucuruchos en lugar del bolso de plástico o, en su caso, la utilización de material biodegradable y amigable con el medio ambiente.

Por cuanto hace al ámbito estrictamente personal, el entorno y concretamente la tragedia que dieron cuenta los medios informativos, ocurrida en el colegio coahuliense Cervantes, en que un menor hirió a varios de sus compañeros, mató a una maestra y luego se quitó la vida, obliga a la regeneración del tejido social y la moral (pública y privada), así como a la modificación de comportamientos y estilos de vida. No hay tiempo de postergación, pues algo se perdió en el ámbito colectivo.

Cada vez es más común que en diversos temas volteemos a ver el pasado y repliquemos algunas prácticas que en aras de una aparente modernidad se habían dejado de lado. El planeta lo exige, so pena de su propia extinción.

Lamentablemente, iniciamos la década con violencia, tanto nacional (estatus en el que nos encontramos hace años) como internacional, con ataques militares recíprocos entre Estados Unidos e Irán; pero también la iniciamos con la implementación de algunas medidas indispensables para la preservación del planeta, como la prohibición legal del uso de plástico, acción ya realizada en Querétaro y replicada en Ciudad de México, de ahí su difusión con alcance nacional.

La década que recién comenzamos debe orientarse a la lógica de la vida, de la preservación, de la tolerancia y del reúso o ahorro, en el sentido contrario a consumismo; en suma, dirigida al desarrollo y consolidación de una cultura civilizatoria. En el centro de la cuestión se encuentra el estado de derecho, es decir, el conjunto de normas que posibilitan la sana convivencia de los seres vivos y, por supuesto, la actuación de la autoridad para que aquellas sean escrupulosamente cumplidas. No obstante, vale recordar que previo al estado de derecho se encuentra la concientización, la sensibilización, la legitimidad de la norma, es decir, su aceptación individual y social.

Ante lo expuesto y siguiendo una postura antropocentrista solidaria, reconozcamos que estamos en un lugar peligroso, que necesitamos modificar hábitos y actitudes y trabajemos en ello para evitar un desenlace fatal, sin agua, sin aire sano, sin espacio de convivencia. Está en nuestras manos y, al parecer, los primeros pasos los estamos dando al pretender evitar el plástico.

germanrodriguez32@hotmail.com