/ jueves 21 de febrero de 2019

Nueva Orleans

Nueva Orleans



“El shapo”

Luis Esparza

Cuando en el país con la bandera de las barras y las estrellas me preguntan por ahí acerca de mi nacionalidad, a lo cual respondo “I’m from Mexico”, algunos anglosajones externan alguna de las tres o cuatro palabras que se les vienen a la mente en el idioma castellano: “guacamoli”, “andalei”, “burrido”, “sherveza” y “la cuenta, por favor”, son de las más sonadas; sin embargo, últimamente suelen también preguntar acerca de palabras que cada vez son más populares por todas las razones funestas que me puedo imaginar: “guashicol”, “el pehe” y por supuesto, “el shapo”, y pues ahí, con la cara larga, trato de explicar lo indefendible.

Finalmente, la semana pasada, después de que el jurado de ciudadanos de la ciudad de Brooklyn en el estado americano de New Jersey, deliberase por casi una semana acerca de la montaña de evidencia y las declaraciones de medio centenar de testigos, encontraron de manera unánime culpable a Joaquín Archivaldo Guzmán Loera en cada una de las 10 acusaciones que el gobierno federal presentó en su contra. No será sino hasta junio cuando el juez dictará sentencia a la petición de la fiscalía, de cadena perpetua (pues como parte del tratado de extradición, el gobierno mexicano –que no permite la pena de muerte en su legislación- solicitó que no se buscase la misma en el proceso) para quien ya en dos países fue encontrado culpable entre muchos otros delitos, de dirigir el cartel de Sinaloa. La mayoría de estudiosos en la materia aseveran que la casi segura sentencia de cadena perpetua mandará al “Chapo” a la prisión de máxima seguridad ADX en el condado de Florencia en Colorado. La popularmente conocida como “El Alcatraz de las montañas Rocosas” es reconocida también como el centro penitenciario más seguro de la Unión Americana y en él se encuentran unos cuatrocientos reclusos purgando condenas de los crímenes “más sonados” al norte del rio Bravo. Ahí, en una celda de 3x2 mts que cuenta con una base de concreto y una colchoneta encima como cama, y un dispositivo que es regadera, lavamanos, fuente de agua y escusado, y que puede o no tener una apertura hacia el pasillo de 30x10 cms, el Chapo solo tendrá contacto con sus celadores cuando le permitan salir a un patio solitario una hora cada semana. Cualquier contacto con su familia será improbable, cualquier comunicación con otros reos o el resto del mundo será nula.

El Chapo aún enfrenta cargos en otros distritos de la Unión Americana; para el millonario reo nada sería más conveniente que, aunque convicto a cadena perpetua, se le juzgara en otras Cortes para continuar el circo y mantenerlo alejado de la desolación de su celda; sin embargo, habrá de verse si el gobierno federal, o las fiscalías de los otros distritos están dispuestas a invertir los millonarios recursos que se requieren para la seguridad y la complejidad de otro juicio. Factores como la fama que le puede dar a un fiscal el perseguir el caso Guzmán Loera por otros delitos (fue denominado el “enemigo público número uno por la ciudad de Chicago sin siquiera haber pisado nunca su suelo, pero por la influencia del cartel), así como la “justicia” que algunas víctimas de sus actividades delictivas quisieran buscar en casos particulares entrarán en juego si es que volvemos a saber de Guzmán Loera en una Corte.

Tanto el Chapo como sus reconocidos y bien pagados abogados sabían que básicamente era un caso perdido, más la declaración de inocencia le dio al criminal tres meses de circo mediático y quizás lo más importante, tiempo para posiblemente esconder lo más lejos de las manos de la justicia norteamericana los millones de dólares, empresas y propiedades que se presume posee, de los cuales se pensaría, serían beneficiarios eventualmente sus familiares.

Habrá que ver también si de la gran cantidad de declaraciones resultan otras acusaciones formales y legales. Durante el juicio, testigos que son criminales confesos y que accedieron a declarar a cambio de trato preferencial en sus sentencias, se acusó a la esposa y madre de dos hijas de Guzmán Loera de ser cómplice en el último escape de la prisión mexicana del delincuente. También se acusó a un número de personajes mexicanos incluyendo a ex presidentes y actuales funcionarios, de solicitar y aceptar sobornos y de tomar parte en las operaciones delictivas del Chapo. Sin embargo, durante tales acusaciones, curiosamente, el juez trató de prevenir que se hiciesen públicas, lo que de alguna manera me hace recordar aquella “declaración” que el mismo Joaquín Guzmán diera cuando era transportado de Guatemala a México la primera vez que fue capturado y en la cual él y varios testigos aseguran detalló con lugares, cantidades, nombres y apellidos a quienes estaban involucrados en las instituciones gubernamentales y castrenses con su actividad delictiva. La grabación nunca vio la luz pública.

“En todos lados se cuecen habas”, y muchos estudiosos del caso concuerdan con que parte del “trato” para que Guzmán fuese extraditado, era que él y sólo él sería encontrado culpable de los crímenes imputados sin “llevarse a nadie entre los pies”. La actuación de la fiscalía y del juez así parece implicarlo; sin embargo, los abogados del Chapo lograron que algunos de los nombres y acusaciones se hicieran públicos.

No sabemos si habrá otro capítulo mediático en el caso Guzmán Loera; su sentencia cambia en poco o nada la dinámica de la violencia producida por el narcotráfico en ambos países, pero que se paga mucho más cara, con mucha más sangre y dolor en los miles de familias mexicanas, víctimas de la misma. La muerte y desolación causada por personajes como Guzmán Loera son una página sombría en una historia que casi todos los mexicanos hemos vivido directa o indirectamente. El nombre de “el shapo” para mexicanos y americanos ha quedado marcado como una palabra que, con dolor, nunca podremos olvidar.

luisesparz@gmail.com

Nueva Orleans



“El shapo”

Luis Esparza

Cuando en el país con la bandera de las barras y las estrellas me preguntan por ahí acerca de mi nacionalidad, a lo cual respondo “I’m from Mexico”, algunos anglosajones externan alguna de las tres o cuatro palabras que se les vienen a la mente en el idioma castellano: “guacamoli”, “andalei”, “burrido”, “sherveza” y “la cuenta, por favor”, son de las más sonadas; sin embargo, últimamente suelen también preguntar acerca de palabras que cada vez son más populares por todas las razones funestas que me puedo imaginar: “guashicol”, “el pehe” y por supuesto, “el shapo”, y pues ahí, con la cara larga, trato de explicar lo indefendible.

Finalmente, la semana pasada, después de que el jurado de ciudadanos de la ciudad de Brooklyn en el estado americano de New Jersey, deliberase por casi una semana acerca de la montaña de evidencia y las declaraciones de medio centenar de testigos, encontraron de manera unánime culpable a Joaquín Archivaldo Guzmán Loera en cada una de las 10 acusaciones que el gobierno federal presentó en su contra. No será sino hasta junio cuando el juez dictará sentencia a la petición de la fiscalía, de cadena perpetua (pues como parte del tratado de extradición, el gobierno mexicano –que no permite la pena de muerte en su legislación- solicitó que no se buscase la misma en el proceso) para quien ya en dos países fue encontrado culpable entre muchos otros delitos, de dirigir el cartel de Sinaloa. La mayoría de estudiosos en la materia aseveran que la casi segura sentencia de cadena perpetua mandará al “Chapo” a la prisión de máxima seguridad ADX en el condado de Florencia en Colorado. La popularmente conocida como “El Alcatraz de las montañas Rocosas” es reconocida también como el centro penitenciario más seguro de la Unión Americana y en él se encuentran unos cuatrocientos reclusos purgando condenas de los crímenes “más sonados” al norte del rio Bravo. Ahí, en una celda de 3x2 mts que cuenta con una base de concreto y una colchoneta encima como cama, y un dispositivo que es regadera, lavamanos, fuente de agua y escusado, y que puede o no tener una apertura hacia el pasillo de 30x10 cms, el Chapo solo tendrá contacto con sus celadores cuando le permitan salir a un patio solitario una hora cada semana. Cualquier contacto con su familia será improbable, cualquier comunicación con otros reos o el resto del mundo será nula.

El Chapo aún enfrenta cargos en otros distritos de la Unión Americana; para el millonario reo nada sería más conveniente que, aunque convicto a cadena perpetua, se le juzgara en otras Cortes para continuar el circo y mantenerlo alejado de la desolación de su celda; sin embargo, habrá de verse si el gobierno federal, o las fiscalías de los otros distritos están dispuestas a invertir los millonarios recursos que se requieren para la seguridad y la complejidad de otro juicio. Factores como la fama que le puede dar a un fiscal el perseguir el caso Guzmán Loera por otros delitos (fue denominado el “enemigo público número uno por la ciudad de Chicago sin siquiera haber pisado nunca su suelo, pero por la influencia del cartel), así como la “justicia” que algunas víctimas de sus actividades delictivas quisieran buscar en casos particulares entrarán en juego si es que volvemos a saber de Guzmán Loera en una Corte.

Tanto el Chapo como sus reconocidos y bien pagados abogados sabían que básicamente era un caso perdido, más la declaración de inocencia le dio al criminal tres meses de circo mediático y quizás lo más importante, tiempo para posiblemente esconder lo más lejos de las manos de la justicia norteamericana los millones de dólares, empresas y propiedades que se presume posee, de los cuales se pensaría, serían beneficiarios eventualmente sus familiares.

Habrá que ver también si de la gran cantidad de declaraciones resultan otras acusaciones formales y legales. Durante el juicio, testigos que son criminales confesos y que accedieron a declarar a cambio de trato preferencial en sus sentencias, se acusó a la esposa y madre de dos hijas de Guzmán Loera de ser cómplice en el último escape de la prisión mexicana del delincuente. También se acusó a un número de personajes mexicanos incluyendo a ex presidentes y actuales funcionarios, de solicitar y aceptar sobornos y de tomar parte en las operaciones delictivas del Chapo. Sin embargo, durante tales acusaciones, curiosamente, el juez trató de prevenir que se hiciesen públicas, lo que de alguna manera me hace recordar aquella “declaración” que el mismo Joaquín Guzmán diera cuando era transportado de Guatemala a México la primera vez que fue capturado y en la cual él y varios testigos aseguran detalló con lugares, cantidades, nombres y apellidos a quienes estaban involucrados en las instituciones gubernamentales y castrenses con su actividad delictiva. La grabación nunca vio la luz pública.

“En todos lados se cuecen habas”, y muchos estudiosos del caso concuerdan con que parte del “trato” para que Guzmán fuese extraditado, era que él y sólo él sería encontrado culpable de los crímenes imputados sin “llevarse a nadie entre los pies”. La actuación de la fiscalía y del juez así parece implicarlo; sin embargo, los abogados del Chapo lograron que algunos de los nombres y acusaciones se hicieran públicos.

No sabemos si habrá otro capítulo mediático en el caso Guzmán Loera; su sentencia cambia en poco o nada la dinámica de la violencia producida por el narcotráfico en ambos países, pero que se paga mucho más cara, con mucha más sangre y dolor en los miles de familias mexicanas, víctimas de la misma. La muerte y desolación causada por personajes como Guzmán Loera son una página sombría en una historia que casi todos los mexicanos hemos vivido directa o indirectamente. El nombre de “el shapo” para mexicanos y americanos ha quedado marcado como una palabra que, con dolor, nunca podremos olvidar.

luisesparz@gmail.com

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